El próximo 14 de febrero se abren las puertas de la exposición Lucian Freud. Nuevas perspectivas en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Tras su paso por la National Gallery de Londres llega a Madrid una gran retrospectiva dedicada al pintor británico Lucian Freud (1922-2011) con motivo del centenario de su nacimiento.
La exposición, comisariada por Paloma Alarcó en Madrid, reúne más de medio centenar de obras que muestran las siete décadas de producción de uno de los artistas europeos más significativos del siglo XX. El extenso catálogo plantea nuevas preguntas sobre la relevancia actual de la obra de Freud para acercarlo a las nuevas generaciones.
Lucian Freud, amante de la pintura
“¿Qué le pido a una pintura? Le pido que asombre, perturbe, seduzca, convenza.” Lucian Freud.
Exponer el arte de Freud en el contexto de dos museos históricos permite mostrar al artista dentro de una línea de continuidad con el pasado. Visitante asiduo a las grandes pinacotecas, se pueden rastrear en su obra toda una serie de alusiones a los grandes maestros, desde Holbein, Cranach, Hals, Velázquez, Rembrandt o Watteau hasta Ingres, Courbet, Rodin o Cézanne, aunque esa vinculación convive con una fuerte voluntad de independencia.
Compromiso con la esencia de la pintura
La nueva mirada que propone esta exposición, la primera gran retrospectiva que se organiza desde su muerte en 2011, centra la atención en su permanente compromiso con la esencia de la pintura. Subversiva, incisiva y en ocasiones indecorosa, la pintura de Lucian Freud, a contracorriente de las tendencias abstractas o conceptuales que se fueron sucediendo a su alrededor, estuvo siempre dedicada a la representación del cuerpo humano y a retratar al hombre contemporáneo. Lo que verdaderamente le interesa a Freud es descubrirnos la pintura sobre la pintura, su personal reflexión meta-artística y la “intensificación de la realidad” que siempre quiso alcanzar.
Concepto expositivo
La exposición se organiza de forma más o menos cronológica a lo largo de varias secciones temáticas que repasan la evolución del pintor desde los años 1940 hasta principios del siglo XXI.
Desde sus primeras obras, de mediados del siglo XX, de una minuciosidad primitivista y un cierto aire neorromántico y surreal, Freud toma partido por el arte figurativo y adopta una postura de resistencia en medio de las corrientes abstractas dominantes. El artista muestra ya su personalidad y su forma de pintar, con un trabajo lento y una pincelada meticulosa para las que utiliza pinceles muy finos. Los hieráticos personajes, pintados a base de capas muy trabajadas sobre fondos planos, con atributos en sus manos, revelan una atención a los pintores del Renacimiento del Norte. La frontalidad y la frialdad que transmiten las figuras, como en Muchacha con rosas (1947- 1948), un retrato de Kitty Garman, su primera mujer, es la seña de identidad de estas obras tempranas.
Primeros retratos
Los retratos de Caroline Blackwood, su segunda mujer, como Muchacha en la cama (1953) y Muchacha con vestido verde (1954), o la inquietante escena de Habitación de hotel, expuesto en el pabellón británico de la 27ª Bienal de Venecia, en 1954, marcan el final de su primera etapa. A partir de entonces pinta de pie, moviéndose alrededor de sus modelos, con una proximidad física que le permitía apreciar los más mínimos detalles. Utiliza pinceles más gruesos y, por influencia de Francis Bacon, su pincelada se vuelve suelta y empastada, pero su forma de trabajar sigue siendo precisa, lenta y pausada, para captar la esencia de sus modelos.
Igualmente, son numerosos los autorretratos, en los que recurre con frecuencia al espejo como recurso pictórico, como en Reflejo con dos niños (Autorretrato), de 1965, un sorprendente contrapicado con el espejo colocado en el suelo.
Algunos retratos deliberadamente inacabados permiten ver su ejecución a base de acumulación, empezando por el centro del cuadro, y nos acercan al proceso creativo de su pintura.
La intimidad en las obras de Lucian Freud
«Utilizo a las personas para inventar mis cuadros con ellas, y trabajo con más libertad cuando están ahí”. Freud pintaba siempre del natural y prefería retratar a su entorno más próximo, amantes, amigos y familiares, para poder actuar con mayor libertad. Su habilidad para evocar en sus pinturas una intimidad no erótica, como el cariño, la amistad o el afecto paterno, ha sido escasamente investigada. Esa intimidad queda reflejada sobre todo en sus retratos dobles, como el de su amigo el pintor Michael Andrews y su mujer June (1965-1966), el de sus hijas Bella y Esther (1987-1988) o el de Dos hombres, de la pareja de artistas Angus Cook y Cerith Wyn Evans.
El estudio
A partir de la década de 1980 el espacio del estudio se convierte en escenario y tema de su pintura. Adquiere una creciente presencia como el lugar donde el pintor es capaz de imponer sus reglas a la realidad y llevar las cosas al extremo. Contemplamos el estudio del artista como espacio distintivo y reconocible, con el característico mobiliario, las paredes desconchadas o con una densa costra de empastes del óleo, o la tarima con una perspectiva ascendente, creando una marcada inestabilidad en las figuras y en los distintos elementos representados, como en Gran interior W9 (1973) o Tarde en el estudio (1993).
El desnudo en la obra de Lucian Freud
La exposición concluye con un capítulo que reúne varios retratos de desnudos monumentales en los que contemplamos una profunda observación de la vulnerabilidad del cuerpo y la plasticidad de la carne como pintura. “Quiero que la pintura actúe como si fuera carne”, manifestaba el artista en 1982, un lema en consonancia con la carnalidad matérica de sus rostros y cuerpos y con su habilidad para pintar la textura de las carnaciones.
La vigorosa representación de la carne en el lienzo es quizá el elemento más destacado y repetido en la larga carrera de Lucian Freud. Comienza a pintar desnudos en los años 1960, pero es sobre todo en las últimas décadas cuando sus retratos de Leigh Bowery y Sue Tilley le convirtieron en pionero de la representación de cuerpos no normativos con gruesos empastes, como sedimentos del paso del tiempo.
Obras pertenecientes a la colección Thyssen
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza es el único museo español que alberga en su colección obras de Freud, un total de cinco pinturas, todas incluidas en la exposición. Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza fue uno de los primeros coleccionistas privados en interesarse por su obra y mantuvo una especial relación con el pintor, que le retrató en dos ocasiones. Las largas sesiones a las que Freud sometía a sus modelos propiciaron la amistad entre ambos, que se mantuvo a lo largo del tiempo. Además, el cuadro de Watteau Pierrot contento (h. 1712), que aparece como fondo de uno de esos retratos y que pertenece a la propia colección Thyssen, sirvió de inspiración de alguno de sus cuadros.
Lucian Freud. Nuevas perspectivas
Con la colaboración de la Comunidad de Madrid
Fechas: Del 14 de febrero al 18 de junio de 2023
Lugar: Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid