Sin entrar en un dilatado discurso sobre lo que «es» el arte contemporáneo, diremos tan solo que la contemporaneidad, es el periodo más complejo de la historia del arte, ya que en un momento determinado a principios del S.XX el arte deja de representar la naturaleza, de ser un espejo de las cosas que percibimos de manera natural, para pasar a representar ideas complejas, produciéndose una falla en el sistemas de representación tradicional y con ella un escollo, muchas veces insalvable, entre el arte y el espectador.
Es necesario comenzar a «mirar» para terminar «viendo». Así comienza a establecerse un dialogo entre el espectador y la obra. Hay un proceso, una educación de la mirada.
En el famoso ensayo de Ortega y Gasset, «La deshumanización del Arte» de 1925, podemos leer:
“ Cuando a uno no le gusta una obra de arte, pero la ha comprendido, se siente superior a ella y no ha lugar a la irritación. Mas cuando el disgusto que la obra causa nace de que no se la ha entendido, queda el hombre como humillado, con una oscura consciencia de su inferioridad que necesita compensar mediante la indignada afirmación de sí mismo frente a la obra”.
Decir también, que el arte contemporáneo se caracteriza por su enorme diversidad. Mas que en ningún otro momento de la historia, aparecen y se entremezclan multitud de técnicas, de estilos, de mensajes, de narrativas y de lenguajes. Aquellos que quieran comenzar un acercamiento al arte de nuestro tiempo, pueden marcar como punto de partida el descubrimiento de aquellos artistas cuya obra les sea mas accesible en función de la sensibilidad y conocimientos personales para con ayuda del interés, la observación y la lectura (cuando no el estudio) ir poco a poco avanzando y adentrándose en la compresión valoración correcta y disfrute del arte de nuestros días.
¿Qué debería ser más fácil, comprender una obra realizada en el S.XIII o una realizada en la actualidad, para la cual conocemos el momento, la sociedad, los códigos…?
En ‘Untitled (Portrait of Ross in L.A.)’ una montaña de caramelos envueltos en celofán de distintos colores es libremente colocada en el espacio donde se expone. Su autor, Felix González-Torres sugiere que la cantidad de caramelos expuestos pese exactamente 175 libras, que era el peso de Ross, su pareja fallecida víctima del VIH. La acción que realiza el público al tomar caramelos hace paulatinamente disminuir el tamaño de la obra, que es equiparado a la pérdida de peso y al sufrimiento que vivió Ross antes de morir; como si lentamente desapareciera. El espacio expositor se compromete a renovar las 175 libras de caramelos en cuanto se terminen, es como una manera de prolongar su «existencia». Asimismo, la acción de cada espectador al ingerir el dulce es comparable con el acto católico de la comunión, en el que se recibe el cuerpo de Cristo. Quizá, González-Torres buscaba reproducir la esencia de Ross a través de cada una de las personas que acceden al lugar y contemplan la obra. .
Etiquetas: I want to collect Last modified: 23 octubre, 2018