Ahora que vuelvo a escribir junto a los compañeros de PAC me gustaría hacerlo rindiendo honor a una iniciativa artística de la ciudad donde ahora resido a gusto y a disgusto. Se trata de un centro de arte contemporáneo que data nada más y nada menos que de hace 35 años ya. Algo de experiencia tendrán ya en este espacio artístico, digo yo. Hablo del centro de arte contemporáneo Le LAIT, o lo que es lo mismo, el laboratoire artistique international du Tarn, nombre ambicioso donde los haya y habitual al apetito francés por los títulos rimbombantes. Le LAIT es uno de los numerosos ejemplos de la extensa red del arte institucionalizado fruto del esfuerzo de los gobiernos sucesivos desde la época de François Mitterand (no debemos olvidar el sacrosanto nombre de Jack Lang, si queremos hacer honor a la verdad) y es también retrato de la apuesta de estos por dar visibilidad al no siempre aprehensible arte contemporáneo.
Desde hace unos días vengo visitando, echando un vistazo a la nueva propuesta del director del centro y comisario de la misma, Antoine Marchand, «En Dérive». Se trata de una simple exposición en el sentido clásico de la palabra, es decir, una serie de cuadros colgados de la pared; lo que viene a ser ciertamente sorprendente a estas alturas de la historia reciente del arte contemporáneo.
Un poco de información elemental para hacerse una idea: el artista elegido para esta ocasión es el rumano Serban Savu, artista plástico representado por la galería rumano-alemana Plan B, y el título del proyecto «En Dérive», nombre evocador donde los haya. La exposición abarca una serie de obras pictóricas y mosaicos a lo largo de las tres salas del hôtel Rochegude que viene ocupando desde hace unos meses el centro de arte y que hasta hace unos días presentaba la obra «Trois Chambres» de Oriol Vilanova. En fin: de la escenificación de un vacío intelectual, de una alienación del individuo posmoderno, hemos pasado en cuestión de días al retrato de esos síntomas en la vida de individuos corrientes en la rutina de la sociedad rumana, afortunadamente lejos de los prejuicios de la Europa Occidental. Donde antes había una acumulación simple pero efectista de imágenes corrientes fruto de una sociedad de interminable producción y consumo poco placentero, ahora podemos planear con una mirada distraída pero bien educada, expectante de emociones verbales, a lo largo de una monotonía angustiosa. Un aspecto crítico pues del largo periodo de posguerra fría con o sin enemigo a las puertas en el que el absurdo beckettiano y el castillo kafkiano toman la forma de una entidad institucional que abrazó ensimismada la venérea legitimidad de la religión neoliberal. Y es que, viendo el resultado plástico de esta manifestación, tenemos la sensación de que esta buena nueva cayó como un jarro de agua fría sobre las costumbres y rutinas de la Europa del Este, absorta como estaba en la mitología heroica y comunista de los últimos líderes de barro del telón de acero.
Si a nivel plástico, voluntaria o involuntariamente, el artista tiene poco que transmitirnos, es a través de un estadio crítico que podemos extraer el jugo de algo interesante. Sus obras, tanto las pinturas como los dos mosaicos de la muestra, se construyen a partir de una pincelada naïf (si podemos osar decirlo de esta manera), inocencia evocadora del ensimismamiento de aquel aduanero francés de otro tiempo, o reutilización kischt y torpe de la inspiración callejera de Invader. Pero a veces la torpeza parece exigencia del discurso y éste es uno de esos casos. Como dice el extracto ofrecido en la exposición, las representaciones de Savu derivan en un guiño a las obras de un Edward Hopper tan cansado y ensimismado en el silencio que el mensaje se derrite enseguida. Si el efectismo plástico pasa inadvertido después de algún que otro golpe de luz muy interesante, por el contrario en cuestión de composición la estrategia toma una tendencia analítica, clasificadora y documental de la mirada de conjunto, a través de un encaje de plano general que denota un elixir pasado de glorias del academicismo artístico. Ausencia final de empatía que nutre el discurso, tanto de la pincelada como de esos «anegados en la nada» personajes que retrata el artista. Y todo esto, gracias a la noción de serie sobre la que se construyen las obras, repetitivas, sí, pero necesarias para una correcta comprensión del discurso.
La propuesta crea un artista/ensayista. O al menos ese paréceme ser el resultado. El discurso planteado propone una lectura de los frutos del nacional-comunismo de Ceausescu – a través de las costumbres insípidas de los ciudadanos en contextos paisajísticos de una industrialización abandonada a su suerte. Nada que reprochar al neoliberalismo, a pesar de la gran inspiración del título «En deriva». Deriva para el inspirado como ejercicio de salvación (Debord) y deriva para alienado como precipicio sin fin. Según cuál sea la lectura que se le dé al conjunto, según también cómo se lea la historia así podremos decir cuál es la causa de esa desazón manifiesta y permanente en que viven tanto los rumanos como los franceses y los españoles de a pie. La desaparición o extirpación de ese gran monstruo rojo de las planicies de esa Europa pseudo-continental o bien el vaciamiento al que se le sometió ponen en evidencia la ausencia de la única mitología consensuada que sustentaba la continuidad de aquella sociedad y la falta de un reemplazo coherente. Solo quedan allí un paisaje humilde y aburrido, una mirada ensimismada encerrada al mundo entre las paredes de uno de aquellos apartamentos tardo-decimonónicos construidos masivamente al abrigo de la tibia revolución industrial de los países del este, proyectando por otro lado al mundo «otro» de la cornucopia abundante de deseos intangibles a través de una webcam muy selectiva y reduccionista en sus expresiones. Este creo que es el acierto de esta propuesta: un efecto conscientemente anodino de la realidad cotidiana y una vuelta de tuerca, la sacralización del vacío ritual de la existencia. Lástima que el término tan flexible de «deriva» no dé más juego.
En dérive – Șerban Savu
Fechas: Del 13 de abril al 23 de junio de 2019
Lugar: Centre d’art Le Lait, 28 rue Rochegude, Albi
Horarios: De miércoles a domingo de 14h a 19h. Cerrado días festivos
Entrada gratuita. Además, este centro de arte propone visitas en español (la próxima será el 2 de junio)