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Escrito por: Woman Art House

Woman Art House: Hanah Höch

Esta semana en Woman Art House hablamos de Hannah Höch. Si te perdiste el hilo de Twitter puedes leerlo aquí.

Aunque es conocida principalmente por ser precursora del fotomontaje dadaísta, Hannah Höch trabajó también con la pintura, el dibujo, la acuarela, el grabado, el diseño y labores textiles, la escultura o la escritura. Su obra se caracteriza por su ironía y crítica a la sociedad del momento. Sus dardos se dirigían a reivindicar el estatus de las mujeres, y a cuestionar a la figura de la “Nueva Mujer” y su supuesta independencia, los roles de género la cultura de masas.

Hannah Höch, Corte con el cuchillo dadá de cocina a través de la última época de la cultura de barriga cervecera de la Alemania de Weimar, 1920.

En 1916 comenzó a trabajar en una editorial que publicaba revistas y periódicos, para la que Höch realizaba diseños de bordados y ropa en las revistas femeninas. Esto la proveyó durante años de material para realizar sus fotomontajes, técnica de la que fue pionera desde 1918, y que consistía en el recorte y ensamblaje de imágenes preexistentes de revistas y panfletos, en nuevas imágenes que remitían al dinamismo de la nueva vida urbana. Además, equiparaba las consideradas artes mayores con las artes aplicadas, al usar materiales y técnicas “de andar por casa” y elementos de la cultura popular.

Durante esta época entró en contacto con la vanguardia artística que formaría el grupo dadaísta de Berlín, gracias a Raoul Hausmann, con quien mantuvo una relación. Sin embargo, algunos de sus componentes, como George Grosz o Hans Richter no la consideraban digna de integrarse en el grupo artístico por el hecho de ser mujer. De hecho, Richter limita la presencia de Höch dentro del dadaísmo a “la chica que se las apañaba para proveernos de sándwiches y café incluso cuando no había dinero”. Esta posición misógina contrastaba frontalmente con sus ideales izquierdistas y antiburgueses y sus supuestas ideas “rompedoras” y emancipadoras de la sociedad.

“La mayoría de nuestros colegas masculinos nos consideraron, durante bastante tiempo, como unas principiantes encantadoras con cierto talento, negándonos implícitamente cualquier estatus profesional.”

Pese a las reticencias de algunos de sus compañeros, llegó a exponer en importantes muestras dadaístas, como la Primera Feria Internacional Dadá de 1920 en la que presentó Corte con el cuchillo dadá de cocina a través de la última época de la cultura de barriga cervecera de la Alemania de Weimar (1920), y que resultó ser uno de los grandes éxitos de la muestra. En ella equipara sus tijeras, herramienta indispensable para la creación de su obra, con un cuchillo de cocina, uno de los elementos del entorno femenino por excelencia. En este fotomontaje aparecen figuras de la cultura popular como artistas, políticos, militares o científicos, entre los que se encuentran Einstein, Karl Marx o el propio Hausmann, que se entremezclan con piezas de maquinaria que representan los nuevos avances tecnológicos de la sociedad moderna. Con ella critica el intento fallido de restaurar la democracia con la República de Weimar.

Höch hizo un uso político y satírico de sus fotomontajes en una época de constantes cambios sociales, con los que criticaba la cultura de masas, la decadencia política de la República de Weimar y el rol de la mujer. Exploró conceptos como el género y la identidad, la representación de la feminidad y la masculinidad, y cuestionó la imagen y la superficialidad de la “Neue Frau” o “Nueva Mujer” de la Alemania de Weimar, que supuestamente había conseguido emanciparse y había alcanzado la igualdad. La creciente incorporación de la mujer en el ámbito laboral, y su mayor visibilidad en los terrenos artísticos y sociales, eran vistas como una amenaza por parte de los hombres, que veían con miedo cómo tendrían que ceder sus privilegios concedidos por una sociedad patriarcal, por lo que esta “independencia” era más teórica que práctica.

En sus fotomontajes, Höch disecciona imágenes de esta nueva mujer para recomponerlas a través de su mirada transformadora. Para ello, utiliza imágenes de mujeres que destacaban en diferentes medios como la danza, el cine, el teatro, el cabré, la política, el feminismo o el arte. Usa principalmente partes de sus cuerpos relacionadas con el fetichismo, como son los ojos, la boca o las piernas. También es habitual en sus obras la combinación de estos elementos con otras partes de cuerpos masculinos, creando seres híbridos carentes de un género concreto.

Es especial crítica con su relación sentimental con Hausmann que terminará en 1922, a quien le dedica el relato ficcionado “El Pintor”, en el que retrata a una pareja moderna que supuestamente ha adoptado la igualdad de género en su relación, pero sólo en teoría, pues el marido cae en una profunda crisis espiritual cuando su mujer le pide que lave los platos, lo cual había llegado a hacer “cuatro veces en cuatro años”. El relato completo se puede leer aquí.

Partiendo de su propia insatisfacción en su relación con el artista, que se negaba a dejar a su mujer, criticó convencionalismos sociales como el matrimonio o la maternidad, con obras como La novia (1927) en la que infantiliza la imagen de este personaje.

Hannah Höch, La novia, 1927

Respecto a la maternidad, tras haberse sometido a dos abortos, realiza Mujer y Saturno (1922) en la que el elemento masculino se percibe como una amenaza para la madre y el hijo, o el conjunto de dolorosas acuarelas que realizó en los años 20 y 30 bajo el título de El Parto. También se hace eco de las disidencias sexuales, en obras como Vagabundas (1926) en la que aparecen dos mujeres que celebran su amor y emprenden un viaje juntas, sin ataduras (sin descendencia) o Amor (1931).

A finales de los 20 el fotomontaje empieza a entrar en la corriente dominante por su uso en la publicidad y su obra empieza a tener cierto reconocimiento entre los críticos y ser exhibida en numerosas exposiciones. Con la serie De un museo etnográfico (1928 – 30) recupera su carácter rompedor, en contraposición a la modernidad y los avances tecnológicos. Estas obras están pobladas por unos híbridos compuestos por partes humanas y esculturas tribales, y con ellas representa lo abyecto y la otredad en relación a la mujer y cuestiona los ideales de belleza occidentales.

Durante el nazismo se convierte en una artista incómoda para el régimen, y es calificada como “artista bolchevique”. Sus exposiciones comienzan a ser canceladas y poco a poco su vida social y artística va viéndose reducida, a la vez que muchos de sus amigos y colegas artistas van abandonando el país. En Botas de siete leguas (1933) apunta a sus planes para huir pero la imposibilidad de llevarlos a cabo debido a una enfermedad. Durante los años del conflicto Höch se recluyó en su casa a las afueras de Berlín donde vivió completamente aislada (aunque siempre pendiente de los acontecimientos que ocurrían en el exterior) y sobrevivió gracias a lo que cultivaba en su propio jardín.

Durante la contienda, y una vez acabada, desarrolla su periodo artístico que se ha denominado “arte fantástico o de lo intangible”. Consciente de las atrocidades cometidas por el nazismo, en este periodo, realiza obras especialmente sombrías como Danza de los muertos (1943) o Mujeres de luto (1945).

En los años posteriores a la guerra, se adhiere a los nuevos movimientos artísticos, como el pop o el informalismo, con total naturalidad. Siempre atenta a los desarrollos tecnológicos y sociales, sigue realizando fotomontajes con un aire más pop señalando la cosificación de la mujer. En Que empiece la fiesta (1965) se aprecia la evolución de su estilo y de los nuevos medios de comunicación de papel cuché.

En su última obra Retrato de una vida (1972-73) echa la vista atrás y reúne momentos de su propia vida con eventos sociales y políticos de los últimos 50 años. Incluye motivos recurrentes en su carrera artística como imágenes de moda, arte africano, y fotos de plantas y animales.

Aunque con problemas visuales en sus últimos años, Hannah Höch siguió trabajando sin descanso prácticamente hasta el final de su vida para mostrar los aspectos de la vida moderna con los que estaba en desacuerdo. Siempre atenta a la sociedad del momento, ni la política, ni la cultura de masas, ni la posición de la mujer, escaparon a sus dardos cargados de ironía.

A pesar de que sus colegas le negaron el lugar que se merecía dentro de los círculos artísticos, Hannah Höch es considerada hoy en día como una figura clave dentro del dadaísmo. Pero fue mucho más que eso, pues durante los más de 60 años que estuvo activa, creó una obra muy personal y de gran eclecticismo que no estuvo sujeta a movimientos ni estilos.

Antes de su muerte en 1978, se le dedicaron dos amplias retrospectivas en el Museo de Arte Moderno de la Villa de París y la Galería Nacional de Berlín, ambas en 1976, y tras su muerte, en el MoMA en 1997, en el Museo Reina Sofía en el 2004 o en la Whitechapell en 2014.

Espero que hayáis disfrutado con este repaso a la vida y obra de Hanna Höch, y ¡recordad que el domingo que viene os esperamos en Woman Art House con más artistas!

Etiquetas: , Última modificación: 28 diciembre, 2023