La exposición Marginalias, organizada por el Museo Reina Sofía, es la mayor y más exhaustiva retrospectiva dedicada a la artista Ida Applebroog (Nueva York, 1929) hasta la fecha, abarcando más de cinco décadas de su trayectoria. Las más de 200 obras y ocho instalaciones que presenta abordan de forma crítica cuestiones que le han preocupado a lo largo de su vida, como la indefinición de los límites entre lo privado y lo público, las violencias que subyacen tras las relaciones patriarcales normalizadas, el creciente proceso de medicalización de las sociedades avanzadas o la insensibilización del dolor ajeno que asume el discurso mediático, entre otras.
Applebroog se sirve de una amplia gama de medios y materiales -dibujos, acuarelas, pinturas, esculturas, libros de artista, instalaciones, etc.- para llevar a cabo sus obras sin renunciar al humor y la ironía, indagando con crudeza en los vicios atemporales de nuestra sociedad. Obras en las que lo teatral y lo performativo juegan un papel fundamental y reclaman un espectador activo que se implique en su interpretación a partir de su propia vivencia.
Su posicionamiento como pionera del feminismo, su propuesta del objeto como elemento performativo y la variedad de su producción son los pilares de una práctica que comenzó como estudiante en el Art Institute de Chicago, ciudad a la que llegó en 1956 desde su Nueva York natal, donde estuvo matriculada en el New York State Institute of Applied Arts and Sciences. Tras un intenso periodo de doce años en Chicago, que Applebroog recuerda como la etapa más enriquecedora y feliz de su vida y que le dejará huella en su querencia por la figuración y la temática del cuerpo, se estableció en San Diego, California, con su marido y sus cuatro hijos. Fueron años difíciles que precipitaron una depresión profunda, y en última instancia, una crisis nerviosa que le llevó en 1969 a ingresar en el Mercy Hospital de San Diego. Los meses de convalecencia le permitieron una introspección que le ayudó a perfilar su verdadera identidad.
En 1974 regresó a Nueva York y se asoció al colectivo feminista Heresies -en 1992 también se integraría en la Women’s Action Coalition (WAC)- participando de forma activa en esta organización junto con, por ejemplo, Mimi Shapiro, Judy Chicago o Lucy Lippard, con quienes ya había tomado contacto durante su etapa anterior en Chicago. En este contexto, sus obras adoptan un enfoque explícitamente feminista y desarrolla una crítica a la sociedad patriarcal como un síntoma más de una sociedad enferma y sometida.
A este respecto, la comisaria de la exposición, Soledad Liaño, señala en el catálogo que Applebroog “critica de forma abierta la sociedad patriarcal encallada dañinamente en nuestro mundo, sin embargo, lo plantea como un síntoma más de una disfuncionalidad estructural global, de la que Ida nos recuerda con insistencia que somos títeres”.
Por otro lado, la centralidad de lo performativo se hace visible, por ejemplo, en todos los teatrillos que desarrolla la artista entre 1975 y 1977, en los que, teniendo como uno de sus grandes referentes a Samuel Becket, presenta una serie de patrones que se repetirán en trabajos posteriores: el pergamino como soporte; el uso de un dibujo simplificado cercano al cómic; el motivo del telón; o la repetición mecánica de escenas, que remiten a las convenciones sociales que atrapan a los personajes. Con estos escenarios pone de relieve la dimensión de ficción que tiene toda experiencia vital y las inercias sociales tóxicas que condicionan la existencia de las personas, según indica Soledad Liaño.
A partir de la década de los ochenta, Applebroog va abandonando el formato más intimista y comienza a crear grandes lienzos individuales que en ocasiones se plantean como instalaciones de conformación abierta y variable. En algunas de ellas, retrata a una sociedad enferma, poniendo de manifiesto la preocupación de la artista hacia un mundo medicalizado. El lenguaje y los conceptos clínicos que utiliza subrayan la vulnerabilidad del enfermo, la intercambiabilidad de los roles de médico y paciente, y la inconsistente línea que separa la cordura y la locura.
Como explica Soledad Liaño, “la práctica artística de Ida Applebroog es sobre todo un medio para interactuar con la realidad y hacernos partícipes de una representación maquiavélicamente orquestada de la vida. Nos cede sin embargo la responsabilidad y voluntad de decidir qué rol queremos desempeñar en ella. La versatilidad plástica de su trayectoria se debe a la resistencia de la artista a ser encorsetada en clichés de discursos hegemónicos y unívocos. La obra de Applebroog ofrece enfoques muchos más amplios y coyunturales que retratan la máquina social en toda su complejidad”.
Fechas: Del 2 de junio al 27 de septiembre de 2021
Lugar: Museo Reina Sofía, Madrid