Virgina Woolf se preguntaba “¿cómo se puede seguir un día más en esta absurda ficción masculina?”. El hombre ha sido la medida de todas las cosas, se le ha atribuido la representación de la humanidad y es el encargado de crear y mantener todo tipo de construcciones socioculturales: definiciones, roles, estereotipos, etc, distorsionando la realidad.
Lo bello no es más que otra construcción sociocultural que una minoría ha definido y ha decidido lo que se debe y no se debe hacer para alcanzarla. Los estándares de belleza no son fijos; A lo largo de la historia hemos pasado de figuras esbeltas e infantiles, a chicas Pin Up y cuerpos en forma de reloj de arena, cuerpos atléticos o la obsesión por estar delgada como una supermodelo de los 90. Llegando a las mujeres del siglo XXI que no sufren pobreza y mueren de hambre por una epidemia llamada anorexia.
Germaine Greer explica en “La mujer completa” el círculo vicioso en el que se mueve la belleza, la salud, el autoestima y el mundo capitalista en el que vivimos. La verdad y lo triste es que por muchos que sean tus méritos siempre te exigirán que seas guapa, por mucho que lo seas deberás de mantenerlo a pesar del paso del tiempo y aun así, nunca serás lo suficientemente bella para alcanzar “la perfección».
Ahora los medios de comunicación y las redes sociales son el vehículo de transmisión de esa presión estética. Vivimos en un mundo lleno de información y de imágenes cargadas de emotividad ficcional creadas a partir de un ideal de belleza inalcanzable. Naomi Wolf en “El mito de la belleza” explica cómo la belleza es un arma política contra la mujer “al liberarse de la mística femenina de la domesticidad, el mito de la belleza vino a ocupar su lugar y se expandió para llevar a cabo su labor de control social” e identifica la cirugía plástica como síntoma de la sumisión de las mujeres a los estándares comerciales de la belleza “los cosméticos son un problema cuando las mujeres se sienten invisibles o inútiles sin ellos”.
Las obras de arte han servido para difundir toda esta clase de tópicos y estereotipos (ya lo denunciaron las Guerrilla Girls). Las mujeres somos los seres sexuados y el desnudo femenino ha sido un tema clave en el arte occidental sometido a todo tipo de idealizaciones y deseos masculinos. Las imposiciones en torno al cuerpo de la mujer bello han estado cimentadas sobre la sexualidad y la sensualidad de sus cuerpos pasivos y relajados a la merced de la mirada masculina frente al cuerpo del rey, del héroe, del hombre atlético, símbolo de poder, fuerza e inteligencia. El cuerpo ha sido tratado como un objeto al que poseer y ser manipulado. Al igual que todo lo relacionado con la sexualidad, la salud, el estado físico o la capacidad reproductora de las mujeres.
Las artistas feministas son conscientes de que la pintura y el arte en general estaban y están sobrecargados de la mirada patriarcal.
Fue el accionismo vienés el que puso al límite el cuerpo desde el dolor, el sufrimiento y los fluidos de una forma grotesca y violenta desafiando todas las convenciones éticas y morales. En los años 70 son las artistas del Cunt Art las ponen encima de la mesa sus propios cuerpos para denunciar la violencia. Utilizando los mismos códigos para mostrar cómo estos dañaban a las mujeres o invirtiéndolos. La contribución de estas artistas que utilizaron sus cuerpos como herramientas para denunciar la violencia es innegable.
Recogiendo el lema “lo personal es político” qué mejor forma de hacerlo con tu propio cuerpo y eso es lo ha hecho Mireille Suzanne Francette Porte, ORLAN, una artista feminista francesa que utiliza su propio cuerpo como artefacto. Ella es la obra y la artista.
En una de sus primeras obras en 1964 se da a luz a sí misma -Orlan S’Accouche d’Elle M’Aime- . En 1977 realiza una performance que le costó su expulsión de la Escuela de Arte donde daba clases en Lyon, llamada -Le baiser de l’artiste-, donde vendía besos por cinco francos detrás de una fotografía de su cuerpo desnudo.
Pero quiero hablaros de La reencarnación de Saint Orlan, una obra de 1990 con la que inventó el concepto del Carnal Art y cuenta con su propio manifiesto.
A través de una serie de operaciones estéticas “Una performance radical para mi misma y más allá de mi misma” se convierte un ser híbrido compuesto por partes de obras de reconocidos artistas elegidas más allá de su lugar en el canon de la belleza:
La barbilla de la Venus de Boticcelli, la frente de la Monalisa de Leonardo Da Vinci debido al canon de belleza o anti-belleza que representa porque Orlan plantea que Leonardo Da Vinci esconde detrás de ella su propio autorretrato y que de esa manera comenzó a cuestionar su identidad. La boca de “El rapto de Europa” de Boucher por su condición aventurera, los ojos de la Psique de Gérôme por la fragilidad y vulnerabilidad de su alma y la nariz de una escultura de Diana porque no mantuvo una actitud sumisa frente a otros dioses y hombres.
Con esta serie de operaciones quiere romper con los fundamentalismos identitarios radicales e insistir en la eliminación de las fronteras de género “Yo soy una hombre y un mujer”, históricas, culturales… incluso la frontera que separa vida y arte.
Nueve operaciones como verdaderas representaciones teatrales pero sin ficción , recogidas en vídeo o en fotografías dirigidas por la propia Orlan ”Yo me modelo a mi misma” haciendo visible algo invisible. Una serie de imágenes no aptas para una sociedad a la que considera anestesiada.
A lo largo de las intervenciones se la puede ver hablando con los cirujanos y recitando poemas ya que para ella el vínculo entre las operaciones y el texto que recita es el auténtico soporte de la obra de arte. La artista permanecía consciente en todo momento porque no cree en el dolor ni en el sufrimiento. Una crítica a la idea del cuerpo “como cárcel del alma” según Aristóteles y a esa idea de cuerpo doliente y sufridor infundida por el Cristianismo. Orlan se ha apropiado de la imagen de Santa Teresa o de la virgen y en varias ocasiones se ha fotografiado con su vestuario. Incluso midió el Vaticano con su propia unidad de medida, el Orlan-Cuerpo.
Orlan transforma su propio rostro para denunciar la sumisión y la esclavitud de la mujer a unos cánones de belleza determinados y la ideología consumista. “Siempre lo más difícil de soportar es que una mujer haga lo que quiera con su cuerpo, no lo que se espera que debería de hacer. Queremos tener un cuerpo y gozar de él más allá de lo que nos enseñan”.
Orlan intuyó la aventura de la transgresión y la posibilidad de crítica a la misma: “La belleza es el resultado de factores geográficos, culturales, sociales, por eso me centro en presentar otras imágenes que no están en la categoría de lo que se considera bello. Me hice poner en las sienes dos implantes que normalmente se ponen las mujeres que quieren resaltar sus pómulos para rebatir las imágenes impuestas por la publicidad, la televisión…”
El feminismo está comprometido con erradicar cualquier tipo de violencia. A veces es una violencia invisible que crea inseguridades innecesarias e impresiones erróneas en torno lo defectuosa que eres para que compres un producto inútil para mejorar tu pelo, tu cara o tu cuerpo. Resulta agotador tener que comentar, comparar y justificar nuestros cuerpos. Una violencia que no es fácil de reconocer por lo interiorizada y aceptada que está socialmente. El sufrimiento por estar bella es un dolor gratuito que llega a destrozarnos.
Etiquetas: ORLAN Last modified: 13 septiembre, 2023