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Dionnys Matos

Escrito por: Crítica de arte Miami Pintura

Los mares como espejos de Dionnys Matos

¿La ola no tiene forma?
Octavio Paz

El mar, debajo de sus azules y verdes, esconde un espejo… Pienso esto mientras veo la muestra PLUNGE, del artista visual Dionnys Matos, quien nació en 1991, en Cuba, una isla cincelada por las olas.

Retrato de Dionnys Matos

La forma minuciosa con que Matos detalla la voluptuosidad del agua, lo que la luz despierta en ella, hace que uno sienta ganas de nadar, de saber qué hay del otro lado de esos mares que surgen en sus lienzos como evocaciones…

¿Qué recuerda el artista mientras pinta el mar, mientras lo inventa?

En estas pinturas están presentes las barandas y las piscinas vacías, que ya son un tema recurrente en la obra de Matos. Mientras observo una de estas barandas, pintadas de un rojo fresa, frente a una piscina que no tiene fin, la piscina metamorfosea en océano. En un océano muy personal.

“The void  is also a presence”, (Plunge. Oil on canvas, Dionnys Matos, 2024).

La diferencia entre el océano real y el océano que puede ser una piscina, es que el océano real contiene la profundidad infinita, lo inextricable, la existencia de depredadores… El océano que llega a ser una piscina contiene lo que somos nosotros cuando entramos en ella.

Frente a las piscinas vacías de Matos, no puedo dejar de comparar estos símbolos de la debacle y el olvido con Cuba, un país que ha dejado de ser. La vacuidad que en ellas se empoza, esa sensación de lo que ha sido y ya no, te obliga a reparar en las consecuencias de la pérdida.

“At the beginning it was red”, (Plunge. Oil on canvas, Dionnys Matos, 2024).

Y sospecho que Matos, al pintar el deterioro de estas estructuras construidas para la interacción humana y la diversión, ha querido hablar de la ausencia, de la desmemoria, del dolor de recordar cuán profundas son las aguas del pasado, en las que nadamos, quizá, alguna vez.

En la calle primera de La Habana, en ese límite de la ciudad con el mar, una piscina vacía sucede a una piscina vacía; pertenecían a personas ricas que abandonaron el país después del año 1959. Esas casas tenían por patio las olas. En algunas de estas piscinas olvidadas todavía entra el mar, como una lengua entra en una boca, y las desborda. En otras, la espuma apenas llega, y se han convertido en lagos tristes, donde el sol pálido de las tardes se ahoga bajo el vuelo de los pelícanos…

“Soft breeze in the empty pool“, (Plunge. Oil on canvas, Dionnys Matos, 2023).

Hace poco fui a ver esas piscinas para escribir/pensar sobre la obra de Dionnys Matos. El salitre les había devorado los mosaicos, dejando fragmentos de rojos y azules, de amarillos, en los muros desvencijados… La forma que alguna vez tuvieron era improbable, y a lo lejos, después de mucho caminar, vi un par de barandas para descender a esa gran piscina que es el mar.

Brillaban bajo el sol como lentejuelas.

“Light and salt”,  (Plunge. Oil on canvas, Dionnys Matos, 2024).

Y yo solo podía pensar, viendo esas viejas piscinas, en canciones de amor, en postales borrosas, en cartas que nunca se enviaron, en esta tristeza de los países enfermos, de la gente dejada a su suerte. Las olas iban y volvían cada veinte segundos, con el tiempo perfecto de una venganza, y las barandas brillaban con la belleza y la nostalgia que logra captar Matos en esta serie.

Viendo otro de los cuadros, donde un profundo aguamarina titila en lo que parece el mar antes que anochezca, advierto que el agua nunca es lo que vemos, que siempre es reflejo de algo o de alguien más. Todas las aguas son espejismos y mentiras. Y esta verdad que ese mar me canta, solo por veinte segundos, me entristece.

Y la emoción cambia en el tiempo que tarda en volver una ola.

Uno, dos, tres… veinte segundos.

Matos ha logrado que sus pinturas nos produzcan las emociones que el mar despierta. Sus cuadros son visiones que estimulan estados de ánimo. Esa es la virtud mayor que hay en esta serie, que nos sitúa frente a fragmentos del agua que nos descolocan, que nos conmueven; que nos recuerdan eso que a veces se difumina con las compras, viendo programas de TV, pasando reels en el móvil, escogiendo la mejor marca de pasta dental… ¡Podemos llegar a sentir tanto…!

Son pinturas que estremecen nuestra vida desde su aparente delicadeza. Y quizá solo lo que sentimos ante el amor pueda compararse con lo sentimos ante el mar. Ese tambaleo. Ese no saber. Ese sumergir el cuerpo en lo desconocido. En lo que nos hace descubrirnos más. Quizá lo más sagrado que nos ha dado el mar sea esto, la gratuidad de sentirnos vivos, con solo verlo…

S/T  (Plunge, Oil on canvas, Dionnys Matos, 2024). 

Unos verán en estos cuadros el mar como una nostalgia. Y otros verán en ese mar su propio rostro. Y otros, allá a lo lejos, después de las olas que se levantan como montes, que se tardan solo veinte segundos en volver, verán un barco en el que va su amor, “adiós”, lo escucharán decir, como un vals que se pierde entre las olas.

Y otros verán las piscinas de su niñez, y hasta habrá quien vea en estas historias que el agua nos cuenta, algo del futuro. Porque el agua, debajo de sus azules y verdes, esconde un espejo. Un espejo que muestra nuestra soledad, nuestra esperanza y nuestro dolor. Lo que somos, sin piedades…

Hace años, en un bar de Irlanda, escuché a un tabernero decir que no existían las sirenas.

“No existen, no existen las sirenas. La única mujer que puede cantar hasta enloquecernos es el mar”.

Porque el mar, debajo de sus azules, de sus verdes, esconde el reflejo de nuestra existencia. Esto lo sabe bien Dionnys Matos, que ha pintado estos mares con la ferocidad de quien pinta espejos.

Lejos, hay dos barandas rojas. En el medio del mar violento, bajo el sol del mediodía. No sirven para subir, ni para bajar. Solo sirven para estar ahí, entre el tiempo en que vuelven las olas.

Uno, dos, tres… veinte segundos.

Uno, dos, tres… veinte segundos.

¿Qué recuerda el artista mientras pinta el mar, mientras lo inventa?

“Two waves from the front”,  (Plunge, Oil on canvas, Dionnys Matos, 2024). 

PLUNGE, está abierta al público desde el pasado 17 de marzo en Edge Zones Center of Contemporary Art, Miami (3317 NW 7th Ave.) y se podrá apreciar hasta el 7 de abril.

Etiquetas: , Última modificación: 25 marzo, 2024