‘’Para Cassirer, […] la mente humana en toda su complejidad [era] la que moldeaba nuestra concepción de la realidad, diferenciándonos del animal al permitirnos habitar un mundo simbólico en el que compartimos sentido y ordena la experiencia. […][L]as formas simbólicas, como el mito, el lenguaje o la propia ciencia, que conforman objetos de conocimiento, distorsionan la forma de la realidad, y en esa distorsión habitamos’’.
Capítulo ‘’Erwin Panofsky y el método iconológico’’, en el libro Teorías contemporáneas del arte y de la literatura. 2021. Gabriel Cabello Padial.
El investigador Gabriel Cabello Padial, especializado en arte, recoge en la introducción una explicación muy concreta de las tesis del filósofo Ernst Cassirer. En síntesis, Cassirer consideró que los seres humanos diseñamos las formas adecuadas para poder manejarnos ante la realidad, creando las herramientas necesarias para interpretarla y trabajarla con precisión.
En este punto, la pintura de Antonio Calleja (Madrid, 1960) se encuentra en consonancia con este modo de abordar la existencia humana. De hecho, nuestro protagonista se erige como un pintor que visibiliza el valor del arte como un objeto de conocimiento más, incluso superando en utilidad al resto de objetos de conocimiento citados por Cassirer al inicio, es decir, el mito, el lenguaje y la ciencia. Siguiendo nuevamente al filósofo, ‘’[l]a ciencia significa abstracción y la abstracción representa, siempre, un empobrecimiento de la realidad. […] Lo que denominamos verdad racional o científica es superficial y convencional. El arte significa la evasión de este mundo convencional hueco y estrecho; nos conduce de nuevo a las fuentes verdaderas de la realidad’’ (Ernst Cassirer, Antropología filosófica: introducción a una filosofía de la cultura, 1944).
El arte posibilita nexos distintos con la realidad, ya que no hay una necesidad de abstraer y categorizar lo visible-tangible para comprenderlo. En lugar de esto, permite explorar nuevas ideas, establecer hipótesis y teorías diversas, observando la realidad de manera alternativa a la ‘’superficial y convencional’’ que nos ofrece la óptica científica. En definitiva, la praxis artística tiene la ventaja de estar relativamente libre de métodos restrictivos, visibles sobre todo en la ciencia matemática, pero lo cierto es que resultan comunes a las demás ciencias. Partiendo de una base la cual, de manera inevitable, ya ha sido analizada por la ciencia —los fundamentos de los materiales y de las técnicas artísticos—, Calleja emplea el arte de modo trascendente. Si la humanidad distorsiona la realidad para vivir en esta, nuestro protagonista busca caminos desiguales para entenderla y, por tanto, ser-estar en la existencia, ahondando en cuestiones que incluso podemos considerar metafísicas. El pintor va allá de la distorsión en la que habitamos, la cuestiona y abre un campo vasto de posibilidades para reflexionar y seguir investigando. Por su escepticismo, siempre duda de la absoluta viabilidad del conocimiento que tenemos hoy día, pues no deja de estar fundado simbólicamente; nada viene dado de antemano, por lo que los seres humanos han ido construyendo las pautas para entender la vida, desde el descubrimiento del fuego hasta la creación e implementación de la inteligencia artificial en los dispositivos electrónicos, por citar dos hitos en nuestra historia. Aparte, toda ciencia va evolucionando, por tanto, no cree en que los actuales modos de pensar sigan totalmente vigentes con el paso del tiempo; la transformación es constante.
A este respecto, Calleja, en calidad de artista-investigador, pone de manifiesto un asunto relevante y a la par invisibilizado: el uso de las manos. El filósofo Manuel Ángel Fernández Lorenzo desarrolla el concepto pensamiento hábil, pues ‘’propone, creando una palabra nueva, el método operatiológico, esto es, el punto de vista de las operaciones como hilo conductor de nuestras explicaciones de los fenómenos. […] Como canon de este método tomamos la manualidad misma, las manos contempladas en sí mismas y no como un mero instrumento del alma o del cerebro’’ (Manuel Ángel Fernández Lorenzo, entrevista al autor publicada en su libro Introducción al pensamiento hábil, 2007). En efecto, concederle trascendencia al empleo de las manos para entender lo que nos rodea es un hecho capital, a pesar de que pueda parecer baladí. Interroga la validez del visiocentrismo y reconoce que la mente y el cuerpo se desarrollan a la par. Además, estas tesis también dan visibilidad a la cuestión de que cada persona es diferente, por tanto, la percepción de la realidad visible-tangible puede cambiar según el sujeto operante.
Las pinturas rupestres del Paleolítico son admiradas por Calleja al tratarse de los inicios del arte, aunque este argumento puede ser interrogado, parangonando la pintura y la talla con la danza, la cual fue apreciada por Susanne Langer como el primer arte, basado en el movimiento que podemos hacer con nuestro propio cuerpo sin medios auxiliares. En cualquier caso, lo que sí marca la pintura y la escultura paleolítica es la comprensión más profunda de la realidad, dotándola de simbolismo, ya fuese para reflejar el entorno o bien para entrar en connotaciones distintas. El medio comienza a ser extensión del yo, a través de las manos y sus labores, para apoderarnos de este y aprehenderlo.
Así, nuestro protagonista utiliza materiales y técnicas tradicionales para dar una vuelta de tuerca a la manera de concebir la realidad. Si bien usa numerosas veces la técnica mixta, mayoritariamente esta se asienta en el acrílico sobre lienzo; de forma puntual intercala materiales adicionales que ensambla en sus composiciones, dotándolas de tridimensionalidad y enriqueciendo su complejidad a nivel de significado. De cualquier modo, el lenguaje plástico convencional, acompañado de la asiduidad de Calleja por recurrir a la pintura abstracta, remarcan la significación que tiene para él la parte manual del proceso. Resulta que en sus obras la gestualidad también está muy presente. El juego visual y táctil rompe con la dualidad psique y soma, y abraza teorías alternativas; interpretaciones novedosas para acercarse al mundo. Esto es especialmente reseñable en su serie La galaxia mente (2023-2024), que juega con la abstracción al ser pintura arrepresentacional, pero es inevitable conectar la apariencia de algunas de las composiciones con las imágenes que ilustran agujeros negros reales, al menos teniendo en cuenta nuestros métodos actuales para registrar estos objetos astrofísicos tan particulares. Nuestro autor ha repensado en torno al universo en más de una ocasión y son reseñables algunas de sus exposiciones en Nueva York y Chicago, las cuales tienen como trasfondo este tema de una manera u otra; podemos citar Informed universe (New Art Center, Nueva York, 2012) y The time and the space (Blanc Gallery, 2011).
Sin embargo, Calleja quiere dejar constancia de estos y otros eventos interestelares, no tanto desde un punto de vista iconográfico, pero sí simbólico. En La galaxia mente, el artista se centra en pintar obras con aspecto de enormes círculos concéntricos, donde el aparato gestual resulta crucial. Su intención principal es ligar el cosmos con la mente, recordando cómo la forma que tienen los diversos componentes del universo, centrándose en las galaxias, se vincula con la estructura neuronal del cerebro. Aquí, el agujero negro, con su disco de acreción, que aparentemente extermina toda la materia con su extrema gravedad, aborda el fin de una parte del universo cognoscible. Se trata de una metáfora sobre la mente renovando sus ideas, rompiendo con los esquemas prestablecidos, para generar una nueva conciencia y un pensamiento alternativo a los problemas actuales.
Al establecer una comparación a priori dispar, pero que puede tener sentido tanto en cuanto universo y cerebro son esencialmente un conjunto jerarquizado de elementos que están interconectados, el artista se aventura para hallar vías innovadoras de investigación, incidiendo en las múltiples maneras de llegar a generar nuevo conocimiento, sobre todo a partir de una óptica holística.
Imágenes cortesía del artista.