El último proyecto del artista Grip Face titulado “I found your cosmic lockup costume” es una escultura efímera site specific instalada en una de las canteras subterráneas más antiguas del Mediterráneo. Se trata de un proyecto en el que el artista lleva tiempo trabajando para poder acceder de forma furtiva a esta cueva y poder contar su historia.
Esta obra es un reflejo del momento en el que nos encontramos como sociedad, un mundo que se tambalea y cambia constantemente. Ponerse la armadura para protegerse de lo que pueda pasar en este mundo. La obra estuvo instalada durante 24 horas en el lugar ya que el artista quería intervenir el lugar de la forma menos agresiva posible.
En una postura aparentemente cómoda y tranquila -con los brazos alrededor de las piernas en un gesto protector-, una extraña entidad luminosa pierde lentamente el aire que circula por su cuerpo hasta que se tumba, desangrándose: se parece a un erizo explorador que, al salir al mundo exterior y alejarse poco a poco de su hábitat, es sorprendido por el brillo de los faros y arrojado bruscamente a una zanja. En un espacio íntimo, lejos del ruido del mundo y de su inherente masificación masiva, David Oliver instala un disfraz efímero al alcance de unos pocos privilegiados; en su refugio -una cantera subterránea- este ser se esconde de una sociedad que rechaza, de la que ha decidido activamente no formar parte. La desilusión con el sistema perfectamente articulado del mercado del arte se manifiesta en forma de espinas, que apuntan directamente a los artistas: la máscara es, pues, a la vez arma y armadura, ataque y defensa, danza y contención.
Es un momento complejo para Oliver; A menudo a gusto en entornos desolados, busca proyectos que le hagan sentirse vivo y le devuelvan el uso de su lenguaje esencial. Acostumbrado a trabajar fuera del circuito de galerías y museos, esta necesidad de habitar los márgenes no será ajena a quien se haya abandonado por completo al acto creativo: en un sistema en decadencia, rodeado de campos de batalla abiertos sembrados de minas antipersona, es necesario continuar la búsqueda de lo familiar, lo cálido, lo suave y lo mullido. Delicado con su entorno, el artista propone una escultura suave y específica para el lugar, que se adapta a su contenedor y, lejos de ser invasiva, le otorga una nueva dimensión: la universalidad se convierte en refugio. El silencio y la reflexión se apoderan de los espacios y nos invitan a una introspección tan fundamental como ineludible.
Texto curatorial de Ana Irene Sainz
