Baga, biga, higa /Laga, boga, sega,/Zai, zoi, bele,/arma, tiro, pun!/Xirristi-mirristi/gerrena plat,/Olio zopa/Kikili salda,/Urrup edan edo/ klikIkimilikiliklik 1
La Galería José de la Mano continúa con la encomiable y necesaria labor de recuperación y reivindicación de los grandes nombres del arte español, algo que se ha convertido ya en seña de identidad de la casa. Artistas que, estando presentes en las grandes colecciones internacionales, tanto privadas como públicas o institucionales y pese a haber colocado durante un importante periodo histórico la plástica de nuestro país en el centro de las miradas e intereses internacionales, parecen haber caído en el olvido o como mínimo, en el desuso.
Tras la magnífica muestra sobre Aurelia Muñoz, la galería nos presenta ahora el trabajo menos conocido de Agustín Ibarrola (Basauri – 1930). En ambas exposiciones queda patente la enorme modernidad y actualidad de sus discursos que sin duda pueden ser fuente de inspiración para la creación contemporánea y contribuyen a la elaboración de un nuevo relato, más exacto, acerca de la historia de nuestro arte reciente.
Ibarrola siempre ha sido un artista comprometido con la sociedad y con el arte y en consecuencia incómodo, irreductible. De Vázquez Díaz aprendió las raíces de la pintura, con Oteiza asimiló el análisis de las dimensiones espaciales, con Mortensen el color y su ausencia. De su paso por el Equipo 57, año nominal en el que precisamente también se inaugura el grupo El Paso, penetró en la interacción del espació plástico pero también colectivo (colaborativo) y el social. Precisamente y atendiendo a las palabras de Mikel Lertxundi, comisario de la muestra, las piezas presentadas formaban parte de un proyecto instalativo más amplio en el que la abstracción pura de estas obras marcaba el contrapunto visual y conceptual con un conjunto mural en el que reinterpretaba el Guernica de Picasso. Este proyecto presentado en 1980 en la Sala Municipal de Exposiciones de Barakaldo coincidía con el inicio de los trámites emprendidos con el gobierno español para el traslado de la obra de Picasso, desde el MOMA de Nueva York donde estaba custodiado, a nuestro país, constituyendo una autentica declaración de intenciones que designaba el lugar “natural” donde debía residir la obra.
La selección de obras presentada pertenece por lo tanto al periodo, dentro de la producción de Ibarrola, comprendido entre los años 1973 y 1979, momento en el que comienza a abandonar paulatinamente su producción más reconocible, basada en una pintura social, figurativa, cuya temática reflejaba y ensalzaba los valores del mundo obrero e industrial en un periodo políticamente convulso.
Las piezas que nos ocupan, marcan un punto de inflexión en el desarrollo artístico de Ibarrola ya que pocos años después, entre 1982 y 1985 comenzará a experimentar con su particular concepción del Land Art interviniendo el Bosque de Oma (Omako Basoa) situado en la reserva de la Biosfera de Urdaibai en Vizcaya.
La síntesis entre estos dos periodos quedaría marcada por una vuelta a lo esencial e inmutable, a los valores puros de la existencia tratando de determinar qué lugar ocupa en ellos el juego de la representación. El artista parece haber querido retornar a esos principios de los que una vez partió, mediante su acercamiento al constructivismo ruso y más concretamente a la vertiente marcadamente espiritual de Gabo y Pevsner en cuyo Manifiesto Realista expresaban: Todo es ficción, solo la vida y sus leyes son auténticas, y en la vida solo lo que es activo es maravilloso y capaz, fuerte y justo, porque la vida no conoce belleza en cuanto medida estética. La más grande belleza es una existencia efectiva2.
La máxima suprematista que trataba de evitar cualquier referencia a la naturaleza queda sublimada al abordar la naturaleza misma desde sus atributos esenciales, hecho este que lo acerca a presupuestos pitagóricos, entendiendo la forma como la apariencia visual del diseño del universo expresado en términos de figura, tamaño, color y textura. Una concepción mística que llevará a Madame Blavatsky a determinar que la geometría es la quinta llave que permite interpretar la vida. Continuando con los presupuestos de Pevsner y Gabo: Con la plomada en la mano, con los ojos infalibles como dominadores, con un espíritu exacto como un compás, edificamos nuestra obra del mismo modo que el universo conforma la suya, del mismo modo que el ingeniero construye los puentes y el matemático elabora las fórmulas de las órbitas3.
De este modo, la aparente distancia entre el Oma y las obras de la exposición se acorta y nos introduce en una dimensión mágico-simbólica que conecta el bosque como lugar mítico, poblado de poderosas entidades ancestrales, particulares y constitutivas del sentimiento vasco, que alimentadas por las fuerzas de la naturaleza y la mano del artista se expresan mediante la búsqueda, a través de los opuestos, de las dialécticas de las formas puras, del significado último del universo a través del discurso personal e íntimo, analítico y a veces doloroso, reflejado en los tramos a mano alzada, en las pequeñas imperfecciones en la pincelada a veces firme, a veces vibrante que genera una conexión casi ritual de Agustín con la magia.
1 – Uno, dos, tres, /cuatro, cinco, seis/siete, ocho, cuervos, /arma, tiro, ¡pum!/¡ Xirristi- mirristi!,/ asador, plato,/sopa de aceite,/caldo de pollo,/bebe de golpe o traga/ikimilikiliklik. Poema compuesto por Mikel Laboa en 1969 parte de los Poemas onomatopéyicos basados en el folklore tradicional vasco que funciona como suerte de llave o acceso para penetrar en el mundo mágico.
2 – Manifiesto Realista – Naum Gabo; Antoine Pevsner – 1920.
Artista: Agustín Ibarrola
Fechas: Del 15 de diciembre de 2020 al 6 de febrero de 2021
Lugar: Galería José de la Mano, Madrid
