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África en la Bienal de Venecia 2024

Escrito por: Bienal Venecia

África en Venecia, una propuesta de recorrido

La 60ª Bienal de Venecia dio su pistoletazo de salida el pasado 20 de abril bajo la dirección artística del brasileño Adriano Pedrosa, marcada por una temática general que pasará por ser una de las más explícitamente políticas que se han celebrado hasta ahora. Con el título “Stranieri Ovunque” o “Extranjeros en todos sitios”, Pedrosa ha planteado una fórmula sencilla pero tremendamente eficaz, que no deja indiferente e incluso ha llegado a ser percibida como provocadora para algunas personas. Bajo este paraguas temático, ha logrado alinear las propuestas artísticas de esta edición con una serie de tendencias cada vez más presentes en el arte contemporáneo, que tienen que ver con una reinterpretación decolonial de la historia del arte, la puesta en valor de voces no occidentales, indígenas y, en general, no normativas, el recurso a las prácticas artísticas colectivas y la inclusión de lo no humano o más que humano. 

1.CONGO The International Celebration of Blasphemy and the Sacred, CATPC, Renzo Martens, Hicham Khalidi, 2024. Photo by Peter Tijhuis.

Por otra parte, la referencia a los extranjeros ha sido interpretada como una indudable respuesta a la realidad política actual de Italia, con un gobierno cuya ideología descansa en un nacionalismo fundamentalmente excluyente y que ha declarado ya, a través de su Ministerio de Cultura, que tiene la firme intención de recuperar las instancias de decisión de las más importantes instituciones culturales del país. Sin ir más lejos, en el mes de marzo se anunciaba el reemplazamiento del hasta ahora presidente de la bienal, Roberto Cicutto, por el polémico periodista de extrema derecha Pietrangelo Buttafuoco. Recordemos que Cicutto había apostado por el nombramiento de directores artísticos no occidentales, como fue el caso de la última bienal de arquitectura con Lesley Lokko a la cabeza de una edición especialmente consagrada a África. Con Pedrosa, primer latinoamericano en ser director de la Biennale, quizás estemos ante una de las últimas oportunidades de asistir a una programación tan diversa e inclusiva. 

Quienes visiten este año la decana de las bienales experimentarán un sinfín de propuestas que a menudo desafían la idea fundacional de una articulación por representaciones nacionales, con artistas y comisarios de orígenes geográficos muy plurales. Y como es siempre difícil navegar por una bienal en la que se multiplican los espacios de exposición, aquí sugerimos un recorrido o selección cuyo hilo conductor es la presencia africana y afrodiaspórica, que ha tenido este año el mayor impulso hasta ahora, empezando por el récord de pabellones nacionales, pero también, en general, a través de la participación artística en muestras oficiales y paralelas.  

1.CONGO The International Celebration of Blasphemy and the Sacred, CATPC, Renzo Martens, Hicham Khalidi, 2024. Photo by Peter Tijhuis.

Giardini

En la propia exposición internacional, en la sección del llamado núcleo histórico del edificio principal de los Giardini, Adriano Pedrosa ofrece una revisión de la producción modernista del pasado siglo fuera de las fronteras occidentales. Esta es una de las pocas oportunidades de ver en un contexto más amplio las obras de artistas ya desaparecidos, absolutamente pioneros en sus países, como los nigerianos Ben Enwonwu o Uzo Egonu, que han tardado en empezar a ser reconocidos fuera de círculos más especialistas y que este año encuentran ecos en referencias dentro del propio pabellón nigeriano, o el sudafricano Dumile Feni, conocido popularmente como el “Goya de los townships”. 

Sin salir de los Giardini, varios pabellones occidentales han optado por destacar a artistas o curadores de orígenes diversos, muchos de ellos africanos. Los Países Bajos, con comisariado de Hichan Khalidi, han cedido su espacio a un colectivo de artesanos congoleños de la región de Lusanga, el Círculo de Arte de los Trabajadores de Plantación Congoleña (CATPC). El origen de esta propuesta está en una colaboración del artista neerlandés Renzo Marteens, que se inició en 2014 a través de talleres artísticos, y que se fue transformando con el tiempo en una serie de reclamos más políticos, relacionados con la explotación de las tierras en las que trabajan estos artistas y agricultores por parte de la multinacional británica Unilever, que ostenta una concesión desde hace casi cien años y que mantiene a los trabajadores de las comunidades de la región en pésimas condiciones laborales. El colectivo CATPC presenta en Venecia una serie de esculturas de metal fundidas en cacao y en otros productos directamente extraídos de las plantaciones, incluyendo aceite de palma derramado por algunos muros, en una intención no escondida de conseguir una muestra que no sea estéticamente agradable sino incómoda, interrogando las relaciones de las instituciones museísticas con la expropiación de tierras y epistemologías de otros territorios. La propuesta está además distribuida entre Italia y República Democrática del Congo, donde se ha construido para la ocasión una galería de arte efímera a efectos de retransmitir y de reproducir algunos de los hitos de esta participación en la bienal. 

1.CONGO The International Celebration of Blasphemy and the Sacred, CATPC, Renzo Martens, Hicham Khalidi, 2024. Photo by Peter Tijhuis.

El proyecto de Canadá, ”Trinket”, que podría traducirse como “baratija”, presenta una elegante obra de la artista  Kapwani Kiwanga con comisariado de Gaëtane Verna, ambas también con una relación personal directa con República Democrática del Congo. Dentro y fuera del pabellón, una serie de diminutas cuentas de cristal de Murano de diversos colores visten y habitan el espacio, desdibujando los límites entre el interior y el exterior del edificio. Estas cuentas de cristal fueron masivamente exportadas a partir de los siglos XIII y XIV desde el archipiélago veneciano a otras partes del mundo, sirviendo como material de intercambio durante el proyecto imperial colonial. Con el tiempo, fueron integradas en la cultura material de numerosas comunidades no occidentales, habiéndose perdido la memoria de las condiciones de llegada de estos elementos. Antes de dedicarse al arte, Kiwanga tuvo una formación en antropología y ciencias sociales que, sin duda, se sigue reflejando en su práctica, tanto en las temáticas como en la preocupación por la investigación previa. Su proyecto en el pabellón canadiense es minimalista, pero opera con gran eficacia, evidenciando intrincadas interacciones entre dinámicas de poder e intercambios transculturales desde el inicio de la Edad Moderna hasta nuestros días, y logrando vincular también a la propia Venecia con otras culturas. 

Pabellón de Canadá

Egipto el único país del continente en contar con un pabellón fijo, y también es uno de los pocos en haber conseguido alguna vez el León de Oro, junto con Angola. Este año, su propuesta ha sido especial por unificar en Wael Shawky a artista, curador, y hasta escenógrafo y compositor de la música de su pieza, un control total sobre la muestra que pidió el propio Shawky ante el reducido plazo disponible para preparar su participación. “Drama 1882” es primariamente una propuesta audiovisual, una performance registrada en clave teatral, en la que se narra un capítulo histórico de rebelión en Egipto durante el mandato británico y que, según el artista, se puede equiparar con la situación política que vive la subregión actualmente. Además de la proyección, el espacio interior está vestido y habitado por vitrinas, esculturas, pinturas y espejos, con una iconografía que remite al siglo XIX y los ajuares de las pudientes élites de la época, con cierto toque surrealista. En medio de esta galería, como traído directamente de un pueblo rural egipcio, inunda literalmente el espacio una gran escultura de arcilla que deja poca libertad para respirar y apreciar la escenografía propuesta, en el que de lo contrario ha sido uno de los pabellones más admirados por los visitantes. 

Pabellón de Egipto

También ha sido un éxito sin sorpresas la participación de Gran Bretaña que, después de recoger el oro en la pasada edición con Sonia Boyce y su celebración de mujeres músicas negras británicas, ha vuelto a apostar este año por un artista afrodescendiente, John Akomfrah. Nacido en Ghana y criado en Gran Bretaña, Akomfrah es uno de los nombres más respetados y establecidos de la escena del videoarte, dentro y fuera del país. Para esta ocasión, ha producido una asombrosamente prolífica serie multicanal con el título “Listening All Night To The Rain”. En ella se yuxtaponen archivos visuales y sonoros históricos con otros contemporáneos, un recurso recurrente en Akomfrah, pero que en esta ocasión insiste en la experiencia sónica, algo que está cada vez más extendido entre las prácticas artísticas contemporáneas y que ha sido muy evidente en esta edición de la bienal.   

Antes de dejar los Giardini, quizás sería legítimo preguntarse hasta qué punto podría incluirse en nuestro recorrido el pabellón francés, ocupado por el martiniqués Julien Creuzet, primer artista afrodescendiente en representar a este país. La isla de Martinica, que es oficialmente parte del estado francés, comparte una historia política y social con muchos otros territorios del Caribe y de África, cuyo núcleo común es el hecho colonial. Martiniqueses eran también pensadores y activistas esenciales en el pensamiento negro y decolonial, como Aimé Césaire, Frantz Fanon y Edouard Glissant, a quien alude directamente Creuzet en su obra actual en conceptos como el derecho a la opacidad o la relación de las sociedades deportadas con el océano. El interior del pabellón, en el que flotan coloridas esculturas que hacen pensar en criaturas marítimas, es una experiencia inmersiva que integra vídeo y música y que invita al espectador a deambular a sentirse parte de ella. 

BENIN Instalación por Romuald Hazoume

Arsenale

A lo largo de la existencia de la Biennale, una de las constantes ha sido la escasa presencia de pabellones africanos y, sobre todo, la irregularidad y falta de compromiso a largo plazo cuando los ha habido. Muchos de los países del continente que han participado alguna vez lo han hecho de manera esporádica, como en el caso de Mozambique, Madagascar o Ghana, sin continuidad posterior. La decisión de invertir en una participación nacional en Venecia es sin duda polémica dentro de los propios países, en un contexto a menudo difícil para las economías estatales, pero es importante, como muchos actores de las diferentes escenas culturales de África lo reclaman, por ser un factor de inclusión de estos creadores en redes artísticas internacionales, para la promoción de la producción del continente y el refuerzo de un ecosistema demasiado frágil y que se beneficia de poco apoyo por parte de las administraciones públicas. 

Así lo ha entendido desde luego el Ministerio de Cultura de Benín, un país que lleva años apostando con fuerza por la política cultural a través de la apertura de museos y el apoyo creciente a artistas y organizaciones nacionales. Su pabellón inaugural ha sido uno de los grandes éxitos de esta bienal. “Everything Precious Is Fragile”, comisariada por el nigeriano Azu Nwagbogu, es un canto a la espiritualidad africana y beninesa, un país que se reclama como cuna de la religiosidad vudú, y también un homenaje a la feminidad y el matriarcado contenida en toda esa cultura. Articulada a través del trabajo de cuatro artistas, entre ellos el pionero Romuald Hazoumé o el fotógrafo Ishola Akpo, la monumentalidad de las instalaciones en un entorno tan imponente, junto con la popularidad de las temáticas, era una receta sin fallas para triunfar entre el público. 

Sudáfrica es, junto a Egipto, el segundo país en contar con una participación más o menos regular desde 1994, año en que cayó el apartheid. En esta edición, el dúo interdisciplinar de Johannesburgo MADEYOULOOK’s proponen una instalación sonora inmersiva de una duración de 20 minutos, en la que se exploran temas en torno a la tierra y el agua, reflejados en la escenografía que se ofrece para ser habitada por los visitantes. Senegal es otro de los países que debuta en la 60ª edición veneciana, presentando el trabajo del pintor Alioune Diagne, una serie de lienzos figurativos creados a partir de un número infinito de minúsculos puntos que representan escenas de la vida cotidiana y espiritual de Senegal, utilizando una serie de recursos quizás demasiado manidos. 

NIGERIA . Yinka Shonibare CBE RA, Monument To The Restitution Of The Mind And Soul, 2023

Acceso Libre 

Paseando por Dorsoduro nos encontramos con otro de los pabellones más celebrados este año, el nigeriano que, para su segunda participación en Venecia, ha hecho una importante operación de comunicación, tanto digital como física. Y es que con anterioridad a la apertura de la semana profesional, ya eran visibles por calles y vaporettos los llamativos carteles verdes de la muestra “Nigerian Imaginary”. El proyecto es el resultado de una amplia colaboración entre instituciones privadas y públicas, con un presupuesto acorde, con impulso desde el museo MOWAA (Museo de Arte de África Occidental), situado en la ciudad de Benin City y cuya curadora de arte contemporáneo, Aindrea Emelife, es también comisaria del pabellón. Los nueve artistas participantes, incluyendo una aparición estelar del célebre Yinka Shonibare, han sido invitados a reflexionar sobre la idea de nación nigeriana desde el prisma del sueño y la utopía: sin caer en el pesimismo al mirar al pasado y las posibilidades de construcción de un país, en el momento de su independencia, que en algún punto del camino se desviaron, pero que están latentes en potencia. La muestra es rica y el Palazzo Canal es propicio para amparar una muestra de este tipo. Sin embargo, querer encerrar o cristalizar una supuesta idiosincrasia nigeriana en un solo pabellón era, obviamente, un ejercicio arriesgado, teniendo sobre todo en cuenta las dimensiones del país y la riqueza de su cultura. Emelife ha utilizado a veces dispositivos de exposición demasiado próximos al de los museo antropológico, yuxtaponiendo elementos de la cultura popular a modo de muestras etnográficas con los trabajos de una serie de artistas cuyas generaciones y medios no tenían nada en común. 

NIGERIA. Ndidi Dike, Blackhood A Living Archive, 2024

Costa de Marfil es uno de los países africanos que antes irrumpió en la Biennale, allá por los sesenta, y este año propone un pabellón que conecta la experiencia de la deportación africana hacia las Américas a partir de un concepto musical fundamental en el jazz, la “Blue Note”, un invento que remite a la resiliencia y a la creatividad de las comunidades afrodescendientes. Con curadoría de Simon Njami, responsable también del que fue el polémico pabellón africano en 2007 junto al angoleño Fernando Alvim, ha invitado a cinco artistas de varios medios, incluyendo a un togolés afincado en Abidjan, el pintor Sadikou Oukpedjo, que hace pensar en la declaración del título general. El plato fuerte de esta representación es, en coherencia con su título, la música, que está integrada en un club especialmente diseñado para la ocasión que cuenta con una programación de conciertos y jams de jazz principalmente.

Pabellón de Etiopia

Entre tal bombardeo de propuestas heterogéneas, se agradece asistir a una exposición más sencilla como la de Etiopía en su primera participación en Venecia, que presenta una serie de cuadros al óleo en grande y pequeño formato del artista Tesfaye Urgessa, con el aclamado poeta y escritor británico de origen etiope Lemn Sissay como comisario. Urgessa vive desde hace años en Alemania y fue anteriormente discípulo del maestro Tadesse Mesfin, y declara que su práctica figurativa está profundamente influenciada tanto por el neoexpresionismo alemán como por la iconografía tradicional etíope. A tan solo unos metros de este pabellón, siempre en la zona de Castelo, se encuentra el de Zimbabwe, uno de los países que está demostrando un compromiso constante con la cita veneciana a través del trabajo activo de la Galería Nacional y de su director, Raphael Chikukwa. Son seis los artistas presentados, en una exposición que destaca sobre todo instalaciones y esculturas realizadas en muchos casos a partir de objetos reciclados, con un resultado de gran fuerza plástica. 

PORTUGAL – Creole Garden © Mónica de Miranda

El pabellón de Portugal, muy cerca del puente de la Academia, ha contado con un equipo de comisarias-artistas con orígenes angoleño y caboverdiano: la fotógrafa Monica de Miranda, la historiadora y militante Sónia Vaz Borges y la coreógrafa Vânia Gala. Colectivamente, han organizado la exposición “Greenhouse”, que se inspira del concepto de Jardín Criollo elaborado por el filósofo Edouard Glissant, cuestionando la forma en la que suelo, tierra y fronteras están relacionadas con la política del cuerpo hoy en día. La exposición gira en torno a una serie de “jardines” o instalaciones vegetales, que en pueblan el interior del opulento Palazzo Franchetti funcionando como metáforas. El proyecto tiene además una vocación de laboratorio itinerante, que incluye a lo largo de todo el año performances y discusiones a modo de forum.

Etiquetas: , Última modificación: 14 mayo, 2024