La obra de Frank Martínez es un acontecimiento excepcional en el contexto de la nueva pintura cubana. Si existe un pintor de lo imposible y un atrevido capaz de llamar Hipotermia (en medio del calor de la isla) a una de sus series, ese es él. Frank se posiciona en el centro de todo tipo de paradojas y construye una realidad paralela a ese mismo mundo real que vive el cubano. Sus imágenes resultan auténticas radiografías de la contradicción. Ellas son depositarias del humor y de la ironía en tanto recursos que permiten sobrevivir al drama. Sobre el contenido de sus imágenes y la densidad semántica que las envuelve, nos habla el crítico -también cubano- Manuel Calviño. Aprovecho esta nueva entrada de La Comarca para presentar el trabajo de ambos. No deja de ser una ironía que este texto y estas imágenes se publiquen en medio de esta terrible ola de calor. La vida manda.
Frank Martínez bajo cero
Hipotermia es el título de la muestra personal de Frank Martínez emplazada en la capitalina galería Servando. Ocho dibujos sobre papel y lienzo, de gran y mediano formato, entre septiembre y octubre de 2021 han conformado la propuesta: suerte de continuación al proyecto homónimo que el pintor, grabador y dibujante sometiera a nuestra consideración en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales (CDAV) durante la pasada Bienal habanera.
Apreciar a profundidad las pinturas y los dibujos de Frank implica un proceso de decodificación iconográfica sustentado en tres aspectos. Primero: la seducción. Por lo general, se trata de piezas magníficamente ejecutadas, concebidas para el disfrute retiniano a partir de una marcada figuración y un exquisito despliegue técnico.
Luego, el conflicto. En sus composiciones, Frank suele mezclar dos planos de la realidad, irreconciliables entre sí, que provocan un roce, un chispazo, un choque, una sensación de extrañamiento en el espectador. Hay en sus obras algo que no “cuaja”, que no debiera ser, pero es. Estos peculiares noviazgos, esencialmente surrealizantes, acuden a lo narratológico o lo aluden por completo, en dependencia de los intereses del artista.
Por último, el título de las piezas; esto es: la piedra de toque que otorga sentido a lo que, desde una perspectiva racional, no lo tiene, pues cohesiona ambos planos de la representación en un texto visual de elocuente incoherencia. Curiosamente, una vez que leemos dichos títulos y comprendemos qué ocurre en las piezas, habremos efectuado –como observadores– el camino inverso al proceso creativo seguido por el artista, quien inicia la concepción de cada obra a partir de lecturas y referencias literarias. Conste que no hay espacio para la improvisación durante el ejercicio casi pictórico; tampoco se ejecutan bocetos como paso previo, aunque Frank suele trabajar a partir de collages fotográficos elaborados por él. En este sentido, su trabajo guarda puntos de contacto con los de otros artistas del patio que utilizan lo fotográfico como herramienta propiciatoria del ejercicio creativo.
Las piezas reunidas en Hipotermia constituyen excelentes ejemplos de ello. A la vez nos ofrecen una oportunidad ideal para practicar el algoritmo de decodificación antes propuesto. A simple vista nos cautivan y atrapan casi al instante. Una vez que enfrentamos las realidades que proponen, experimentamos con rapidez esa suerte de cortocircuito mental que nos hace arrugar la nariz. Aquí, una pelota de béisbol abandonada en la escarcha; acá, el icónico hotel Habana Libre rodeado por hielos eternos; allá, ostras abiertas o cerradas entre dunas de nieve. De la imagen saltamos a los títulos y es, en ese momento, cuando el extrañamiento cede paso a la iluminación. La notable carga semántica de la palabra escrita potencia la cáustica ironía presente en las obras, articulando un discurso mordaz, crítico, en estrecho vínculo con nuestra realidad inmediata.
Hombres de piel negra sumergidos en aguas glaciales cazan patos huyuyos mediante el taíno método de la güira en la cabeza; una palma real, de penacho congelado y tronco enterrado en permafrost, aguarda por los primeros rayos de un nuevo día; peces voladores que, en lugar de escapar del peligro, saltan directamente a sus fauces; una combinada cañera abandonada en la cellisca: mientras, detrás, arde una plantación… Es prácticamente imposible no identificar a Cuba en muchos de esos símbolos o ignorar el estrecho vínculo que los textos iconográficos propuestos por Frank establecen, auxiliados por la palabra escrita: nexos con períodos históricos o problemáticas de nuestro país. Así, títulos como Censo, Los de ahora, Campaña de frío, Deshielo o Quieto aluden a cuestiones vitales de nuestro devenir, como pueden ser la migración, los cambios de mentalidad en el cuerpo civil de la Nación o el reordenamiento de la industria agro-azucarera experimentado por la economía cubana en la primera década de 2000.
Envolviéndolo todo: la nieve, el hielo, la inamovilidad. Cada una de las piezas reunidas en Hipotermia nos habla de Tiempo detenido y rígido; de un pasado obcecado en perpetuarse, aunque haya muerto; de todo aquello que no cambia, que se resiste al cambio. En muchas de las obras palpita cierta dosis de humor. No se trata de un humor complaciente, que promueva la risa; antes bien, es sutil, cáustico, doloroso, afilado y delicado como una aguja de hielo. Es escalpelo adentrándose en heridas comunes, hurgando en ellas, develándolas, exponiéndolas con mordacidad, cuestionando estructuras de pensamiento, mostrándonos paisajes distópicos, atroces, posibles y, a la vez, inverosímiles. Paisajes miméticos que, en realidad, se corresponden con estados mentales, reflexivos; paisajes concebidos por el artista para exponer una idea, una tesis, un punto de vista; para revisitar la Historia y, a la vez, mostrarnos, en un llamado de advertencia, atisbos del peor futuro posible. Un futuro entumecido, estéril, inerme, silenciado y silencioso: un porvenir hipotérmico cuyas causas hunden sus raíces en el pasado.
Es siempre gratificante encontrar a un creador cuyas propuestas aúnen destreza técnica y profundidad conceptual. Frank Martínez es uno de ellos. Así lo evidencian las escenas bajo cero reunidas en la galería Servando. En ellas, las circunstancias virgiliana no han cambiado: el agua solo se ha trasformado en hielo y nieve. Pero seguimos tan rodeados (tan cercados) como antes. Hipotermia nos muestra las escasas prerrogativas impuestas por dicha circunstancia. Sin embargo, bajo la inercia y el entumecimiento, en la gélida prisión que impone el Tiempo inamovible, palpita la esperanza. Debidamente preservada, en estado de latencia, aguardando por el deshielo. Similar a esa palma de penacho congelado que espera, paciente, por los salvíficos rayos de Sol para desprenderse de los copos que la cubren y, así, iniciar la anhelada resurrección.
Maikel Calviño
Etiquetas: Andrés Isaac Santana, Frank Martínez Last modified: 8 septiembre, 2023