De la mano del artista Black Butter (Madrid, 1997), emprendemos un recorrido donde no nos podemos dejar engañar por la suave luz de la tarde, que se cuela por las ventanas y claraboyas de Gärna Art Gallery. El solo show de este joven artista, Hasta que salga el sol, la noche es infinita, comisariado por Juan Llano Borbolla, se divide así en dos partes: los monstruos de la infancia y el viaje introspectivo en la noche.
Comenzamos recibiendo a los monstruos del subconsciente, que emergen con la forma de unos llamativos seres con cabezas dentadas. “A principios del 2023 mis personajes no tenían rostro”, señala Pato (más conocido como Black Butter). “Eran agujeros en el lienzo, como cíclopes más cercanos al Informalismo, pero si es verdad que también tenían esa especie de pinchos alrededor de lo que podríamos llamar ‘la cara’. Ahora, mediante rotuladores y ceras me sirvo del tachismo para presentar estas cabezas que giran. Los pinchos se doblan en un ángulo recto para transmitir esa imagen de movimiento mental… se trata de ese momento en el que te quieres dejar llevar para descubrir lo que te pasa realmente, pero… por lo que sea… no puedes acceder a esa parte de ti. Entonces, es como una rueda que no termina de girar. Quiere hacerlo, pero se bloquea, se corta… Últimamente, este personaje aparece mucho en mi obra, porque representa la sensibilidad de ese complejo viaje interno que todos compartimos; plasma la incapacidad de estar presente contigo mismo y con el entorno, a pesar de querer observarlo todo”.
También aparecen otras criaturas, como murciélagos y meteoritos, abriendo las fauces entre líneas irregulares y vibrantes cromatismos. Y es cierto que todos ellos presentan grandes ojos que parecen querer observarlo todo. “Mi padre es ciego, por lo que he mamado el negro desde mi infancia. La escritura automática negra me permite ampliar mi percepción sobre el mundo sin necesidad de color, aunque pueda usarlo como refuerzo técnico en mis obras”, declara Black Butter.
Al entrar a la siguiente sala, dejamos atrás a los monstruos de la infancia, “esas experiencias que he podido sanar, transformar con humor e ironía, gracias a la aceptación de esos recuerdos y cuestiones”: A UwU bat lost in the space, Come on bro, don’t stay inside the ground o Destroy the city and make a home for us, entre otros. El artista explica que el monstruo es el término medio entre el tachismo [primera sala] y la escritura automática [segunda sala], donde se encuentra ese viaje introspectivo marcado por el ciclo del día. “Si bien la primera parte bebía del mundo del anime y el videojuego de fantasía oscura, en lo que a narrativa y escenografía se refiere, aquí la cultura católica funciona como eje simbólico total. Me inspiro en esas escrituras y ritos para generar otros nuevos a nivel individual y aunque en el plano pictórico pueden parecer iguales, cada obra responde a una emoción diferente, dependiendo del día en el que la pinté… pero prefiero que el público imagine el significado que considere.
Lo importante es que las obras te generen una impresión y un impacto que perviva en la memoria. De ahí que no tengan título. Eso sí, no puedes verlo, pero detrás de los lienzos también hay escritura automática, solo que, en vez de trazos, son frases. Una sutil aportación a ese lenguaje humano que todos compartimos, porque te muestras tal y como eres, sabiendo que nadie lo ve y por eso no te preocupa”, revela Pato. Para él, no solo se trata de la pintura en sí, sino de esa esencia humana que todos podemos abrazar, porque la entendemos. Precisamente, es la preservación de ese valor humano en una época sobre-estimulada e hiper-tecnologizada, el que justifica que no todo el mundo pueda acceder a lo oculto tras el velo del reverso (otra forma de valorar la oscuridad según Black Butter). Tal es el caso de Perder la vista pero no la mirada (2024) que pasa ahora a la Colección Permanente del Museo La Neomudéjar de Madrid, tras su residencia en Kárstica durante el mes de junio.
Presidiendo la sala, se encuentra IXDCCCXXIV (2024), un lienzo de 200 x 250 cm que muestra el autorretrato más fiel del personaje dentado (o Black Bu2er). “Se trata del momento más álgido de la noche, concretamente hacia las 3 o 4 de la madrugada, cuando encontramos ‘ese intenso hilo blanco’ como un breve vestigio de lucidez plena y fulminante… para desaparecer del todo y reconectar contigo mismo. Así como en la primera sala, los personajes aparecen atrapados, aquí el giro ya no es en potencia, sino un hecho”. Los trazos pastosos y gestuales, dominados por la contundente presencia del negro, pueden recordar a los inicios del artista. “Aunque al principio era puro horror vacui de negro sobre negro, de ahí mi nombre, pienso que un pseudónimo no implica rebajar la parte humana. En realidad, puede ser como el alter ego de lo más personal que tengo, al contrario, como una vía para humanizar más al personaje y analizar mejor lo que ocurre a nivel social”.
Al lado de la obra, hay cuatro ‘ventanas’ que muestran dibujos preparatorios de IXDCCCXXIV, cada uno acompañado por un sobre. “En esos sobres estaban guardados los dibujos, entonces los hemos decidido mostrar como un reflejo de mi estudio. Es una forma valorar cada parte del proceso, aunque sean unos pequeños bosquejos de ceras. Cada obra es el estudio de la pieza siguiente y aunque la técnica no sea del todo continua por ese automatismo que te comentaba, lo que hago es recorrer y volver a recorrer esas ideas que permanecen inherentes a mi imaginario. Por eso, el agujero ahora es un personaje concreto que vuelve a desmembrarse”.
El artista configura un trabajo flexible sin cohibición, pero siempre coherente con su línea creativa, como un proceso de constante reencuentro; cada día se permite una nueva forma de entender algo que a priori parecía lo mismo, pero que en realidad no lo es, porque inevitablemente adquiere otra perspec+va, otro valor. Viniendo del mundo de la moda y la performance, Black Bu2er sabe que estos son caminos que también podría volver a redescubrir en un momento dado, entre otros proyectos en los que se encuentra trabajando actualmente.
La exposición individual Hasta que salga el sol, la noche es infinita puede visitarse en Gärna hasta el 1 de septiembre, así como la exposición colectiva en la que también participa Black Butter, junto a Mat Kar, Jacqueline Bonacic-Doric, y Marcos Daniel Vicéns, Andrés Meléndez y Miguel Ángel Feba (Colectivo Revolú): KársGca 24 de la Fundación Antonio Pérez en el atrio del Museo de Fotografía de Huete (Cuenca) hasta el 14 de julio.