CONDICIÓN NATURAL ¿Empeño disidente o reproductor?

Ayer quedó inaugurada, en Galería Esther Montoriol, la exposición colectiva de arte cubano contemporáneo Condición natural, inscrita dentro del evento ArtNou, Festival d’Art Emergent de Barcelona. Se trata de un proyecto curatorial firmado por las curadoras, también cubanas, Claudia Placeres Gómez y Nayr López García, quienes se ocupan (y se atreven) a pensar sobre el concepto de identidad, sabiendo, de antemano, las complejidades que entraña cualquier aproximación a este tema.

¿Qué define a las cubanas y los cubanos? ¿qué condiciona la cubanidad?, son las dos preguntas que se hacen las curadoras de este proyecto con el ánimo -supongo- de problematizar las nociones al uso acerca de la(s) identidad(es) cubana(s). Subrayo el plural porque creo, sin ningún género de dudas, que no existe una identidad cubana, sino muchas formas de entender, de leer y de experimentar la identidad de aquello que, se entiende, nos define. Por tanto, a las preguntas de las curadoras -y obviamente sin acritud-, yo sumaría un grupo de interrogantes que se me antojan urgentes y necesarios: ¿Es realmente importante seguir pensando el arte cubano desde la diferencia y no desde la integración a un sistema de producción simbólica global? ¿Interesa perpetuar esa “condición” de singularidad frente a una escena internacional de producción artística en la que las nacionalidades son, si acaso, un hecho anecdótico? ¿Qué lugar merecen hoy las pesquisas ontológicas sobre la identidad en el contexto de una cultura global que apuesta por la desterritorialización, el desdibujo de las diferencias y la caída de las fronteras? ¿Este tipo de proyecto curatorial amplifica y pervierte las relaciones de poder en torno a un estereotipo esencialista o terminan por estimular el empeño reproductor de esos mismos mecanismos que aseguran la perspectiva dictatorial/reduccionista sobre la identidad? ¿Alcanzan estas obras a desautorizar el esquema hegemónico sobre las prefiguraciones actuales de la identidad o sencillamente actúan con independencia de este reclamo curatorial? Dejo aquí estas preguntas porque, precisamente, esta exposición se concibe desde la incertidumbre más que desde la certeza, se piensa más allá del confort y en sintonía con un horizonte problematizador. Un lugar que, asumo como crítico, privilegia el debate frente a la abdicación de los acuerdos tácitos, de los abrazos oportunos y la tóxica complicidad.

Dicho esto, celebro el esfuerzo intelectual de sus curadoras y su interés en replantear el vocabulario de una identidad que, a pesar de todo, sigue siendo conflictiva. Ambas han conseguido, y en este punto pierdo objetividad porque las dos son queridas amigas, disponer una puesta en escena muy lúcida y elogiosamente cuidada que involucra, en diálogo permanente, a las poéticas implicadas. Si el caos y la deformación suponen, per se, la pérdida de la identidad; este proyecto curatorial, en cambio, apuesta por el orden y la pulcritud de una museografía que procura -a su manera- devolver el rostro a un país en crisis. Sin embargo, me asalta ahora mismo otra pregunta que estimo capital de cara a los enunciados que parecen manejarse aquí. ¿Qué acepciones de identidad podemos arbitrar frente a un sistema totalitario, represor y excluyente? ¿Es posible pensar la identidad cubana (la de hoy, la de ahora) evadiendo o ladeando la tiranía de un sistema que “condiciona” los modos antropológicos de ser y de estar? Teniendo en cuenta que la mayoría de los artistas de este proyecto residen fuera de Cuba (algunos regresan), me pregunto qué obras, en particular, esbozan una crítica a la re-escritura de la identidad en el “espacio” del exilio. Esto es algo que siempre me ha preocupado en la medida en que yo mismo me interrogo acerca de lo qué soy, acerca de quién soy y qué lugar ocupo en el mundo. Al término para acabar, en un ataque de sinceridad y de desgarro a lo Celia Cruz, afirmando que “siempre seré extranjera”. Eso soy, eso parece que soy con independencia de un pasaporte español y de un DNI que habla en mi nombre. Somos y seremos eternos extranjeros, seres migrantes que habitamos la tierra del otro, el lugar del otro. Un sitio con el que ejercitamos todo tipo de negociaciones y de mediaciones, pero que siempre será el lugar de ese otro que me examina y que me obliga a definir (y si fuera posible) a redefinir los perfiles lábiles de mi identidad en fuga, sujeta al imperativo del cambio.

¿Cómo pensarían estos artistas su nuevo estatus identitario con relación al otro y al espacio de “acogida”? Esta es la pregunta que en verdad me interesa en la circulación problemática de un presente que hace rato dejó atrás las dudosas circunstancias de un yo etnográfico y antropológico trasnochado. ¿Qué significa, si esto importara, ser cubano en las escenografías palpitantes de la intemperie global? ¿Cómo gestionar los sentimientos de odio, de vulnerabilidad, de fragilidad, de frustración y de miedo frente a un dominio que nunca, más allá de la burocracia, me asumirá como parte de él? ¿Cómo ser yo, simplemente yo, frente al otro? ¿Cómo trazar esas nuevas formas de ser y de actuar lejos de un modelo dictatorial y paternalista? ¿Cómo reconstruir mi voz (que no La Voz) en el coro de la diferencia? Pensar la identidad no puede ser hoy, desde ningún punto de vista medianamente aceptable, un ejercicio de auscultación hacia dentro, sino hacia ese espacio de afuera que pone a prueba los límites y los regímenes de resistencia de lo que soy. Es en este punto donde creo que las curadoras del proyecto comenten un pequeño desliz conceptual; sin embargo, ello no llega a empañar del todo un proyecto que, de por sí, luce magnífico y garantiza la celebración entre iguales.

Estoy convencido, porque conozco de cerca el trabajo de ambas, que todas estas cuestiones, de alguna manera y aunque no queden dichas, habitan en el tejido hermenéutico de esta narración curatorial. Se pueden advertir en ella obras que, en su hechura y en sus proposiciones enunciativas, centralizan aspectos relacionados con la identidad como estratificación enfática de lo corporal, el desborde de la fisicidad del medio para subvertir sus rasgos o nociones esenciales, la multiplicación del reflejo como estrategia reactiva (y perversa) a cualquier idea de verdad, el emplazamiento de la feminidad como lugar de interpelación o la búsqueda afanosa de una pulsión crítica hacia la historia como forma de rebajamiento y mecanismo de desestabilización del canon. Estas perspectivas comulgan y afloran en la semántica de casi todas las piezas reunidas en la galería. Lo cierto es que, al margen de la aseveración crítica anterior, Condición natural asegura un espacio de confluencia y de diálogo desde el que dar continuidad a ciertas conversaciones sobre el arte cubano fuera de la isla. Y es de agradecer que lo haga atendiendo a una nómina que mezcla, sin complejo alguno, artistas ya consagrados con otros que constituyen auténticos valores emergentes. Destaco, con mucho regocijo, la inclusión de artistas mujeres que son de mi predilección y en cuyas obras se descubre el nacimiento de otras voluntades de hacer; algo que, vaya paradoja, las aleja en parte de ciertas nociones restrictivas que han “condicionado” las lecturas acerca de lo que es o debe ser el arte cubano.

Cuando se escriba la historia de las curadurías sobre arte cubano fuera de la isla, todos estos proyectos, sin duda, resultarán abrevaderos de reflexión crítica para completar los itinerarios de una historiografía del arte que está por hacerse. Hasta entonces solo nos queda pensarlas en su singularidad y en su diferencia sin abandonar jamás la perspectiva crítica.

Artistas que participan en Condición natural:

Adonis Ferro @adonisferro, Hansel Leyva @hanselleyva, Laura Lis @l.aura__l.is, José
Manuel Mesías @jose.manuel.mesias, Gabriela Reyna @gabriela..reyna, Greta Reyna @greta_reyna, Elio Rodríguez @eliorodriguez_artist, Katiuska Saavedra @katiuskasaavedrart, Richard Somonte @richard_somonte, Maikel Sotomayor @maikelsotomayor, Carlos Vilá @carlos.vila