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Conrado Véliz

Escrito por: Cerámica Crítica de arte

Conrado Véliz: La quema del deseo

No hay fuego alguno que queme tan ardientemente como el deseo. Su calor, emanado desde las imágenes más primitivas e inaprensibles de lo humano, impulsa muchas de las acciones que, como carnalidades sintientes, realizamos de maneras espontáneas en nuestro día a día. Pulsiones que dan forma, cuerpo y temperatura a intensos gestos de comunicación, instancias de transgresión y expresiones sin contrapartida que en ocasiones afortunadas coinciden en un objeto.

En estos términos -propios de Bataille- encontraremos una relación intrínseca entre arte y deseo en la obra cerámica del artista venezolano Conrado Véliz (Valencia, Venezuela, 1992), quien de una manera resuelta ha desarrollado una particular plasticidad definida por formas corpóreas de tierra quemada: imágenes fantaseadas, soñadas, vividas e imaginadas de sus temperaturas personales, en las cuales el artista imprime episodios propios de la intimidad existencial, de su inevitable violencia y de sus poéticas y sensuales contradicciones.

Conrado Veliz: Nunchaku (2023). Cerámica esmaltada.

El hacer de Véliz, desprejuiciado de estrictos valores tradicionales de la técnica, movido por búsquedas otras del placer creativo y dotado de suntuosos destellos matéricos, propone a través del uso de pátinas, metales y rusticidades la construcción de un lenguaje joven y crudo, moldeado por la libre fascinación del artista de crear un objeto bello y tentador al cual contemplar. De esta manera, en su proceso de taller, el artista recupera el valor simbólico y procesual de la cerámica, retomando pulsiones individuales propias de un tiempo contemporáneo, fusionadas con valores que acompañan a la humanidad desde sus más primitivas manifestaciones.

No por nada, los testimonios de su vida erótica existen desde las pinturas rupestres y las primeras tallas en piedra hechas; imágenes de hombres con el sexo erecto que datan del Paleolítico superior y cuentan entre las más antiguas figuraciones (precediéndonos en veinte o treinta mil años). Sin embargo, estas antiguas esculturas que atestiguan un conocimiento angustiado de la muerte, hablan, en su misma esencia, el lenguaje contemporáneo de los hombres más antiguos.

Conrado Veliz: X Vase + Hilt (2023). Cerámica esmaltada.

Desde estos tiempos antiquísimo, existe un sustrato en el que la humanidad reposa su subconsciente. Sedimentado desde las cavernas, este suelo hecho de imágenes nos permite visitar tiempos remotos en los que, aún siendo humanos, la animalidad dominaba nuestras acciones. Y es que, para Bataille, la simple actividad sexual es diferente del erotismo: mientras la primera se da en la vida animal, solo la vida humana es capaz de desarrollar el deseo por medio de la imaginación, la fantasía y la estimulación sensorial, demostrando que las erecciones más imperiosas tienen lugar mientras soñamos.

Conrado Veliz: Hilt (2023). Cerámica esmaltada.

A partir de esta premisa situada -hoy- en el trabajo de Conrado Véliz, podemos ver cómo escultura y erotismo han estado unidas desde tiempos previos a la escritura, desde las estatuillas fálicas paleolíticas a las explícitas siluetas erectas de los huacos precolombinos, hasta las representaciones cerámicas de la antigüedad grecorromana.

Con esta relación entre materia y placer como sustrato, en la cerámica de Conrado Véliz el erotismo es invocado a través de sugerentes y refinadas líneas que dibujan ojos, rostros, falos y orificios. Figuraciones que nos cuentan una historia tan fabulada como real, protagonizada por musas y excesos propios que convergen en Conrado, pero a su vez en toda la historia del hombre: aquella cuyas imágenes recuerdan los gustos que nos conforman y las oscuridades que nos definen como seres atados al placer, profundamente al placer. 

Y es que, al principio de los tiempos, la procreación no era un fin consciente: “en su origen, cuando el momento de la unión sexual respondió humanamente a la voluntad consciente, el fin que se atribuyó fue el placer, la intensidad, la violencia del goce. En los límites de la conciencia, la actividad sexual respondió, primeramente, a la búsqueda calculada de arrebatos voluptuosos” (George Bataille, en Las Lágrimas de Eros, 1961).

Conrado Veliz: S/T (2022). Cerámica esmaltada.
Conrado Veliz: S/T (2022). Cerámica esmaltada.

Finalmente, en todo ritual cerámico ocurre un gesto poético ineludible: la quema y transmutación del barro para conseguir la dureza de la materialidad buscada. Un proceso en el cual, a pesar de las posibilidades de controlar los factores, algo parece escapar de los límites: el fuego. ¿Cómo es posible dominar el fuego y sus emanaciones? ¿Es su aparente inconteniblidad lo que nos hace asociarlo con el deseo, con sus arrebatos?

Como en las cavernas, los gestos de dibujo sobre cerámica de Conrado Véliz se tratan de signos manifiestos de una historia individual, una narración en las que las tensiones entre el deseo, el fuego y la vida se hacen uno. En este proceso, quemar el deseo implica consumarlo, hacerlo propio, observarlo fijamente hasta dilatar las pupilas: se trata de un ver contrario al hecho de quedar deslumbrado, “ver como cuando se desnuda al otro. Ver como cuando se desoscurece lo oculto. Ver como cuando se exhuma la alteridad”, dice Pascal Quignard. Así, sus objetos, lámparas y vasijas recuerdan la condición carnal y sentiente de los cuerpos que somos, de nuestra capacidad de producir imágenes eróticas y -¿por qué no?- de habitar por decisión ciertos estados de la animalidad que nos hace humanos. 

Texto cortesía de Cabinet Gallery.

Etiquetas: Última modificación: 19 febrero, 2024