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Ni la gloria, ni la historia

Cristina Rámirez

Friederich Schiller, retomando las ideas sobre el sublime de Kant, explicaba en su breve escrito Sobre lo Patético: “la tempestad que agita a toda la naturaleza sensible”. La figura de la tempestad muestra a la naturaleza como despliegue de destrucción, capaz de arrasar con todo, y sugiere un cosmos en el que la lluvia, los truenos y el viento, fenómenos físicos, se unen con el único propósito de aniquilar. Esa fuerza aniquiladora habita en los paisajes que componen “Superficie de ruptura”, la nueva exposición de Cristina Ramírez (Toledo, 1981) en el espacio Iniciarte de Córdoba.

Cristina Rámirez

La obra de Cristina muestra un miedo atroz al momento en el que la naturaleza abandona su flujo ordinario para sobredimensionar al hombre, alcanzando una potencia violenta y exterminadora que puede acabar con su vida. Así, Un zumbido durante días (2017), el gran mural de tinta negra sobre fondo blanco representa escaleras y vallas partiendose, escenas en las que casi podemos escuchar el crujido de las maderas, grandes cortinas de humo o socabones en la tierra, accidentes orográficos provocados por una energía natural desbocada. Entronca aquí, nuevamente, con las ideas del filósofo alemán, quien utilizaba la figura humana como aquello que se opone, pues la caracterización de destrucción de la naturaleza siempre estará referida a un sujeto físico que se ve amenazado. Curiosamente, numerosos análisis sobre la obra de Ramírez hacen especial hincapié en su sentido no antropocéntrico, y defienden la originalidad de su trabajo al presentar la naturaleza como escenario y protagonista a la vez. Discrepo. La presencia humana es sútil en la obra de Cristina, pero existe. La podemos encontrar, no como figuración del cuerpo humano, sino a través de las creaciones del hombre: la escalera y la valla, elementos muy simbólicos, vinculados al mundo artesanal y al hogar. Lo que Cristina está representando es el clásico enfrentamiento kantiano del sublime: la grandeza de la naturaleza frente a la finitud humana. Pero la artista va más allá y genera su metáfora con perspicacia, insuflandole a la escena una energía tremendamente siniestra: la madre naturaleza no solo destruirá nuestros cuerpos, también los restos de nuestra civilización, acabando con nosotros y con nuestra huella. He aquí lo terrible del asunto: existe una resistencia de la cual la naturaleza se burla.

Cristina Rámirez

¿Quién es ese hombre que contempla la destrucción de su estirpe? Nosotros, los espectadores. Cristina trabaja sus obras acentuando la perspectiva y forzando los puntos de vista de tal manera, que consigue, tanto adentrarse en la profundidad del muro, como aproximarse mucho a quien mira. Esta técnica, heredera del manga, otorga a su obra un carácter de pintura expandida que rompe definitivamente con los límites del espacio, pues ese paisaje desolado que ella describe se prolonga hacia el horizonte y también hacia nuestros pies.

La naturaleza en las obras de Cristina es devastadora, pero debemos matizar ese carácter, marcadamente religioso, apocalíptico y revelador. Bolas de fuego atraviesan el cielo y llegan a la tierra, quemando, arrasando y purificando (“Las estrellas irán cayendo del cielo y las potencias que están en los cielos serán sacudidas”, Marcos 13:25). En Le pareció oír una voz (2017), una cruz de madera es consumida por las llamas, el humo y la oscuridad. Otras veces, la representación de esa religiosidad no se corresponde tanto con un espíritu apocalíptico, sino con los paisajes en los que se producen rituales de paso o que son escenario de liturgias religiosas. La atmósfera de Eczema (2017) o Se niega todo (2017) es silenciosa, a diferencia de las anteriores, debido quizá a la desaparición de la huella humana, y sin embargo, todavía conserva la prestancia propia de un templo sagrado, hecho añicos, pero un templo al fin y al cabo.

Cristina Rámirez

Superficie de ruptura se incorpora a la línea de investigación que la artista viene desarrollando desde hace un tiempo, la representación del horror cósmico, que ha tenido sus antecedentes en exposiciones como Nueve Ángulos (2016) o La muerte y el pájaro (2017). En ésta última, celebrada en la sala de exposiciones del PTS de Granada, Cristina hablaba del temor a la muerte como individuos y como especie, y lo evidenciaba a través de algunos iconos como un cráneo humano. En Superficie de ruptura, la artista ha dado un paso más, relatando la destrucción total, la de la memoria que se perpetúa a través de los objetos y los símbolos que ha construido nuestra civilización. Ni permaneceremos nosotros, ni permanecerá nuestro rastro. Ni la gloria, ni la historia serán nuestras.

Artista: Cristina Ramírez
Fechas: hasta el 27 de agosto de 2017
Lugar: Espacio Iniciarte (Córdoba)

Etiquetas: , Last modified: 2 agosto, 2017