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Written by: Cuba Exposiciones

Cromaterapia, otra transición en La Jeringa

La Jeringa

Nacidos en el umbral de este proceso pandémico el proyecto La Jeringa significó un espacio de resistencia creativa a medida que más se recrudecía el contexto.  El empeño de sus hacedores lleva el paso por una dinámica que siempre in crescendo perfecciona sus funciones, logrando estrategias cada vez más efectivas, capaces de aglomerar en un espacio virtual a cientos, y hasta miles, de espectadores. Las plataformas de Telegram e Instagram, así como su página en Meduim, inyectan a diario varias dosis de parte del panorama artístico más joven que se viene desarrollando en Cuba, logrando una suerte de sitio de obligatoria visita para cada ávido de lo que acontece dentro de ese marco creativo.  

Fotografía cortesía de Víctor Lefebre

La Jeringa fue, e imagino será, para muchos artistas y comunicadores un espacio de surgimiento, así como una oportunidad para visibilizar su trabajo. Dentro de su lecho han tenido esa deseada primera ocasión un número importante del gremio novel de creadores y columnistas de La Habana y territorios más cercanos.

Este sitio funciona como espacio crítico/promocional, y expositivo/ comunicacional. En él existe una magia de compenetración en el que sus funciones y colaboradores convergen de una forma armónica, logrando crear además del mencionado gremio, una plaza para el debate, el despunte cultural y por demás espiritual que se torna dentro de su discurso lo más importante.

El pasado día 15 de febrero tuvo lugar en Habana Espacios Creativos el primer encuentro físico del proyecto. Bajo el título de Cromaterapia se inauguró una exposición colectiva donde lo poético y lo pictórico convergieron, mientras la música en vivo constituyó el cierre del goce. Este estreno puede significar un nuevo comienzo del proyecto a la vez que encuentra sitio de interacción fuera de la virtualidad.

Fotografía cortesía de Víctor Lefebre

Varios nombres de cierta influencia mediática del patio, así como otros no tan conocidos, estuvieron dentro de las firmas que dieron vida a la muestra. Vale destacar que el trabajo instalativo y museográfico me pareció muy acertado. La galería desprendió un vaho sólido, en tanto la compenetración de las distintas partes se volvió algo placentero. Amén de que la curaduría corrió a cargo de inexperimentados jóvenes con formación artística, impresionó la profesionalidad en las disposiciones y en la selección de piezas, que, aunque nada atrevidas, más bien convencionales en exceso, marcaron sin lugar a dudas el inicio de algo – quizás – mucho mayor.

Desde las individualidades llamó mucho mi atención el trabajo de Gabriela Chang. Hace meses la sigo desde la virtualidad y, a pesar de necesitar desprenderse de los convencionalismos del arte oriental y enrumbarse – desde esa misma estética – a un proceso de auto descubrimiento contextual, sus obras presentan una soltura envidiable. Alejandro Jurado (El Chiki), aunque perteneciente a otra generación de artistas, fue también de las firmas que figuró en la expo: su propuesta, enmarcada dentro del estilo de interpelaciones pictóricas, me dejó el acostumbrado sabor agradable.

Curioso es el caso de Jorge Hernández (Surrealistic Jota), quien, desprendido del común barroquismo excesivo de sus piezas, presentó una en mi opinión excelente. Jota es artista de concepto y catarsis, esto usualmente lo lleva a perderse en las aguas de lo sobreinformativo recargando las imágenes de símbolos y alusiones, evadiendo la simpleza del misterio. Mas en esta ocasión – como mismo en otro sinfín de piezas que he tenido la oportunidad de apreciar – llega desnudo en su condición de significante, construye la coherencia desde ese todo simbólico sin necesidad de afeites letrados o conceptos que trascienden la imagen. En la obra propone un viaje de introspección, de sabiduría, de interioridad. Aunque no sé si en la vorágine de estos destellos, tenga Jota la intención de perseguir la diatriba contra lo superfluo de las nuevas tendencias en esta ola del arte digital en Cuba; ojalá y así sea, tengo fe en su discursiva, en tanto, concuerde desenfadada y cruda con la estética.

Fotografía cortesía de Víctor Lefebre

Por su parte, la pieza de Kevin Oramas, no creo satisface – al menos en esta ocasión – el embate de su hacedor. La tradición surrealista impone desde sus diferentes aristas de percepción, edulcorar lo factual con la insinuación. Lo explicito en la obra o lo monotemático en materia visual, así como los vicios, calcinan el discurso y la esencia se pierde en la fricción y el desgaste del sello. Hace poco tiempo, en una exposición realizada por la Fototeca de Cuba, me topé con una pieza de Kevin que asumí maravillosa, la que me llevó a pensar en una maduración imperante. Dado que Cromaterapia es una muestra retrospectiva, se me hace válido destacar que quizás el flujo creativo de Kevin no bogue aun por esas aguas. Sería importante, dentro de esta generación de artistas digitales – de la cual Kevin es un exponente firme en materia mediática y de mercado, principalmente en el NFT – que se restructuraran los derroteros visuales perseguidos y se abogue por la limpieza en la imagen; esto a mediano o largo plazo, los colocará en un escenario de mayor estatus en la escena.

Una de las expositoras que atrapó mi atención fue Stephanie Rivero, no específicamente por la calidad de su obra, la que no concibo como un trabajo de peso en la muestra, sino por la soltura en el hacer de la misma. Esta muchacha tiene mucho talento por explotar en materia de confección, pero necesita solidificar las intenciones, ver más allá de lo estético y concentrar todo ese derroche en los “porqués”. Hace mucho el arte trascendió las fronteras de lo impecable, creo Stephanie debería dejar a un lado el intento academicista y centrarse en una mayor solidez discursiva en su trabajo. Sé tiene muchísimo más para dar que lo representativo, ya el tiempo dirá.

insidectus_ es el lente que mejor asumí de la muestra. Con todo un desgaste de máscaras el fotógrafo expuso un ensayo cabal de lo antropológico desde la resignación del ser enfocado en su esencia animal. Llama mucho la atención en la propuesta — la cual es perteneciente a una serie que se lleva hace años gestando — la mirada oculta tras el ojo del ave. Esa simbología animal como resguardo o negación, es un retorno a la génesis, un grito de redención con el ecosistema, con la deidad natura. Este artista tiene una fuerza tremenda, su mente es volátil y estalla ideas a borbotones, mas necesita sistematicidad. En Cuba se torna complicado poseer las plataformas necesarias para el trabajo artístico, más aún en materia digital: tanto las cámaras con todos sus elementos, como las laptops idóneas para soportar los programas de edición, las luces, etc. son prácticamente imposible de obtener fuera del mercado informal, donde los precios son astronómicos. Por lo tanto, artistas como insidectus _, Oramas y Jota — por mencionar algunos — son dignos de los mejores aplausos, toda vez no dejan de crear. La labor artística en La Isla es, a todas luces, un acto de resistencia y la sistematicidad de los actores involucrados, la mayor muestra de rebeldía. Al fin y al cabo, el arte y la creación toda constituye otra forma de posicionamiento y negación de las vicisitudes.  

Fotografía cortesía de Víctor Lefebre

En general, Cromaterapia, representa una fórmula de futuro, donde convergen tanto la esencia creativa de un gremio como una intención esnobista generacional. Creo este proyecto debería zafarse de todo lastre diletante o snob que pueda marcar la pretensión de un mañana mediático en detrimento de la potenciación de la calidad. Ni la búsqueda de followers, ni un soporte acaparador, ni la masividad, son el derrotero idóneo para La Jeringa, es sino el del perfeccionamiento de su contexto cultural y la responsabilidad con el futuro; esto último traerá consigo lo anterior. En ocasiones se pierde la savia de la espiritualidad, tanto como la calidad, por el intento de encajar, y aunque La Jeringa no requiere de exclusividades o pretensiones elitistas, le es menester soportar la coherencia de sus acciones, y así velar por un trayecto consecuente a sus aspiraciones.

Esta nueva generación cultural cubana necesita más espacios como La Jeringa, donde la intención creativa nunca se vea mermada por las estandarizaciones que van inundando el patio. Sitios como este son los que podrán redefinir el futuro creativo de todo un gremio que cada vez es mayor, así que es tiempo de plantar en la conciencia de sus padres y colaboradores, la idea de la responsabilidad inmensa que cargan, la que será mayor, pues parte del mañana está depositado en sus plataformas.

Hoy La Jeringa se nos va pareciendo al futuro, confío en que muy pronto, sea el futuro – desde la manera más ingenua y visceral – quien se nos vaya pareciendo a La Jeringa, así encontrará Cuba un nuevo derrotero que la redefina en materia artística.

Etiquetas: Last modified: 2 junio, 2022