“Hay que haber empezado a perder la memoria, aunque sea sólo a retazos, para darse cuenta de que esta memoria es lo que constituye toda nuestra vida. Una vida sin memoria no sería vida… Nuestra memoria es nuestra coherencia, nuestra razón, nuestra acción, nuestro sentimiento. Sin ella, no somos nada…”1
En la antigua Roma el peor castigo que alguien podía recibir era la denominada Damnatio Memoriae, cuya ejecución consistía en la absoluta desintegración de cualquier trazo, imagen o texto que contribuyera a recordar al condenado. Arrojar a alguien al olvido era peor incluso que la muerte. El trabajo de David Catá (Viveiro -1988) gravita en torno al concepto de identidad. Sin memoria, sin recuerdos no existimos, nuestra construcción como individuos está edificada sobre momentos, lugares, sensaciones y personas que actúan como cimientos, que sustentan lo que somos.
De manera recurrente, la epidermis en Catá es experimentada como campo de batalla donde librar las guerras del olvido, pero si en sus anteriores trabajos, desde “Segunda piel” hasta “Cicatrices Abiertas”, trataba de algún modo de anclar esos recuerdos con hilo a la piel, retenerlos, obligarles a permanecer, en “Déjame volar” asistimos a un sutil cambio, las cicatrices han dejado paso a una suave brisa. Ahora las cipselas se posan ligeramente sobre cuerpos y objetos, nos hablan de la levedad y de la temporalidad, comprendiendo que por encima de nuestros deseos reina lo efímero de la existencia, que no podemos retener esos momentos, que debemos dejarlos marchar, como el diente de león, arrastrados por el viento.
[flickrset id=»72157649515944823″ images_height=»375″]
Estructurado en dos partes, las imágenes parecen querer atrapar en ámbar esos recuerdos, de una manera retorica y auto-reflexiva, antiguas instantáneas familiares transitan rutas selectivas y fragmentadas, participan de la afluencia de las plantas también en su superficie, en su particular piel. Un incendio marca la transición, el álbum familiar en llamas insiste en la necesidad de seguir hacia delante, propiciando la entrada a una nueva serie de retratos que, participando de las mismas cualidades nos muestran un presente que en el futuro será recuerdo.
El artista ha elegido en esta ocasión, como medio para aglutinar sus trabajos “Déjame volar” y “Déjame volar II”, el libro como soporte de representación. Elección que proporciona un nuevo tipo de relación entre la obra y el espectador, un nuevo modo contemplativo en el que una vez más la piel juega un papel determinante. Es ahora nuestra piel la que puede tocar la obra, que convertida en objeto, actúa como depositario de la memoria por excelencia, y añade a la contemplación una dimensión temporal, expresada en la ineludible y necesaria cadencia del pasar las hojas.
Los últimos ejemplares del libro estarán disponibles en la próxima Ferial del Libro de Autor (LUFT) el 31 de mayo: www.grundkreuz.com
- Luis Buñuel – Mi Último Suspiro – Debolsillo. 2012