Santi Moix es de esas personas que ya nacen artistas, con 14 años ingresó en el centro cultural Maestá en La Marca, Italia, donde acompañaban a los residentes en sus propias habilidades creativas. Una de las cualidades naturales de Moix radica en el dibujo, en su identificativo trazo y genial configuración de líneas que forman una interpretación muy personal de la realidad. A partir de esa base, su creatividad se extiende en concepto y forma.
Estamos ante el universo artístico de Santi Moix y se manifiesta mediante un lenguaje expresionista. Una obra impactante en la que desborda una voracidad creativa en cuanto formas y colores. Pinta dibujando, sobre todo, plantas y flores excedidas; las dota de colores y texturas sin complejos; las enreda y complementa con otros elementos reconocibles, como insectos, especialmente el mosquito, pequeño pero se hace notar, según él, un autorretrato.
Si nos adentramos en el cuadro descubrimos nuevas referencias (ojos, asnos, huecos…) que corresponden a una dimensión más interna del artista que, como él mismo manifiesta, pinta de dentro hacia fuera. Moix es sensible a los mensajes que le ofrece la vida, se deja maravillar por las experiencias que se le presentan, reflejándolo en su obra junto a sus temas principales. Fue así, al presenciar en Japón, Hanabi – fuegos artificiales de flores de fuego; o su viaje por el rio Napo en la selva de Ecuador. Sus obras son expresiones del impacto visual y emocional que provoca una experiencia extraordinariamente maravillosa. Un trabajo aparentemente caótico y mágico que emana libertad, emoción, fantasía y espontaneidad. Sin embargo, su proceso creativo parte de la reflexión y el estudio. Moix no sale sin sus pequeños blocs donde anota cualquier mínimo detalle que encuentra enriquecedor. Sus obras serán resultado de un orden racional y una puesta en escena excepcional, y lo consigue también con sus pinturas en blanco y negro; pues, repito, el trazo es la base se su personalidad.
Moix experimenta constantemente en pintura, acuarela, cerámica o escultura. Busca soluciones técnicas para sus visiones creativas. Se nutre de artesanía en cerámica para su mosaico de flores o busca soluciones en pigmentos para los frescos realizados en la Iglesia Sant Victor de Seurí. Ingenia unas esculturas de caucho realizadas por un poblado marroquí después de ver a sus habitantes utilizar este material para usos varios. Moix es un observador que se deja sorprender pero a la vez es un estudioso de la Historia del Arte. Analiza a los clásicos y los tiene como referencia sin perder su esencia de dibujante. No es de extrañar por ello, encargos de dibujos e ilustraciones de clásicos de la literatura, como Don Quijote o Las aventuras de Huckleberry Finn, o novelas como El Nombre de la Rosa. Sus dibujos sobre Menorca muestran el alma de este artista; en ellos se aprecia como teje cada línea, trazo y secuencia como si de un texto se tratara, estudiando espacios y grosores hasta conformar un paisaje totalmente reconocible, y una obra identificativa.
Reside desde hace 30 años en Nueva York aunque conserva su estudio de Barcelona, ciudad en la que nació y reivindica como cimiento de su cultura. Moix requiere visión amplia para su obra, libertad de experimentación sin presión pues la fidelidad a su línea de trabajo es importante. Su andadura artística es circular, todo tiene sentido o continuidad: los temas se entrelazan, los conceptos se amplían, las formas se complementan. Un trabajo alimenta al siguiente. Todo fluye en el trabajo de Santi Moix.