La obra de Carlos Guzmán es un exilio de la realidad. Su figuración se instala en los espacios de la imaginación sin límites, adjudicándose un tipo de licencia que le permite pensar/especular el mundo desde posibilidades a las que otros no somos capaces siquiera de atender. Su narración se convierte, en puridad, en una extraña situación de convivencia en la que persisten las variaciones de muchos relatos. Paradoja y alquimia vienen a ser entonces dos términos tremendamente elocuentes a la hora de intentar comprender los itinerarios de su iconografía. Paradoja, porque sus imágenes relatan la contradicción y lo imposible; alquimia, porque en ellas acontece una trasmutación/alteración de todo lo real en estado de ficción. La obra de Guzmán es una auténtica digresión del sentido literal y de la razón cartesiana. Nada en ella es gratuito, todo resulta de una concatenación de hechos y de situaciones antojadizas y discordantes.

El mundo, parece decirnos Guzmán, está en crisis. Y es frente al ocaso de ideologías, al desastre bélico y al reino de la desidia, que su pintura desea convertirse en un gesto de reconciliación y de expansión. La voluntad bárbara que preside toda gramática civilizatoria se advierte aquí desbordada por el principio emancipador de la ilusión. En sus superficies se pervierte el régimen tiránico de lo real. A la pesadilla trágica del devenir se le opone el ideal de la fabulación y de la invención. En este sentido, me temo, el poder de la tropología reina en los espacios intersticiales de su frondosa pintura. Sus piezas parecen pequeñas obras literarias que giran alrededor de lo telúrico y lo místico. Resultan extraños escenarios de lo asombroso, lo metafísico y lo surreal.

Guzmán se presenta como un maestro de la alquimia y de lo teatral. Es, sin ningún género de dudas, el artífice de un universo singularísimo en el que la fantasía y la narración ocupan el centro de todas sus figuraciones. Sus personajes parecen salidos de cuentos infantiles, de historias fantásticas y de sueños. De hecho, comenta el artista, que muchas de sus imágenes “están relacionadas con historias que contaba mi familia campesina de raíces españolas. Casi todas eran narraciones sobre brujas, inventos para transformar objetos o sustancias, convertir piedras en oro o la supuesta ubicación de tesoros escondidos”. Resulta evidente la vinculación de su imaginario con los espacios de una memoria cultural transmitida por vía oral. El asentamiento de los saberes es siempre dispar y cubista, no admiten la menor réplica y gozan de poder de la reproducción.

Dos señales de identidad se me antojan esenciales para comprender su pintura: el anacronismo temporal y el simbolismo. Guzmán, con una habilidad fuera de serie, cruza los tiempos y las vidas de sus personajes en lo que pudiera entenderse como una suerte de palimpsesto narrativo. En él abundan las referencias alegóricas y las metáforas, gestionando así un espacio simbólico y barroco en el que la humanidad se redime de sus propias culpas. La propuesta de este artista, más allá de lo anecdótico y de lo específico, debería de advertirse como una especie de sanación, de emancipación, de restitución. En un mundo asediado por el efecto de lo real, donde el morbo por el desastre y por la guerra alcanzan índices de audiencia cada vez más altos, la posibilidad de un espacio regido por el poder de la fantasía y de la ilusión, se convierte en un auténtico reclamo de emergencia. Frente a la obscenidad del desastre y sus amplificaciones mediáticas y redundantes, la fantasía y la ficción terminan por ser tremendamente subversivas. Creo, en parte, que es ahí donde reside el mayor interés de su trabajo.

Mientras más avanza la historia más imposible resulta pensar el paraíso. El futuro se presenta como un espejismo hipertrofiado o una perversión de la idea de tiempo que afecta a la propia ontología del ser humano. Tal vez por ello, un elemento recurrente en las piezas de Guzmán es esa extraña simbiosis entre máquina y anatomía, entre artefacto y paisaje interior. Sus personajes asumen una apariencia travesti que les conecta con los perfiles barrocos de nuestra identidad latinoamericana y caribeña tan dada al fragmento, a la impostación y al drama.
Guzmán piensa en una situación de convivencia y de reconciliación en la que puedan dialogar los personajes fantásticos, las máquinas y las mitologías, alimentando así los órdenes de la ficción y de la paradoja. Su narración se conecta, de forma extraordinaria, con los itinerarios del surrealismo y de la mística. La pintura es, para él, alegoría, horizonte de significación, umbral de enajenación. La creación de un universo paralelo al mundo real, es una de las motivaciones de base de la obra de Guzmán. En su horizonte especulativo se consagra la idea de un mundo mejor, ese sitio en el que la utopía es posible y en el que se emplean otras sintaxis y otras gramáticas; otros frentes de comunicación y de sentidos.
Cuando Guzmán despertó, su pintura había alterado las señales del mundo.
Etiquetas: Andrés Isaac Santana, Carlos Guzmán, La Comarca Last modified: 8 septiembre, 2023
Excelente artículo, una real fotografía escrita sobre el trabajo artístico-creativo del maestro Carlos Guzmán, se lo afirma un testigo presencial de su esfuerzo y trabajo incansables para exteriorizar sus preocupaciones sobre la situación socio mundial y su visión futurista, muchas obras sorprenden cuando se mira y/o conoce su año de creación y las situaciones que van aconteciendo.
Ante todo mil gracias Santana por brindarme un excelente motivo mañanero de satisfacción… Conocí la obra de C Guzmán ya hace más de dos décadas y me atrapó (quizás por los atributos que usted tan bien describe: alquimia/paradoja)… Debo reconocer que el misterio de estos artistas me lo contagió, un poco Dalí (al q persigo desde mi adolescencia) y quizás Guzmán me conecta a él… Pero, en los últimos 5-7 años, considero que la obra de CG pasa por un estado de madurez, consolidación que la convierte aún más intimista (misterio incluido?) y única… De nuevo, gracias Santana por su interesante aporte a la obra de Carlos Guzmán
Yo y mi esposa admiramos su hermoso trabajo , disfrutamos cada una de sus obras un abrazo a ese gran artista