Lidó Rico, son los apellidos y nombre artístico de este murciano que nace, vive y trabaja en Yecla, en 1968, desde donde se proyecta hacia el mundo. Licenciado en Bellas Artes por la École Nationale Supérieure des Beaux-Arts de París y la Universidad Politécnica de Valencia (1991). Su primera exposición fue en 1989, en Brescia (Italia). Veintisiete años navegando en la práctica artística contemporánea por, para y desde la escultura. Usa su propio cuerpo como objeto de su trabajo, en un laborioso proceso: partiendo de un molde en yeso de sí mismo, que luego trabaja para producir el original en resina epoxi (poliepóxido), un polímero termoestable que se endurece cuando se mezcla con un agente catalizador o endurecedor. Comenzó sirviéndose de sus dedos, sus manos, para utilizar su cuerpo entero. Siempre desde la tercera dimensión, también ha investigado en el collage 3-D, que abandona en 2002, con unas sugestivas e inquietantes imágenes que introducía en bombillas o piezas realizadas en resina epoxi. Sus turbadores trabajos son un golpe sensorial al espectador, que no puede quedar indiferente, toda una experiencia. El arte es el lenguaje con el que interpreta el mundo.

PAC – Para Kavafis, lo interesante del viaje no era el término, el llegar a destino, sino las innumerables paradas, los distintos lugares que se conocen en el trayecto ¿Qué experiencias te han aportado estos veintisiete años de profesión qué quieras compartir?
Lidó Rico – Es toda una vida, los lugares están ligados a las personas y como te puedes llegar a imaginar, ha habido de todo. Las peores experiencias han estado vinculadas a la ausencia de profesionalidad o al vampirismo, pero afortunadamente, en mi caso, te puedo decir que las buenas experiencias ganan por goleada a las de mediocridad. Los momentos más intensos están vinculados a esas personas que he ido conociendo a lo largo de los años. Respecto a éstos, es una máxima que, a mayor reconocimiento, prestigio y altura, mayor cercanía y normalidad. Estos encuentros son como tesoros que prefiero no desvelar.

PAC – Te has definido como un mediador, un gestor de contingencias, que esperas provocar una interlocución con aquellos y aquellas que comparten la visión de la vida que nos muestras. ¿Pero, hay también mucho de didáctica en tu trabajo, no?
Lidó Rico – Del trabajo se aprende continuamente. Es quien mira el que da sentido a una obra de arte, que en sí misma, no es más que es un silencio lleno de sustancia. El espectador es quien aporta el ingrediente necesario para que todo funcione. Las piezas están hechas de materia, la cual ejerce un grado de atracción o repulsión. Al final es una cuestión de sinergias. Cuando no hay distancias y uno hace lo que es, la clave está en ser jodidamente exigente con los resultados y disfrutar de ese proceso creativo todo lo que se pueda. Una obra es un planteamiento, es como un plato lleno de comida, es el comensal quien decide si le atrae o no, si lo prueba o no y en qué orden le hinca el diente. Por eso, lo masticado, lo sofisticado, lo perfecto, lo que no deja márgenes, me da bastante grima.

PAC – En tu cotidianeidad, tú tienes un gran sentido del humor, pero tus potentes imágenes de ti mismo, muestran -casi siempre- a un individuo airado, al borde, en situaciones extremas y si nos parecen sonreír, son casi histriónicas, caricaturescas. ¿No hay lugar en estos tiempos para la alegría?
Lidó Rico – Siempre se crea con un falso sentido de libertad. Si no tienes asumida esa premisa, mal vamos. Mi planteamiento, desde el principio, siempre ha sido ir eliminando de manera gradual esas capas que nos conforman, como si fuéramos una cebolla. La puedes abordar como te de la real gana: la puedes pintar, la puedes hervir, la puedes morder, la puedes llorar, la puedes chafar, darle una patada o ponerla en la puerta del Congreso. Todo es válido, pero estamos educados en la superficie, en la cosmética de lo tangente, por eso mi mecánica y forma de hacer, a lo largo de los años, ha sido ir diseccionando y eliminando capa tras capa. Que estéticamente la obra es dura, lo tengo asumido, pero no es ninguna pose. La cuestión es hasta dónde quieres llegar sin hacer concesiones. Esa es mi lucha y mi compromiso. Por supuesto que hay lugar para la alegría en esto tiempos, son momentos fugaces pero intensos, creo que son momentos que la generosidad te regala.

PAC – Otra cosa que me resulta también curiosa, es que sueles utilizar el altorelieve, más que el bulto redondo. Tus relieves están integrados casi siempre en un muro, generalmente. Los relieves son muy comunes, particularmente, como decoración y sin embargo tus obras son diametralmente opuestas a esta idea. Más bien convulsionan, conmocionan, crispan.
Lidó Rico – Creo que una obra, a parte de la materia que la conforma es una actitud ante la vida. Me cuesta mucho creer en lo políticamente correcto y me aburre soberanamente la dulzura de lo sofisticado y predecible que muchas programaciones expositivas nos venden. El hombre está más cerca de su propia fragilidad de lo que se piensa. Estamos educados para mirarnos como seres perfectos y nada más lejos de la realidad. Vivimos dentro de un cuerpo donde todo pende de un hilo, pegados y articulados de manera prodigiosa, por eso nos debemos a lo visceral, a la emoción, al puñetazo en la mesa, a la huida de la comodidad y hasta de lo razonable. El arte está para hacernos evolucionar, para avanzar de manera eficaz y con resultados palpables, es un espejo donde mirarnos, pero en muchas ocasiones no estamos ni educados ni preparados para hacerlo.

PAC – Durante un tiempo fuiste enseña e icono de la galería murciana Espacio Mínimo, ahora una de las más emblemáticas madrileñas, con quienes te unían también unas relaciones personales. Luego con Fernando La Torre, primero en Zaragoza y luego también en Madrid. En estos momentos no dispones de galería que te represente en exclusividad ¿cómo ves el sistema del arte, en España y fuera?
Lidó Rico – Trabajé con Espacio Mínimo durante algunos años. Con Fernando mantengo una buena y constante relación, a pesar del tiempo que estamos sin colaborar.
Estoy desde hace varios años con dos galerías de Barcelona: Hans & Fritz Contemporary e Imaginart. Tanto Marc como Benito saben que el mercado real está fuera, tienen un perfil muy diferente pero ambos están brutalmente comprometidos con su trabajo. Esto te responde sobre cuál es mi filosofía: dos galerías sin complejos, de una misma ciudad y artistas totalmente diferentes.
La legitimidad del trabajo de un artista se ha de otorgar en base a muchos factores, nunca en base a la opinión de una sola persona, un grupo de amigos, de una ficción mediática o a una feria endogámica como pasa en España. Esto nos ha llevado a recoger, desde hace años, los estancados lodos de la precariedad que burbujean en el sistema del arte contemporáneo de nuestro país: no dar paso a nuevos gestores que dinamiten de una vez la ceguera de la endogamia, que provocan tantos intereses creados, es el mayor error que se ha cometido.

PAC – Háblanos un poco de tu laborioso y atormentado proceso de trabajo. Creo que es muy importante para entender el resultado final de esas piezas que todos vemos y nos conmueven, nos conmocionan. ¿Algunas anécdotas al respecto también?, que sé que son muchas.
Lidó Rico – Laborioso sí, pero atormentado realmente no lo veo. Todo vale y cada uno decide. Para mí, puede suponer un tormento coger un pincel, un cincel o un escoplo. El tema de sumergir mi cuerpo lo hago desde hace años en muy contadas ocasiones. Con mucha más precaución y para piezas concretas. Aquella desmesura de multiplicarme cientos de veces ha dado paso a algo mucho más sosegado, quizás más incisivo y meditado. Es la evolución que el propio trabajo me demanda. Anécdotas te podría contar muchas, casi todas referentes a depilaciones no deseadas, pero no creo que sean importantes ni le interesen a nadie.

PAC – Desde que realizaras «Sumergidos» (2002) a «Inestablos» (2016), dos importantes hitos, ¿cómo te ves a ti mismo en estos catorce años? ¿Qué diferencias adviertes? ¿En qué has evolucionado?
Lidó Rico – Me veo exactamente igual, ha cambiado mi percepción sobre muchas cosas, pero lo troncal, las ganas de trabajar, la ambición por descubrir y el motor de búsqueda sigue siendo el mismo. El proyecto «Genoarquitecturas», en el que estoy centrado desde hace varios años, y todas las personas que se han ido sumando a él, me han ayudado enormemente. Me han hecho aprender a relativizar cosas que antes me podrían afectar de alguna manera. Realmente no estoy capacitado para decirte donde está la evolución. La hay, porque el tiempo curte, pero cuando estás enfrascado en el trabajo diariamente, como lo estoy yo, sería una temeridad hablarte de algo de lo que no soy consciente.

PAC – En España, que parece que se aspira a la subvención, a la ayuda, a la prebenda. Tú siempre has andado por libre, un poco de francotirador, aprovechando las olas -claro-, como los surfistas, pero ¿qué pedirías o qué crees que necesita el sector del arte?
Lidó Rico – Ni francotirador, ni surfista. Nunca me han regalado nada y todo lo conseguido ha sido a base de muchísimo esfuerzo, trabajo y más trabajo. Pocos saben el esfuerzo tan brutal que supone levantar una línea de currículum. Vamos a ver, yo he andado por libre porque no he tenido más narices. En ocasiones, la honestidad -en este mundo- es bastante escasa. Si uno, literalmente, pone la vida en su trabajo, lo único que le queda y debe exigir es similar implicación por la otra parte. Es así de sencillo. Es un problema de percepción, que cada uno verá más que como quiera, como pueda. Yo lo tengo bastante claro.
El mundo del arte necesita nuevos gestores que limpien de rémoras el contexto. La toxicidad se elimina con la tijera. Pero es un problema sistémico, tan infiltrado, tan asumido y tan lleno de intereses, que roza la utopía pensar que cualquier cambio pueda producirse a corto plazo.

PAC – ¿Por qué crees que el Gobierno no saca adelante una ley de patrocinio y mecenazgo, seria, que ayudara a las artes, al sector artístico y cultural en general, como en otros países?
Lidó Rico – Nunca lo he entendido. Dime tú si sabes alguna razón. Es una falta de respeto. Me causa tristeza que no logren ver la importancia y el potencial tan salvaje que tiene la cultura, no solo en sí misma, sino en el propio desarrollo social. Solo tienen que mirar cómo funcionan otros países en este sentido, es puro masoquismo sin justificación alguna.
PAC – Tus series son fruto de un importante proceso de investigación, a nivel de materiales y a nivel conceptual. Si en el mundo de la ciencia, la investigación está poco o nada reconocida en España ¿qué decir de la investigación artística?
Lidó Rico – Aquí hay que trabajar y dejarse de retóricas. Meter la ansiedad del resultado inmediato en el último cajón y tirar la llave. Buscar resultados eficaces, no esperar que te regalen nada. Hay que implicarse con pasión y hasta la médula, creer, realizar el trabajo sin ningún tipo de tasa y lo demás vendrá. De hecho, han tenido que pasar más de tres años, con este último proyecto, para comenzar a colaborar con distintos sectores que nos hubiera resultado impensable cuando lo comenzamos.

PAC – ¿En qué proyecto te gustaría adentrarte tras «Genoarquitecturas»?
Lidó Rico – La verdad es que no me preocupa, me llega con los inquietantes frentes que se van abriendo gracias al conocimiento y a la generosidad de muchas personas que van aportando y sumándose a su desarrollo, me dedico a disfrutar del trabajo día a día, de todas formas, los proyectos siempre aportan y suman, ni cercenan ni mediatizan una línea de trabajo definida porque se mezcla todo, pasado y presente, cuerpos con cerebros, rostros y bulbos raquídeos, en una visceral lucha que no entiende de fronteras y mucho menos de complejos.
Imágenes:
1- Lidó Rico © Enrique M. Bueso
2- Camposanto (2016) © Lidó Rico
3- La princesa y el guisante (2016) © Lidó Rico
4- Wifi zone (2016) © Lidó Rico
5- Mute -detalle – (2013) © Lidó Rico
6- Wifi zone – detalle- (2016) © Lidó Rico
7- Circuitos – detalle- (2016) © Lidó Rico
8- Frecuencias (2016.) – detalle- (2016) © Lidó Rico
9- Seven deadly sins – detalle – (2005-2006) © Lidó Rico
10- Autorretrato mirando al infinito (2016) © Lidó Rico
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