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Miguel Ángel Berraquero

Escrito por: Crítica de arte

Entrevista a Miguel Ángel Berraquero: pintor del caos

‘’Hombre en Regent Street es autodestructivo.
Lo cohetes, las armas nucleares, son autodestructivos.
Arte autodestructivo.
La ca ca caída de bombas HH.
Sin interés en las ruinas (lo pintoresco).
[…]
El arte autodestructivo demuestra el poder del hombre para acelerar los
procesos de desintegración de la naturaleza y para ordenarlos’’.

Gustave Metzger. Manifiesto del arte autodestructivo. Londres, 10 de marzo de 1960.

Quizá comparar al pintor Miguel Ángel Berraquero Espartero (Sevilla, 1968) con el artista Gustav Metzger, a priori, puede parecer poco acertado. Sobre todo porque sus discursos tienden a la divergencia, pero solo si se hace una lectura superficial de estos. Metzger, orientado hacia el ecologismo, al final estaba reivindicando una cuestión, a través del arte, que es competencia de la humanidad: cuidar de la naturaleza; protegerla y mantenerla, para evitar la progresiva extinción de una parte de los seres vivos que ahora la habitan, entre estas, la Homo sapiens. La Tierra es un ente autónomo. No necesita nada de nosotros/as, como es evidente. Pero tampoco de las demás criaturas que la pueblan. Sin embargo, es normal que estas ideas, las cuales son muy precisas, no estén presentes en nuestro día a día, a pesar de su capitalidad. Por supuesto, los avances hacia la protección del medioambiente están ahí, mucho más que en tiempos de Metzger, y no surgen con fortuidad, a sabiendas de que nuestro entorno y nuestra vida (como especie) está peligrando aceleradamente.

Retrato de Miguel Ángel Berraquero con una de sus obras. Cortesía del artista.

Berraquero evita los mensajes deliberados en el arte, sean del tipo que sean y, de hecho, actualmente no busca manifestar ningún concepto, ningún tema. En Metzger, el arte es alegórico en el aspecto de que alude a algo, en su caso, principalmente a la autodestrucción (por eso cita a las armas nucleares en el fragmento del texto aquí recogido) y de cómo esta es inherente a la humanidad, aunque también puede tornarse regeneradora una vez se toma conciencia de la problemática. Sus obras están destinadas a descomponerse rápida o lentamente por poner el foco en la autodestrucción y lo efímero. En Berraquero, lo que prima es el valor de la obra de arte como elemento estético. Su trayectoria se ha depurado hasta alcanzar tal sentido en la actualidad. Está cansado de ver cómo se exhiben las causas en el arte y, aunque respeta que el arte es también una vía para el cambio en diversos sentidos, él no lo utiliza con una función determinada más allá del goce por la belleza materializada, aunque puntualmente sí lo ha hecho en determinados momentos. Ni siquiera está de acuerdo con las representaciones figurativas en su propia obra porque tiende a volcarlas en lo sentimental. Obviamente es un artista con desasosiego por el cambio climático y el cual ama la naturaleza, pero no por eso persigue reivindicar nada con su arte, al revés que Metzger. Se enfoca en la abstracción, ya que esta vive de las cualidades formales de la obra de arte. En la plástica de nuestro entrevistado, esto quiere decir que las pinceladas pigmentadas de óleo sobre lienzo de lino son las protagonistas. Y precisamente en estas características observa Berraquero la belleza, que para él es sinónimo de trascendencia. Hay una tendencia al idealismo en su pintura, en consonancia con el pensamiento del filósofo Georg Wilhelm Friedrich Hegel; predomina la idea, el espíritu; en definitiva, el conocimiento humano es absoluto, totalizador. El arte, en este aspecto, es capaz de plasmar la verdad residente en el espíritu, siempre que este manifieste a su vez la belleza artística (única categoría estética posible para Hegel). Para Metzger, el idealismo significa algo ligeramente distinto, más emparentado al optimismo y también a la noción de que debe predominar lo abstracto por encima de lo material (de ahí su arte autodestructivo, que desintegra lo corpóreo en pro de lo reflexivo, de lo que sucede en nuestras mentes hilando sucesos). Pero el término conecta a los dos artistas y al final tiene un significado parejo: el poder de la idea para articular la realidad, modificarla y/o mostrar lo intangible de esta (que se encuentra en la psique). Esto último es más por parte de Berraquero, con su arte bastante hermético que, en un ejercicio de amabilidad, nos desarrollará con mayor detenimiento en la entrevista:

– Cuéntame un poco más sobre el tema de no estudiar Bellas Artes, ya que me parece un varapalo, autoimpuesto, eso sí, que decidieras seguir por otros derroteros, como empresario, como intento de licenciado en Geografía e Historia, como guía del patrimonio natural… ¿Te arrepientes de no haber cursado la carrera de Bellas Artes? ¿Qué te hizo rechazarla y amarla a la par?

No estudié Bellas Artes por varias razones. Primero, me molestaba el tener que hacer un examen de aptitud. Esa criba previa para no trabajar con todos nunca me ha gustado. Aparte de esto, era la carrera que mi familia veía bien que hiciera y por razones personales, aproveché la excusa del examen para justificarme ante mí mismo el no hacerlo. La realidad era otra. En el instituto viví cosas que no debía. Si voy atando cabos, lo que me suponía una obligación y preocupación (el examen de aptitud) desaparecía eligiendo otra cosa. Así que el día que acudí a la facultad de Bellas Artes y vi la cola que había y lo que me iba a retrasar eso en mis planes de ese día, decidí que no. Me fui a la facultad de Historia, en la que la cola era mayor, y me matriculé allí, por no volver de nuevo a la otra, pensando en hacer Historia del Arte (grave error en mi caso), que también estaba muy relacionada conmigo, para la que no necesitaba demostrar nada. ¿Miedo al examen? Lo he pensado y no. Yo sabía que lo pasaba sin problema. Quedó claro en las clases de educación plástica del bachillerato, siempre sobresalía en todos los grupos. ¿Por qué amaba Bellas Artes? Es difícil describir la sensación. Desde pequeño, mi padre me traía cada mes o cada quince días, no recuerdo, un tomo de una colección que se llamaba Los genios de la pintura (la tengo en casa). Son más de ochenta pintores, eso da para varios años. Así que conocí la pintura mientras mis amigos no tenían ni idea.

Llevo toda la vida estudiando historia del arte por mi propia cuenta. Pero claro, la especialidad de Historia del Arte se hacía en tercero de carrera (eran cinco cursos) y los dos primeros años tenía que estudiar tochos de historia antigua, geografía, prehistoria… No me gustaba nada estudiar para examinarme. Al final no terminé; no me licencié. Estuve cuatro años y definitivamente me fui a montar una empresa.

Ahora, que el haber podido vivir la experiencia de esos años en esos estudios, esa vida queda lejos, no veo tan importante no haberla hecho. Lo único, pues eso, seguramente habría estado dentro desde los veinte años y no me habría dedicado a otras cosas menos satisfactorias para mí, sin duda, durante estos treinta y cuatro años, de los veinte a los cincuenta y cuatro años que tengo.

– Tu trabajo ligado al sector cultural, sobre todo en calidad de librero, ¿sigues queriéndolo mantener? ¿Tiene alguna relación con la pulsión artística?

No, en una visión cercana. Para mí, la lectura es una necesidad vital. Me acompaña desde que tengo recuerdos. La lectura es en mí como el comer. Viene conmigo a donde vaya. No está al mismo nivel que la pintura. Puedo no pintar una temporada, pero no puedo dejar de leer. Sin embargo, el haber sido librero, al igual que otras profesiones ejercidas, ha sido algo sobrevenido y circunstancial. No hay una raíz común con mi inquietud artística.

De hecho, si me llegas a decir que un día bajaría todas las persianas y empezaría a hacer de la pintura mi misión de vida, me habría reído mucho. Leer y pintar me dan la vida. Eso y contemplar un cielo, la naturaleza, oler el mar y compartirlo todo cuando puedo. No, no volvería a dedicarme a ninguna otra actividad empresarial. Ni a las mismas de antes; no puedo decir que me haya ido bien, salvo los primeros quince años de la primera.

Entropía. 2023. Acrílico sobre papel. 65 cm x 50 cm. Cortesía del artista.

– Me contaste que estabas muy contaminado por la historia del arte y que estás hallando un estilo cada vez más personal. Dime qué referentes tienes o tenías, y en general, cómo ha ido evolucionando este asunto.

Son varias cuestiones en una. Todo creador construye su actividad sobre las bases anteriores. Todo lo que hemos visto alguna vez, olido, oído, está ahí, almacenado en algún centímetro cuadrado del cerebro o en alguna conexión neuronal. Y forma parte de lo que hacemos, voluntaria o involuntariamente. Creo que fue Picasso quien dijo que si bien él no era pintor de actualidades ni desgracias sociales o guerras, era indudable que todas las guerras estaban en sus cuadros. A veces pienso que el arte puro solo puede nacer de un cerebro que haya estado aislado totalmente. Pintamos con este, no con las manos. Si te las quitan lo harás con la boca o con el pie. Todo lo visible y lo invisible, por parafrasear, está ahí. Y yo estoy muy contaminado porque llevo viendo lo que otros han hecho desde que me recuerdo vivo. Vengo contaminado de fábrica, no puedo ver con los mismos ojos que un chaval nacido en el siglo XXI.

Referentes… en un principio, eran los impresionistas y Velázquez. Supongo que es algo común. Luego me hablaron mucho los expresionistas. Kirchner me fascina. No puedo dejarme atrás a Cézanne, el padre de todo lo que me mueve hoy. Guerrero y Rothko, me invaden por dentro. Camino hacia la obra y me engulle. Y el día que entendí a Tápies cambió mi vida. Nunca lo había valorado. Hasta que empecé a pintar. Rectifico, cuando empecé a pintar de otra forma. Y entonces, comprendí lo que había hecho y lo grande que es. Lo que trasciende y permanece, sin que hagan falta palabras. Y he leído casi todos sus textos, entrevistas, artículos, ensayos, y no recibo el impacto de lo que dice, pero me pones una obra suya delante y me emociono hasta las lágrimas. Lo entiendo perfectamente. Con Tàpies me pasa lo mismo que con Miró y el último Picasso. No logro entender cómo es que antes de ellos no existía su pintura. Para mí es tan lógica y natural que siento que no puede no haber existido siempre. No quiero dejar de mencionar a Sorolla. De artistas de hoy, me llegan mucho Jaume Plensa, Rashid Johnson y Peter Monoghan. Aparte de todo, volando, observando desde arriba, está El Greco. Velázquez los/nos contempla a todos; es el creador del Universo. Del mío al menos. Más que referentes, yo diría que son idealizaciones.

– En tus obras más recientes, de corte abstracto, es frecuente observar una serie de multitud de trazos que tiende a formar círculos, aunque estos son irregulares y se enmarañan entre sí. A su vez, estas pequeñas unidades, estos diminutos dibujos que se revuelven, forman, como si se trataran de células, sistemas; composiciones en tus obras, donde estos ejercen la función de línea, de dibujo. Y el color modula normalmente, articula, diferencias entre unas secciones y otras dentro de las composiciones pictóricas. En ocasiones juegas con los contrastes cromáticos, con los niveles de densidad matérica también (añadiendo, verbigracia, más dibujo en una parte que en otra de la obra, o bien engañando al ojo con colores distintos, para parangonarlas entre sí, con las formas para crear alusiones a elementos pertenecientes a la realidad visible (por ejemplo, al cerebro, al mar, al período Sidérico, etc.). Otras son abstracciones las cuales, a simple vista, no podemos asociar a realidades palpables, al menos no de manera sencilla. Cuéntame más acerca de todo esto.

Al principio, supongo que como la mayoría, empezamos a pintar con la necesidad de captar, capturar el mundo y darle salida con nuestra visión particular. Primeros paisajes, figuras… A mí me ocurrió que dejó de servirme. Tuve un año de una actividad intensa, casi un pequeño o medio formato por día, o dos, y en un tipo de trabajo del paisaje, con atmósferas envolventes, brumas, nieblas, emociones puras, que me obligaban a pensar mucho las bases y las técnicas. Aplicaba óleo del tubo, mezclaba, repartía a muñequilla con papel de cocina, cada uno su tratamiento. Me llegaban muchas palabras sobre cuánto gustaba y cuánto transmitía. Y hablando con un pintor amigo que me estaba elogiando una pequeña obra sobre una orilla del Guadalquivir, me di cuenta de que por mucha transmisión, por mucho que expresara, no era eso lo que quería que pasara. Durante dos años la cabeza me iba a explotar cada día. Probaba y probaba cosas diferentes cada día. Decía que si Picasso tenía etapas, yo tenía días. O ratos.

Dejó de servirme el representar. Y creo que ahí es cuando comencé de verdad a buscar mi lenguaje y mi tema, mi misión, que, se vea o no y haga lo que haga siempre es la misma. No quiero hacer una obra sobre nada. Si caen bombas en Ucrania, no quiero hacer una obra que lo recoja, ni que la guerra esté en la obra, aunque no tenga más remedio que estar. Quiero hacer una obra que trascienda cualquier asunto humano, que esté por encima de cualquier cosa. No quiero hacer alegorías ni mandar mensajes sobre la existencia en tres edades, ni busco la denuncia social, siendo la injusticia, su causa y su reparación o no, un tema principal en mis emociones. Mi búsqueda es otra y no quiero decir nada, ya no tengo esa necesidad. Ahora solo quiero crear una obra que permanezca porque al verla sientas toda la belleza del mundo o veas la vida en mayúsculas. Que a quien tenga la apertura emocional preparada le sea trascendental. Por ello estoy a punto de abandonar o, compaginar con ella, la técnica que me comentas de los círculos. En principio, eran representaciones humanas. Masas de gente. Estábamos tú, yo, todos. Luego se convirtió en algo más complejo, digamos que ya no hay personas una a una, hay una red de cintas; ya es la humanidad como contexto y pretexto. Y hoy, que elaboro estas redes más intrincadas y con diferencia de niveles y profundidades hacia abajo y arriba, es algo más: ya es la vida, la muerte, el existir nuestro y todos los organismos y especies, las plantas, todo. Todos venimos de la misma célula, y aunque somos todos, somos uno. Nos pensamos individuales y autónomos, pero no creo en eso. Somos apéndices del planeta y este nos deja corretear por su piel, como dejamos que el niño se desviva correteando por todas partes con los demás niños en la comunión, porque sabe que en un momento dado alguien dirá «a casa» y todo acabará.

Los planos de color son como puntos de resistencia. Contienen el caos sin que se desborde, y también pueden estar contenidos dentro del caos. En diferentes grados, según el aporte de cada color. Porque las redes, la vida, el esto que hacemos todos los seres, es un movimiento constante chocando todo con todo. La primacía del color en una gran mancha o la acumulación de muchos golpes de color, son liberaciones. La mancha grande me inunda y desborda, vivo en esta. Los trazos impulsivos y la pintura con un poco de acción me liberan. De cuando en cuando necesito hacer sin proyecto previo.

Densidades paralelas. 2023. Acrílico sobre papel. 65 cm x 50 cm. Cortesía del artista.

– ¿Cuáles son tus soportes y técnicas predilectos? ¿Han ido cambiando a lo largo de estos cuatro años de trabajo?

Actualmente el soporte que prefiero es el lienzo de lino montado en bastidores gruesos y, desde el principio, el óleo. Llevo un tiempo trabajando con acrílicos en lienzo, cartón y sobre todo en papel, pero esto es consecuencia de una mudanza que aún me tiene limitado. Como antes comentaba, trabajo imaginando, y mentalmente construyo y trabajo con materiales diversos, volúmenes, alturas, más allá de la pintura plana en el plano; no visualizo las obras que pienso como pintura en capas en un soporte plano. Necesito ese cambio, siento que en las dos dimensiones está ya todo hecho y todo dicho, aunque no sea así, pero siento que ya no me basta. Necesito meter las manos, los brazos hasta los codos, en lo que sea que utilice, porque la intencionalidad de lo que hago, lo que se me plantea desde el mundo que tengo delante cuando me pongo a trabajar, me lo exige. He ido comprobando que no puedo desarrollar mi misión creativa (le llaman discurso aunque no estoy de acuerdo con el término) si no puedo crear sombras, altibajos, cruces, desórdenes reales; no me sirven si son simulados a base de efectos ópticos. No me sirve una sombra pintada, por poner un ejemplo fácil; esta debe ser real y cambiante. Así que puede decirse que estoy en este momento en stand by, a la espera, trabajando para no dejar de trabajar, pero no del todo en lo que necesito hacer.

– Veo que tus últimas obras irán en la exposición Dynamic KO2 que todavía estás planificando. Cuéntame más sobre el proyecto que tienes en mente. He leído que hablarás de opuestos y complementarios en tu obra.

Mejor decirlo al revés. Yo estoy planificando una serie de obras bajo el lema Dynamic KO2, por aquello del caos dinámico, la entropía, etc. Y veremos si llega a convertirse en exposición o no. Bueno, la propia construcción y planteamiento de estas obras llevan implícitos estos conceptos. Planos de color que se complementan para construir una realidad y que no serían nada en solitario, opuestos a zonas enmarañadas donde la superposición, la lucha por el espacio y la visibilidad de los trazos convierten al propio trazo en sujeto de esa realidad. En estas zonas, el trazo es sujeto protagonista y está vivo, se mueve. En las demás, el protagonista es el color y su acción se ejerce sin movimiento, pero con una relevancia en la escena que es indiscutible.

Muro. 2023. Acrílico sobre papel. 65 cm x 50 cm. Cortesía del artista.
Etiquetas: , Última modificación: 5 septiembre, 2023