Murray Molloy (Dublín, 1976) es un street performer irlandés que reside en Altea. Su interés por lo macabro nació en su juventud, de sus pesadillas con los payasos de circo, y de un vecino excéntrico que le enseñaba trucos de magia.
Su arte deviene de la fusión del sideshow del circo -que desgraciadamente ya ha desaparecido-, y del arriesgado camino del come-fuegos, cuya travesía como autodidacta inició, con tan solo dieciocho años, por las calles de Dublín.
Casi veinte años de experiencia profesional, de entrenamiento, de giras y viajes sin cesar, han expandido su repertorio, que actualmente incluye números que van desde el contorsionismo y escapología hasta modelar con globos, números de clown y a tragarse espadas. Es uno de los 50 artistas del mundo que traga espadas.
Ha actuado por casi todas partes, desde Australia a Laos, de Portugal a Fiji. En calles, bares, salas, festivales, delante de jefes tribales, en el circo de Jim Rose en los EE.UU. o en el festival Fringe de Edimburgo.

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PAC.- Lo tuyo es claramente una vocación. ¿Satisfecho de tu propia trayectoria?
Murray Molloy.- Sí, sin duda, estoy satisfecho con mi trayectoria. Me han pasado cantidad de cosas, unas increíblemente buenas y conmovedoras y otras muy “cañeras”. Nunca acabas de aprender. Cada público, país, cultura son distintos y los espectáculos nunca son iguales. Lugares donde un chiste tiene a la gente partida de risa, ese mismo chiste, en otro país, tiene a la gente mirándote como si acabases de explicar la ecuación de la relatividad. La única manera de aprender a trabajar en la calle es trabajando en la calle, con sus éxitos espectaculares y fracasos terribles. Quiero seguir actuando en la calle. No he encontrado un intercambio con el público igual.
PAC.- ¿Lo de actuar en la calle es por convicción, es tu opción, o es la necesidad?
Murray Molloy.- Actúo en la calle por muchas razones. La primera es por amor. Me encanta todo lo que representa, en términos de libertad, estilo de vida y forma de conectar con el público. No hay un intermediario entre artista y público. Conectamos con los espectadores de una manera visceral, a veces física, y esto produce un ambiente muy especial. El proceso de creación del espectáculo produce una sensación increíble: crear el deseo en la gente para pararse y ver la actuación; convertir una plaza vacía en un teatro al aire libre; tener 300 personas aplaudiendo y riéndose; y hacer que todo el equipaje sea portátil y duradero. Al recoger mis cosas y marcharme, se produce un cambio sutil en la energía del lugar y de la gente, algo que es beneficioso y no tiene precio. Trabajo en la calle por gusto y elección propia.
PAC.- Hoy que el público dispone de mayor información, ¿cuesta más sorprenderlos?
Murray Molloy.- Lo que hago es bastante sorprendente y diferente. Cuesta más construir un ambiente de espectáculo en vivo, la energía necesaria para hacer que el espectáculo funcione y que un grupo de individualidades se convierta en “público”. Lo más difícil del público actual es el “efecto tablet” y su precursor, el “efecto tele”, pues piensa que estás detrás de una pantalla.
PAC.- ¿Se puede vivir dignamente de la cultura como freelance o autónomo?
Murray Molloy.- Si por dignidad entendemos vivir de acuerdo con mis principios, sí. No me imagino viviendo de otra manera, pese a la inseguridad de no tener un sueldo fijo mensual ni tampoco un “plan B”. Da un increíble “PODER” vivir de lo que amas, sobrepasar barreras de cultura y lenguaje y vivir de tus talentos en cualquier lugar del mundo.
PAC.- Imagino que no serán todo facilidades para actuar en la calle. ¿Con la burocracia habremos topado?
Murray Molloy.- En España, pareciera que algunas autoridades no ven a los artistas que actuamos en las calles como un recurso a explotar. Entretenemos a la gente, sin ningún coste económico por su parte. No es una cuestión de llegar a la calle y empezar un espectáculo, pero hay sitios donde los requisitos para sacar un permiso para actuar en la calle están hechos para desmotivar al artista. Es complicado manejar el espacio público, controlar la calidad artística, las relaciones con los comercios y vecinos y promover la creatividad: Entre mis colegas, el País Valenciano tiene la reputación de ser uno de los lugares donde más pegas se ponen para actuar en el espacio público.
PAC.- ¿En otros países hay más facilidades?
Murray Molloy.- Fui a Melbourne en 2000. Ya había actuado en Europa y Estados Unidos. Mi actuación no funcionaba en Australia. Había un buen lugar para actuar, sólo los domingos entre las 11:30 y las 17:30. Cada domingo, a las 11, había un sorteo entre los artistas aspirantes. Había 10 ó 15 artistas para el sorteo de un “hueco” de 40 minutos. Cuando sólo tienes ese tiempo, debes hacer el mejor espectáculo posible. Así aprendí a hacer un show, parecido al que hago hoy. Por mal que fue al principio, por extranjero que era, en aquel azar tuve los mismos derechos que los australianos más veteranos. Algunos de los mejores artistas del mundo pasan por Melbourne. Igual ocurre en Londres. Sistemas que favorecen la igualdad, que respetan que la calle es de todos, no importa raza, edad, nacionalidad, sexo, ni rango. Nadie tiene más derechos que otro. En España, esto existe en muy pocos lugares. Se funciona así en la Fira de teatre al carrer de Tàrrega.
PAC.- ¿Qué le pedirías a la administración española en ese sentido?
Murray Molloy.- Agilizar el proceso de dar permisos, fomentar la rotación de los artistas, promover que diferentes artistas visiten una ciudad, y sobre todo educar al público. Así se cultiva una escena de arte de calle, dinámica y progresiva. No digo que haya artistas actuando en cada esquina, se puede determinar sitios donde actuar y que todos los artistas lo compartan justamente.
Otro gran problema, en España, es la privatización y colonización del espacio público, que se ha convertido en restaurantes privados, en forma de terrazas, o en tiendas desmontables, en forma de puestos de mercadillos. No es lo mismo ocupar un espacio por hora y media diaria de espectáculo, que ocuparlo 12 ó 24 horas diarias exclusivamente para ganar dinero. La personalidad y el encanto de las ciudades y pueblos no se encuentra sólo en poder disponer de “cosas”. La cultura es un recurso que aumenta la sensación de originalidad y carisma que tienen ciertas ciudades, y por lo tanto se debe cultivar. La economía es dinero, pero lo que la mueve es la emoción. El comercio funciona con el precio y la cultura con el valor. No tiene que ser ni incompatibles ni excluyentes entre sí.
PAC.- Te felicito porque no es fácil concebir un espectáculo para todos los públicos sin caer en los tópicos.
Murray Molloy.- Primero pienso qué decir y hacer y lo encuadro en un formato que funcione en la calle. Cosas del show tiene a los adultos riendo y a los niños mirándome con cara de bobo. Me niego a ser un artista políticamente correcto. No puedes complacer a todo el mundo. Al hacer algo homogéneo, para todos los públicos, se olvida que el público está compuesto de individualidades. Demasiados espectáculos para niños insultan la inteligencia de los adultos y los aburren. Prefiero insultar a los adultos y educar a los niños. Si trabajara en un crucero, tendría que configurar el espectáculo de otra forma y perdería su “chispa”.
Etiquetas: Murray Molloy Last modified: 7 septiembre, 2023