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Ritxi Gonzaga

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Entrevista a Ritxi Gonzaga

Ritxi Gonzaga (Santander, 1976). Vive y trabaja en Santander. Licenciado en Bellas Artes (Especialidad de Pintura) (1999) y Curso de Adaptación Pedagógica [CAP] (2000) por la Universidad de Salamanca. Diploma de Estudios Avanzados [DEA] (2000) y Doctor en Bellas Artes (2016) por la Universidad Complutense de Madrid.

Artista plástico. Docente. Pintura. Escultura. A partir del diálogo entre la práctica y la teoría, y mediante diferentes acercamientos estéticos, concibe y desarrolla series diferenciadas desde los lenguajes de las artes plásticas para establecer reflexiones en torno a temas filosóficos, científicos o antropológicos que cuestionan relaciones dicotómicas tales como: presentación y representación; figuración y abstracción; contenido y continente; significante y significado; interior y exterior; ciencia y magia…

Ricardo González García con el retrato de su padre en plastilina y el cuadro Arqueología de la memoria, 1999-2004 tras de sí (2024)

PAC – Te proyectas desde Santander. ¿Te hubiera gustado cambiar de lugar y hacerlo desde allí?

Ritxi Gonzaga – La verdad es que sí. En la actualidad me gustaría estar trabajando en Madrid. Sé lo que es vivir y trabajar allí, pues del 2004 al 2008 residí en esa ciudad. Sin embargo, debido a la necesidad de sobrevivir y tener que volcar mi capacidad creativa también hacía la educación, y aunque comencé este desempeño cuando estaba en Madrid, el destino quiso que volviera, muy a mi pesar, al lugar donde nací para, desde entonces, continuar con las dos vertientes: por un lado, la genuina de la que parto, las artes plásticas, y, por otro, una deriva de esta desde aquello que supone su didáctica.

También realicé en 2011 una corta estancia en Nueva York y en 2013 otra en Berlín, y en estas pude acercarme a conocer cómo son sus escenas artísticas, tanto a nivel creativo como expositivo, y, sinceramente, nada mejor que una gran ciudad para el desarrollo de inquietudes creativas. Así que sí, me hubiera gustado cambiar de lugar. De residir en España me gustaría estar en Madrid, y si la ocasión me lo permitiera incluso me gustaría residir y trabajar en una ciudad del tipo a las señaladas, en el extranjero.

Ritxi Gonzaga. Lavadora – Serie figurativa, 1995. 116X89 cm.

PAC – ¿Crees que tu trayectoria habría sido la misma?

Ritxi Gonzaga – No lo creo. Pienso que todo tiene su lado positivo y negativo. Entre Santander y Madrid estamos hablando de comparar una ciudad de provincias como es Santander –que, no obstante, últimamente se está fortaleciendo a nivel cultural implementando nuevos espacios expositivos que en breve podremos disfrutar- (además del Centro Botín, el MAS o las Naves de Gamazo, a este entramado se incorporará la sede del Reina Sofía que albergará el Archivo Lafuente o el Museo de la Colección Banco Santander), lo que, en su conjunto será un importante activo para el turismo, aunque todavía dudo en qué medida todo eso revertirá en los/las artistas locales, -en el sentido de ofrecerles oportunidades– y la capital de un país en la que se congrega todo lo más importante que pasa a nivel artístico, sin menospreciar otros eventos igualmente interesantes que pueda haber en otras zonas, incluso las más periféricas o rurales.

En una ciudad grande como Madrid están los mejores museos, se establecen las galerías, se realizan ferias cada cierto tiempo, hay conferencias…, existe una dinámica cultural incesante y siempre hay algo que ver si, por tu tendencia creativa, lo tuyo es estar alimentándote constantemente de información visual. Bien que vivimos en un mundo hiperconectado por la tecnología digital y que tenemos todo eso al alcance de nuestro dispositivo móvil, pero sigo creyendo en que las artes plásticas requieren una recepción y experimentación en directo, y no su reducción sintetizada a través de una plana fotografía tan grande como la pantalla de nuestro smartphone, tablet u ordenador. En fin, todo ese contacto directo lo tienes en Madrid, y todavía más en París o Nueva York.

Total, que en la comparativa me parece mucho peor estar en Cantabria que en Madrid. Por esta razón, considero que mi trayectoria no hubiera sido la misma de haberme podido quedar en Madrid a trabajar.

Ritxi Gonzaga. Néclo rojo en el interior – serie Un blanco rumor, 2004. 130x195cm.

PAC – ¿Qué te impulsa a dedicarte a la práctica artística?

Ritxi Gonzaga – He dibujado, pintado y modelado desde siempre. Con ocho años gané mi primer concurso de pintura a nivel interescolar y con trece un premio a nivel nacional en un concurso que organizaba la ONCE. Por tanto, siempre he mantenido una inquietud expresiva y un interés por conocer técnicas y estilos que me posibilitaran ampliar el radio de acción de mis intenciones comunicativas a través de la expresión plástica.

Con el tiempo te das cuenta de que esa inquietud natural e incipiente te conecta de manera diferente con el mundo que te rodea. Al principio puedes sentirte extraño en comparación con otras personas, por esa inclinación que muestras al invertir tanto tiempo en ese tipo de actividades, pero después vas descubriendo lo afortunado que eres. Pues esa forma de acercarte al entorno, te hace conectar con la parte sensible de las cosas y poderlas conocer o manipular desde una concepción no convencional. Así es como funciona el pensamiento lateral o divergente. Por esa vía, según va pasando el tiempo todo eso se amplía o se sobredimensiona progresivamente, aumentando con ello tu capacidad reflexiva, introspectiva y transmisiva, en cuanto al aporte que puedes trasladar a las personas que se acerquen a descifrar las claves que vas depositando en la obra.

Sin entrar en consideración de lo que supone, tras este impulso natural en tanto que necesidad básica, el sistema del arte –si es que eres aceptado ahí y te permiten adentrarte y avanzar en ese terreno, sin saber a priori hasta qué punto eso puede condicionarte positiva o negativamente–, considero que es ese “motor” el que te conduce a seguir con la práctica artística, aunque las cosas no te vayan lo bien que quisieras la mayoría de las veces.

Ritxi Gonzaga. Accidente en autopista modular – Serie Suvenir de no lugar, 2009. 80x1162cm. Colección particular.

PAC – ¿Qué ansiabas?

Ritxi Gonzaga – Bueno, es imposible vivir sin desear o ansiar algo, es nuestro impulso primigenio y, en mayor o menor grado, siempre estamos aspirando a algo, aunque no se sepa definir muy bien. En muchos momentos es más fácil saber lo que no se quiere que aquello que se ansía. Si estás realmente apasionado por la actividad que realizas miras con admiración a los grandes artistas; quienes exponer en grandes centros de arte como ellos y ellas. Eso a nivel externo. Pero a nivel interno hay que hacerse preguntas sobre el impulso que te conduce al hacer. Respecto a esto, creo que, si sigo expresándome, si tengo esa necesidad, supongo que sea porque todavía me quedan cuestiones que resolver a nivel inconsciente difícilmente traducibles a palabras.

Así que, por un lado, te miras en ese espejo que suponen las personas a las que admiras y, por otro, vas construyendo, a la vez que te expresas, tu propio espejo interno del conocimiento; de ti mismo y tu propia forma de comprender la realidad. Al volverte protagonista de esa aventura propia que has emprendido de un modo bastante inconsciente, en principio, desconoces hasta qué grado lo estás consiguiendo y continúas movido por la inercia. Yo, en ese terreno, me veo que siempre pierdo perspectiva y nunca acabo de tener claro qué ansío exactamente. Simplemente se sigue adelante, de algún modo con desasosiego e insatisfecho, a la búsqueda de nuevos territorios expresivos, otras formas de contar cosas… Y así es como te vas inventando tu propia vida para tratar de escapar del nicho que te había preparado tu unidad familiar; acabas por burlar al destino a fin de conseguir ser otro; quien tú quieres ser y no lo que otros quisieran o esperan que seas. Y no sé por qué, pero esa tendencia continúa siempre presente: tratar de escapar, evadirme por medio de mi creación, ansiar ser otro distinto cada vez,
efectivamente. Quizá supone eso aceptar el riesgo de lanzarte constantemente al vacío de lo desconocido, aún a riesgo de que acabes por convertirte en un monstruo. Pues la gran obra de arte considero que ha de ser monstruosa, y, más allá de esta, que no es más que un mero medio, el verdadero fin siempre es uno mismo. Es ahí donde se encierra todo el sublime potencial utópico de esa distopía que, finalmente, puede suponer una vida en relación al arte, con todas sus contingencias y avatares, accidentes incluidos.

Ritxi Gonzaga. Dependientas del bazar chino – Serie Psicorretratos robot, 2010. 81×116 cm.

PAC – ¿Lo encontraste?

Ritxi Gonzaga – Bueno…, por un lado, la insatisfacción te conduce a ansiar ser otro, encontrar nuevos horizontes; te lleva a seguir buscando porque nunca parece que los encuentras, o tras llegar a uno ya estás queriendo divisar el siguiente. En definitiva, esa Cosa en sí es inalcanzable. Por eso no se deja de hacer, dado que si encontráramos la plenitud absoluta ya no haría falta hacer más. Por eso este camino es un continuo compuesto de pequeños hallazgos encadenados. Una sucesión donde cada eslabón pudiera entenderse como un vector rizomático abierto a multitud de posibilidades. Un entramado no lineal que acaba por configurar un laberinto. El tuyo propio, aquel en el que perderte plácidamente. Y ante el hecho de asumir la pérdida dentro de esa maraña y saber que alcanzar el absoluto es imposible, se torna razonable esa frase picassiana de: “yo no busco, encuentro”.

No sé si con más resignación que satisfacción por cómo se han dado las cosas, he de vivir en el convencimiento de que lo que ha sido, en función de la multitud de factores de cada momento, y lo que hubiera podido ser debido a ese potencial campo de posibilidades al que me refiero, es lo que he encontrado. Podía haber sido también de otra manera, sin duda, pero quedarse pensándolo es perder el tiempo. Es mejor pasar a la acción, porque el momento es ya y nuestro tiempo disponible puede ser limitado. Ante eso, es el presente lo único con lo que uno cuenta para poder hacer algo; para encontrar otra cosa que te sorprenda; algo nuevo más allá de lo que ya conoces o sabes hacer; algo que te enriquezca y satisfaga a fin de mantenerte con la misma ilusión por seguir buscando como la que tenías cuando eras un niño.

Por ello, puedo decir que no he encontrado lo que buscaba y quizá no lo encuentre nunca. Y, por otro lado, paradójicamente lo encuentro todos los días. Esa es la contradicción en la que me hallo y experimento diariamente en relación a mi actividad artística y mi vida en general.

Ritxi Gonzaga. Suceso – Serie Factoide viral, 2013. 97×146 cm.

PAC – ¿Qué crees que puede mejorarse en el Sistema del arte?

Ritxi Gonzaga – Todo se puede mejorar en un sistema si este acepta su propia autodestrucción o, sin llegar a un extremo tan radical, si tiene en cuenta su capacidad deconstructiva a fin de reformar las estructuras que lo soportan. En cambio, esto que puede sonar tan progresista y regenerador, en la práctica se torna un imposible, o solo es posible desde la propia creación como espacio utópico. Esto es debido a que el sistema artístico se sustenta sobre una base económica sujeta a intereses privados. Desde esa condición, la propia sistematización de un sistema (el del arte en este caso), valga la redundancia, en función del intercambio mercantil conduce al continuado refuerzo de su automatización para posibilitarse un asentamiento cada vez mayor; aquel que trabaja en pro de generar valores seguros con los que constituir un patrimonio que pueda revertir en beneficios a corto o largo plazo para determinadas personas. Todo lo contrario, su deconstrucción desde una perspectiva filosófica y humanista, podría sentirse como un debilitamiento que afectaría a quienes poseen sus inversiones volcadas en ese sistema tal y como se ha ido constituyendo. Esas personas ahí involucradas no van a aceptar ningún riesgo, pues han invertido un capital y, aunque quieran venderte una imagen progresista desde la parte comunicativa e intelectual que posee la creación, van a seguir especulando en la sombra para que lo suyo se revalorice desde un conservadurismo recalcitrante de fondo.

Si miramos al sistema del arte se puede observar que los agentes realmente influyentes (directores de museos, galeristas, críticos y comisarios o curadores), que trabajan de forma especulativa para satisfacer a quien paga por las obras (el/la coleccionista), hacen todo lo posible por seguir manteniendo su estatus. Aún a costa de saber, aunque se autoengañen o solapen sus actuaciones bajo un doble filo moral, que en la mayoría de las ocasiones se aprovechan vilmente del trabajo del artista. Pues la figura del artista, tal y como explicaba Pablo Helguera al comparar el mundo del arte con un tablero de ajedrez, es un mero e insignificante peón. Y a formar parte de esa esfera exclusiva son muchos/as los potenciales artistas llamados, pero muy pocos/as acaban por ser elegidos/as para lograr cruzar el damero y llegar a convertirse en “reinas” con libertad de movimiento. Eso hace que muchos/as artistas con obras de tanta calidad o más que los afortunados/as, desgraciadamente se queden por el camino.

Desde ese punto de vista, el sistema del arte acepta su propio proceder corrupto, y en ese terreno acaban ganando los intereses especulativos de base económica sobre la misma creación, concebida esta desde su óptica más humanista. Este modus operandi monopoliza la situación y no ofrece demasiadas oportunidades a otras iniciativas. Como pasa en la sociedad, desaparece la clase media. Es decir: o estás arriba del todo o, como artista de segunda, no puedes sobrevivir en la época actual, o lo has de hacer a duras penas dentro de esta escena artística que se ha montado en relación al sistema neoliberal. Y es ahí, en esta presente era de la agencia, donde parece que quienes salen más airosos son quienes se dedican a la mediación, en detrimento del artista, quien siempre parece tener las de perder, aunque sea el origen del engranaje del sistema; quien crea la obra. Dado que es el/la artista quien más arriesga de primeras, haciendo una inversión económica y sacrificando su tiempo y energía en base a una ilusión que generalmente, una vez que comienza a funcionar dentro del sistema del arte, acaba por beneficiar más a otros/as que a sí mismo/a. Por otro lado, también es verdad que, como dice Alberto Santamaría, los/las artistas están haciendo algo que nadie les ha pedido.

Ante lo argumentado, para mejorar el sistema de arte hubiera que empezar deconstruyéndolo, de forma que, otorgando protagonismo a los verdaderos artífices, existiera una apertura más democrática a las oportunidades de visibilidad, o que estas no estuvieran tan comandadas o coartadas por los intereses económicos de carácter privado. En ese sentido, veo que lo público se halla demasiado pervertido por esos intereses privados. Además, hubiera que cuidar al artista y que los/las agentes mediadores no se aprovecharan tanto de él/ella: que las relaciones entre las partes implicadas en la gestión cultural fueran siempre reguladas bajo el manto de las buenas prácticas; pagándose en principio al quien genera la obra por el trabajo que realiza. Pues en la mayoría de las ocasiones, aprovechándose el sistema de esa ilusión que tienes, parece que te hacen creer que con el solo hecho de darte la oportunidad ya te han pagado, sin considerar que el/la artista ha realizado una inversión inicial, y que también ha de pagar sus facturas y tiene que comer todos los días, como el resto de la gente. Modificando esto, de entrada, lo cual sería sinónimo de mostrar un profundo respeto hacia lo que hace el/la artista y hacia su persona, comenzaría a existir un reparto más justo y ecuánime de todos los recursos y de todo el flujo económico que mueve este sistema. Pero, claro, para que este cambio pudiera ser posible debieran de estar concienciados todos/as los/las artistas, en bloque, para trabajar en colectivo, demandando derechos y denunciando injusticias a fin de que no se produzcan abusos. Y aquí radica un problema. Dentro de un colectivo tan individualista reina ese: “sálvese quien pueda”. Cada quien observa lo que le ha pasado al de al lado, pero, en vez de empatizar, piensa que a él/ella no le va a pasar. Incluso mezquinamente lo puede ver como una victoria, porque así tiene un competidor menos y eso le puede acercar a su oportunidad para posicionarse.

Ritxi Gonzaga – Arquitecturas efímeras – Serie Background, 2014. Medidas variables.

PAC – ¿Qué deberíamos aportar y eliminar al Sistema?

Ritxi Gonzaga – Considero que deberíamos aportar más honestidad y deberíamos eliminar tanto aprovechamiento interesado y abuso que se proyecta sobre el artista. Me explico. Estimo que dentro del sistema del arte existen, como en el sistema capitalista a nivel general, mucho “tiburón” que, escudado en la mediación gerencial a la que se ha derivado –dentro de un sistema que se cierra sobre sí mismo, pues se bunkeriza, volviéndose sólido y hermético a fin de perpetuarse para proteger los intereses de aquellos/as pocos/as que se dedican a especular con todo lo que ahí circula, como quien vende y compra acciones en bolsa–, se aprovecha de la obra de todo artista que, incauto/a, caiga presa de sus redes de intereses. Claro, en este mundo de apariencias nadie de quien está ahí, mediando, te va a decir que en el fondo te está utilizando, y gran parte de las relaciones se enmascaran con acercamientos hipócritas, mensajes humanistas y tal…, ocultándose en la mayoría de las ocasiones ese trasfondo de interés económico que mueve gran parte de las transacciones. Por otro lado, no nos engañemos, ese trasfondo económico ha existido siempre. Es decir, muchas obras de arte se han realizado porque había un encargo previo, y aun así a muchos artistas les costaba cobrar. Lo peor es que si antes eso estaba claro, ahora muchos agentes juegan al despiste y a la ocultación, jugando, con ello, también con las ilusiones de muchos/as artistas que pretenden iniciar un camino profesional con su actividad creativa. Por eso, si hubiera más honestidad y transparencia, y las partes pudieran negociar bajo el manto de unas buenas prácticas que protegiera a ambas, a fin de tener las cosas claras desde el principio, el/la artista no sería víctima de tantos abusos y fraudes, y no se llevaría tanto desengaño. Hay que pensar que este tipo de prácticas fraudulentas –de lo que supone la corrupción que solapadamente se halla activa dentro del sistema del arte– ha acabado con la carrera profesional de muchos/as artistas, llegando, en algunos casos extremos, a provocarles, este tipo de relaciones tóxicas, graves problemas de salud e incluso la muerte.

Ritxi Gonzaga. Vivario ignoto amarillo indio a la limón con gutagamba y aureolina de los pecios del negociante de la cuarta dimensión- Serie Fasmas, 2019. 100×81 cm.

PAC – Asociacionismo profesional ¿qué opinas?

Ritxi Gonzaga – Creo que la esencia del sistema capitalista que nos impregna y atraviesa actualmente, es defensora de ese: “divide y vencerás”. Por eso, tanto en otros sectores como en el arte, al sistema le conviene dividirnos; que seamos individualistas y que compitamos entre nosotros, de tal forma que no seamos capaces de organizarnos como gremio para defender nuestros intereses como trabajadores dentro del sistema artístico. Por ello que, para combatir agónicamente dentro de este sistema que nos ahoga, veo que practicar ese asociacionismo estaría muy bien. Empero, parece como si a cada paso que avanzamos en esta deriva a la que nos lleva el desarrollo de la linealidad histórica, se tornara todo ese asociacionismo una quimera.

En los 80, por ejemplo, los trabajadores se unían para hacer frente a la reconversión industrial y defender, así, sus empleos. Ahí el que podía convertirse en su enemigo y contra quien había que luchar para ofrecer resistencia a fin de defender derechos laborales (que, por otro lado, igual tampoco sirvió de mucho, sino que solo acarreó más problemas, y no por ello estoy diciendo que esté en contra de luchar hasta las últimas consecuencias por lo que se crea justo en función de la defensa de los propios derechos de un colectivo) se podía identificar y era visible. Pero en la actualidad vivimos en un mundo absolutamente gaseoso en el que todo son espectros que aparecen y desaparecen. Los accionamientos del sistema funcionan como una especie de ente intangible. Si tratas de enfrentarte con todas tus energías para cambiar alguno de sus accionamientos locales, ya se está reconstruyendo a otra escala o proporción por otro lado. Parece, en definitiva, como si te dieran a entender que todo cambia para que, en el fondo, nada cambie. No hay lugar a la deconstrucción, y mucho menos a la destrucción de ninguna de sus facciones, por mucho que te vendan la moto de que se contempla la posibilidad deconstructiva. De todos modos, no es la situación laboral descrita un buen ejemplo, porque mientras en una factoría cada componente pierde su individualidad en pro de un objetivo común, el sistema del arte premia precisamente la singularidad de un/a artista o un colectivo artístico, de ahí que sea un terreno altamente competitivo sin lugar a un tipo de asociacionismo similar al expuesto.

De ahí que el asociacionismo, que puede trabajar ofreciendo resistencia al unir fuerzas individuales en un grupo, que por otra parte ha de estar organizado, lo cual supone un problema (conlleva un trabajo que nadie va a hacer gratis, y por otro lado, al poder corresponder a un puesto de gestión política también genera rivalidades, envidias, disparidades o competitividad dentro de una misma célula que acaba, en la mayoría de las ocasiones, con cáncer galopante), acaba siendo, al comprobar que poco se consigue ante un sistema hegemónico cerrado sobre sí mismo, un espacio donde sus componentes comparten sus “miserias”. Lo cual sirve, al menos, de consuelo. No obstante, no creo que haya que rendirse y considero que hay que seguir pensando que es el idealismo y los sueños lo que mueve el mundo, para conducirnos, así, al encuentro de armónicos horizontes futuros.

Por eso, más que de asociacionismo gremial se podría hablar de comunidad, como la que se genera en determinados lugares (Carabanchel es un ejemplo de ello), a fin de que los/las integrantes de esta consigan alquileres adecuados a su trabajo y a un precio asequible, por ejemplo, o se ayuden entre sí a nivel conceptual o material. Quizá no sea este un asociacionismo en su sentido estricto, pero sí un espacio donde cada artista, una vez integrado/a en esa trama, pueda llegar a sentir cierto apoyo al verse rodeado/a o arropado/a de gente que se halla en su misma situación. Yo esto lo veo un poco como lo que pasaba cuando uno estudiaba Bellas Artes: se impregna el conjunto de un entusiasmo generalizado útil para crear, a pesar de conocer que las situaciones son adversas, pues es muy difícil abrirte camino en el mundo del arte. Más allá de eso, supongo que cada quien tendrá que apañárselas a nivel individual para bregar y negociar con el mediador/a de turno que se fije en su trabajo, y quizá siempre haya alguien en la comunidad que le pueda orientar si comenta su situación…

Ritxi Gonzaga. Los dos reyes y los dos laberintos – Serie Tiempo de pliegues y espectros, 2021. 100×162 cm.

PAC – Háblanos un poco de tu trayectoria.

Ritxi Gonzaga – Buf…, qué pereza… Me inicié dibujando y pintando en mi propia casa. Yo era un niño enfermizo y muchas veces no podía ir a la escuela, así que, si no andaba revolviendo e investigando mi entorno, me entretenía haciendo este tipo de actividades ociosas. Me daba tanta tranquilidad y me sentía tan a gusto, pues me alejaba de las tensiones a las que te expone la vida en sociedad, que cada vez me gustaba más estar en ello, protegido en ese “hogar”. De hecho, siempre llegaba tarde a clase porque nunca me gustó ir, como tampoco me gusta ningún régimen disciplinario o militar, quizá porque igual ya entonces era algo antisocial y huía de lo gregario. A mí lo que me gustaba era estar en casa dibujando. Esa actividad creativa suponía para mí un campo anárquico donde uno se puede mover a voluntad (desde el plano puramente creativo, sin contar todavía con el sistema del arte, sino desde un territorio aún no contaminado por todo lo que ese sistema supone o implica). Además, esta actividad también me permitía conectar y conocer otras esferas creativas, más allá de la expresión plástica, como la música, el teatro, el cine…, lo cual siempre me ha interesado mucho, pues, en definitiva, todas estas disciplinas tratan de hablar sobre alguna cuestión que atañe a la condición humana y eso, finalmente, fomenta nuestro propio autoconocimiento; nos enriquece y nos hace evolucionar.

Total, que desde bien pequeño quise hacer Bellas Artes y así fue. Terminé la carrera con notas excelentes, dado que me resultaba muy fácil desarrollar lo que allí me proponían. Aunque era un gran dibujante y se me daba muy bien la figuración, me gustaba también experimentar con diferentes estilos y técnicas. Lo difícil, y lo que no me enseñaron, vino después, cuando tienes que poner en práctica otro tipo de tácticas que, más allá del lienzo, has de utilizar para poder desenvolverte, con tu expresión plástica, en el mundo real o laboral a fin de salir adelante, subsistir o sobrevivir.

No obstante, aún metido en mi burbuja sin saber cómo desenvolverme en ese mundo real, ni poner de mi parte para salir de mi zona de confort, en principio, la mayoría de las ocasiones he tenido suerte, pues hay cosas que han venido a mí y las he aceptado sin tampoco pensarlo demasiado. Más difícil ha sido, posteriormente, ingeniármelas para salir de alguna de esas situaciones… Pues, a toro pasado, no hubiera actuado así, inconscientemente, si llego a saber las consecuencias que acarrea aceptar muchas de esas cosas que a uno se le ofrecen, y posiblemente hubiera elegido de otro modo o tomado otros rumbos. En fin…, nada más terminar la carrera realicé una exposición en el pueblo donde vivían mis padres con parte de lo que había realizado en la carrera (cosas dispares que iban desde la figuración al expresionismo, pasando por cosas más conceptuales, en dibujo, pintura, escultura, grabado e instalación) y una galería se interesó por mi obra figurativa. Así que en el 2002 realicé una exposición individual en Murcia, y otra, al año siguiente, en Madrid. A partir de estas dos experiencias pude descubrir que eso de andar siempre en precario, a nivel económico, para seguir alimentando ese corrupto negocio del sistema del arte, no iba conmigo.

Así que decidí irme a vivir a Madrid y comenzar los cursos de doctorado. Allí tuve mi primer contacto docente como monitor de dibujo y pintura en centros culturales y como becario del Departamento de Pintura de la Complutense. En el 2006 hice la oposición a Educación Secundaria y en el 2007 ya estaba dando clases en un instituto de San Blas. Se dio la oportunidad de añadir méritos, que te conservaran la nota y no tener que realizar la oposición de nuevo en Madrid, y probé a realizarla la oposición también en Cantabria, para tener dos oportunidades laborales. Me acabaron llamando primero de Cantabria y en 2008 comencé a dar clases por aquí, entrando en el 2014 a darlas en la Facultad de Educación de la Universidad de Cantabria, dentro del Área de Didáctica de la Expresión Plástica.

Se puede observar que el derivar a la educación ha marcado mi camino. No obstante, nunca he abandonado mi inquietud creativa y mi deseo de mostrar lo que hago, aunque cada vez se me ha ido haciendo más difícil. Yo lo veo como si uno fuera tratando de abrirse camino a machetazos dentro de la espesura de una selva que cada vez se cierra más, hasta que llega un momento que el camino se ocluye completamente, se vuelve impracticable y, por mucho que insistas, ya no hay manera. De ahí que me dedique tanto a criticar lo cruel que me parece el sistema del arte, pues supongo que, si me hubiera ido mejor, más hubiera aprovechado mi potencial creativo y ahora supongo que me mostraría más condescendiente.

Total, a nivel estilístico, dejando atrás esa parte figurativa de mi obra que trabajé exclusivamente cuando estuve con las primeras galerías, y aunque vuelva a ella de vez en cuando, una vez que me volví a sentir liberado en ese sentido, pues ya mis ingresos económicos esenciales procedían de otra fuente y no del mundo del arte, volví a prodigarme en una actitud experimental que ya practicaba, como digo, durante la carrera. Esto, aunque sea divertido para quien lo hace, no parece ser del agrado del sistema del arte, que parece requerir que mantengas un sello personal, o un estilo definido o reconocible para que se pueda vender tu “marca personal” y llegar a progresar con un producto monocorde y, en muchos casos, bastante aburrido. No te perdona, tampoco, que te arriesgues y fracases, como algo que también puede ocurrir cuando te lanzas sin red a la experimentación.

En definitiva, no he dejado de exponer siempre que me han dejado, pero no me he encontrado con un camino fácil y sí con muchas zancadillas. Y esto me parece una pena, pues me sé de mi potencial y de lo que podía haber llegado a desarrollar si me hubieran tratado mejor y me hubieran allanado un poco más un sendero que, en mi caso, se ha plagado de obstáculos. Eso hace que muchas energías se hayan quedado por el camino y te cueste mucho más continuar, sin duda…

En resumen, la expresión artística es mi vida, eso está claro, pues creo que es lo que mejor sé hacer. Pero en muchas ocasiones verte atrapado de tal modo, tal y como he explicado, te lleva a replantearte todo, incluso a abandonar la propia vida, pues, si no puedes hacer lo que más te gusta, poco sentido le encuentras ya a seguir.

Ritxi Gonzaga. Interiores que se citan en el ágora de la cuarta dimensión o Desfile conmemorativo del día en el que inventaron el realismo raro – Serie Desplazamiento y bilocación, 2023. 162×228 cm.

PAC – Defínete mediante hashtags o etiquetas.

Ritxi Gonzaga – Antisistema, Idealista, Soñador, Ocioso, Curioso, Ecléctico, Contradictorio, Paradójico, Obstinado, Sanguíneo, Irascible, Monstruoso, Cerebral, Visceral, Concienzudo, Controlador, Apasionado, Individualista, Egocéntrico, Sombrío, Melancólico, Nostálgico, Barroco, Profuso, Fecundo, Energético, Singular, Extraordinario, Mágico, Prestidigitador, Taciturno, Socarrón, Irónico, Maldito, Entusiasta, Radical, Inquieto, Desasosegado, Romántico, Visionario, Quijotesco, Conceptual, Espectral, Misterioso, Enigmático, Indescifrable, Leal, Sincero, Inclasificable, Inescrutable, Hermético, Introspectivo, Misántropo, Reflexivo, Meditabundo, Especulativo, Absorto, Lunático, Enajenado, Maniático, Obsesivo, Excéntrico, Vacilón, Perspicaz, Apropiacionista, Posmoderno, Metamoderno, Metamorfoseador, Transfigurador, Tergiversador, Deformador, Misceláneo, Heterogéneo, Federalista, Satírico, Paródico, Colérico, Endiablado, Vampírico, Licántropo, Apocalíptico, Aceleracionista, Rizomático, Desterrado, Proscrito, Excluido, Guadianesco, Autodestructivo, Deconstruccionista, Aniquilador, Progresista, Siniestro, Bárbaro, Salvaje, Temerario, Creativo, Intempestivo, Exultante, Provocador, Exigente, Perfeccionista, Sensible, Perceptible, Susceptible, Trabajador, Tímido, Responsable…

PAC – ¿Cuáles son los temas de tu trabajo artístico?

Ritxi Gonzaga – Bueno…, en función del eclecticismo estilístico que practico, tanto a nivel estético como material o conceptual, no se definen los temas tanto por el grado de iconicidad de lo representado, en tanto que motivos concretos, sino por el trasfondo conceptual que se despliega en lo que trato en cada momento. Eso me lleva a recurrir a una u otra fórmula representativa o técnica para explayarme en el mensaje que quiero ofrecer, según en conjunto de obras en las que ande metido. De ahí que trabaje por series a fin de realizar exposiciones donde, al observar el conjunto del trabajo, se pueda evidenciar el mensaje concreto que orbita en cada ocasión. En el fondo es como si actuara de comisario de mí mismo a nivel de esa estructura conceptual de cada una de las series que desarrollo, aunque luego puedan existir otros agentes con los que dialogar para seguir modelando y matizando el mensaje. Desde ese plano conceptual, los temas que luego traduzco a expresiones plásticas tocan campos como la antropología, las ciencias sociales, la filosofía, la historia del arte, la ciencia… Vamos, que lo que me mueve es mi curiosidad por aquellos planteamientos que leo y teorías de las que me informo por diferentes sitios, y luego los distintos espacios de representación, dentro de las artes plásticas, me sirven a modo de diario donde plasmar esos intereses. Como si fuera este un diagramático teatro de la memoria donde constatar unos avances, los míos. Progresos que me acaban por constituir a nivel epistemológico y que, además, necesito compartir y completar con las apreciaciones del espectador.

Ritxi Gonzaga. Por una erótica (de)constructiva – Serie Desplazamiento y bilocación, 2023. 195×162 cm.

PAC – ¿Algún proyecto, pendiente, que te gustaría realizar?

Ritxi Gonzaga – Tengo el ordenador repleto de proyectos pendientes y por realizar. Desde el idealismo, siempre se contrapone lo que uno sueña o proyecta en su imaginación a lo material y los límites o impedimentos que encuentra en el camino. Lo virtual, donde todo es posible, siempre se ve limitado por lo físico y sus “imposibles”. Es fácil ir dando forma a los diferentes proyectos desde la pantalla del ordenador y poco a poco en el estudio. En cambio, resulta muchísimo más difícil encontrar un espacio adecuado donde exponer aquello, previa materialización en el estudio, pues en la mayoría de las ocasiones solo te queda esperar a que alguien se acuerde de ti y vengan a buscarte, dado que ya he comprobado que llamar a puerta fría para que te hagan caso o un hueco, no funciona. Uno vive con la ilusión de crear constantemente nuevos proyectos. Se sacrifica tiempo, energía y recursos para ir alumbrándolos tanto de forma virtual como material, pero desgraciadamente también has de aprender a vivir con la incertidumbre de no saber qué pasará con todo eso: si encontrará su sitio, un lugar donde mostrarse adecuadamente. Todo esto, el hecho de que el mundo del arte no te haya ofrecido ninguna seguridad en ese sentido, hace que te acabes por frenar, pues notas que acabas convirtiéndote en una especie de Saturno al que no le queda otra opción que devorar a sus hijos. Por tanto, resignado y encabronado, has de aprender a vivir con una especie de fracaso personal, de alguna manera. Con la certeza de que, puede, muchos de esos proyectos nunca vean la luz y se acaben quedando en el “tintero”.

Dicho esto, un proyecto pendiente cercano que tengo en el punto de mira es para desarrollarlo en el MAS de Santander, en 2025, tras ser invitado por su director a realizar una exposición ahí. Pero no sé todavía si se llevará a cabo o se caerá, pues esto último, que se caigan los proyectos expositivos, quizá consecuencia de un cierto malditismo mío, ya me ha pasado en ocasiones anteriores, representando sucesos que me han hecho perder mucha ilusión en relación al mundo del arte. En este sentido, será por mi personalidad o porque yo mismo lo atraigo, no lo sé, pero vivo siempre en un continuo estado fluctuante en el que nunca nada se puede asegurar con total certeza. Por otro lado, espero que, de un modo insospechado, se acabe haciendo eco de mi situación Glenn D. Lowry, director del MoMA de Nueva York, por poner un caso entre otros muchos, y me haga un hueco en su museo. Ahí o en cualquier otro espacio similar podría encontrar su sitio alguno de mis proyectos pendientes que me gustaría realizar.

PAC – Un deseo.

Ritxi Gonzaga – Por un lado, desearía que el sistema del arte no fuera tan cruel y despiadado; que hubiera un reparto más equitativo de los recursos y las oportunidades. Que los agentes mediadores no fueran tan mezquinos/as y valoraran el trabajo del artista en su justa medida, y no por cuestiones ajenas. Que no se aprovecharan tan descaradamente del trabajo del artista. Que existiera más transparencia y más respeto hacia el trabajo de cada artista. Que hubiera un acceso más democrático a los espacios expositivos y que no fuera todo tan opaco. Que, en definitiva, se me permitiera a mí poder llegar a sacar de mi ordenador todos los proyectos que tengo bocetados para llevarlos al plano físico y poderlos exponer en dignos espacios expositivos.

Bueno, al final he descrito más de un deseo, y con ellos me parece que queda claro mi descontento y meridiana mi reivindicación. No obstante, por mucho que uno proteste, considero que todos ellos apuntan al mismo “imposible”, pues no creo que la situación general del sistema del arte vaya a cambiar. Pero, bueno, relativizando e importándome en el fondo bastante poco en relación a otras cosas mucho más transcendentales, refiriéndome a nivel vital voy a decir lo que más deseo del mundo en este mismo instante. Esto es: que resucite mi padre, Calixto González Ruiz, quien falleció el pasado 1 de diciembre de 2024. Al menos, hasta que eso ocurra espero que se siga sintiendo orgulloso de mí allá donde esté. De alguna manera, es también a quien quiero dedicar esta entrevista, pues ha sido, junto con mi madre, un primer testigo de los devenires de mi trayectoria artística. En relación a ello, dado que siempre me he empeñado en no perder mi esencia infantil, me siento ahora como un niño al que su padre le ha dejado solo y desprotegido en mundo sumamente cruel y despiadado. Así, lo que quiero decir con esto último es que, ante realidades tan crudas como el hecho de que se vayan tus más referentes más queridos, como situaciones irremediables que es obligatorio afrontar, el arte y su sistema, en tanto que estamentos que me han construido, me importan, llegado el presente punto de inflexión, ya cada vez menos. Por eso, veo que progresivamente para mí todo comienza a carecer de sentido, pero tampoco encuentro la salida para escapar de esta trampa ilusoria que me tiene aquí retenido y atrapado. Temo, sin embargo –al cerciorarme de una verdad tan real, que, como decía el poeta José Hierro, finalmente te hace comprobar que todo es para nada–, tener que tomar algún día la decisión de llegar a un incierto desenlace final que me libere de toda atadura.

Etiquetas: Last modified: 27 marzo, 2025