Con motivo de la presentación de su nueva exposición: Hic Daemonia Sunt, que se presenta estos días en Casas Consistoriales de Mazarron, nos colamos en el estudio de Juanjo Martínez Cánovas para trazar junto a él un breve recorrido a través del pasado, el presente y el futuro de su carrera.

PAC – Juanjo, ¿cuál es tu primer recuerdo con un lápiz?, ¿y con un pincel?
JMC – No tengo el recuerdo grabado a fuego pero si es verdad que cuando mi madre, con el tiempo me ha ido enseñado esas cosas, son como flashes en microsegundos que te vienen a la cabeza. El recuerdo mas antiguo que tengo son unos peces, que me imagino me enseñaron a hacer, y creo que no llegaba todavía al año. Eran muy neandertales, parecidos a los paleocristianos. No sabia andar aún. Ya con más conciencia, dibujos con dos o tres años, paisajes en un folio con sus casas, sus montañas.
Con un pincel, no sabría exactamente que representé, pero eran gouache y acuarelas también con unos tres años.
PAC – ¿Cuándo un artista tiene un don, como es tu caso, posee un dominio excepcional y natural de la técnica, que le queda?, ¿hacía donde debe crecer?
JMC – Yo me considero un poco un buen técnico pero no considero que tenga un don. Hay mucha gente que está muy por encima a este nivel. Creo que no he llegado a superarlo aunque estoy en un momento ahora en el que tampoco me interesa superarlo. Me queda por hacer todo, por que si es verdad que aprendiendo o desaprendiendo voy a continuar evolucionando, cambiar y experimentar, conocer cosas nuevas. Nunca voy a creer que he llegado donde debía llegar y pensar que ya está todo hecho. Lo considero la muerte de un artista. En cualquier caso lo que me preocupa es el contenido, para mi la técnica solo es una herramienta para llegar a otros lugares.
PAC – ¿Temáticamente, cual fueron tus primeras incursiones?
JMC – Mi primera exposición individual en 2008-2009 fue sobre las “vanitas” en el Laboratorio de Arte Joven de Murcia, fue una exposición entera sobre la muerte y sobre los cráneos que no eran solo cráneos, como único símbolo sino que estaban acompañados de un autorretrato, en el cual mi rostro, en algunas zonas había perdido la masa, la piel y la carne, se veía el hueso. Es una obsesión. Empiezas a tocarte la cara e imaginas ¿cómo será mi calavera cuando palme? ¿cómo es mi retrato después?
PAC – ¿Cuál es tu relación con la oscuridad? ¿Qué temas te obsesionan?
JMC – Nos llevamos a veces bien y a veces mal. Recuerdo que tuve una crisis cuando me di cuenta que todas esas historias que te habían contado, que cuando te mueras vas a ir a un lugar mejor, con seis o siete años, me dije a mi mismo: esto no me cuadra. Una vez que se termina la fiesta, haces como un monitor de televisión que se va a apagar y lo va a ser eternamente. Al acostarme, apagar las luces y estar en esa total oscuridad y te das cuenta que el día que te mueres va a ser todo así, pero encima sin ser consciente y sin saber que te vas a despertar. Empecé a agobiarme de esa manera y a raíz de ahí viene todo eso que arrastro incluso en mi día a día. Aparte de la muerte, con la que aun me encuentro en este momento en un proceso de aceptación, podría ser la religión, el erotismo, con un componente fetichista los temas que mas me obsesionan. .

PAC – ¿Influencias y admiraciones? ¿Cuáles son tus referentes?
JMC – Valdés Leal, lógicamente me encanta. En el tenebrismo, incluso mas que Caravaggio, El Españoleto (Rivera) creo que le da mil vueltas. Rivera tenia una manera de representar la realidad que cuando ves sus modelos, los ancianos, ves que no estaba idealizando, está pintando los pliegues de la carne, la mugre de la planta de los pies, es una pasada. Del siglo XVII – XIX me interesa El Simbolismo y algunos prerrafaelitas. Alma-Tadema, Fortnuy, las Ruinas de Friedrich.
Ahora tenemos artistas como Justin Mortimer, que tocaba la figura humana y me flipaba, pero ahora hace unos bodegones de flores que no me interesan tanto, no se cómo va a evolucionar. Jenny Saville hizo un trabajo increíble, desapareció y ha vuelto, creo que está siguiendo la misma línea, para mi desde empezó hace ya casi veinticinco años me gusta bastante su obra.
PAC – ¿Cómo se produce tu acercamiento al tatuaje?
JMC – Desde niño. O lo veía en la playa, sobre todo en los extranjeros, estamos hablando de los años ochenta, no se veía mucho y menos aquí en Murcia, o tambien se veía en lo que llamábamos “quinquis”, gente con una vida un tanto particular. Cuando yo veía un dibujito, decía , “con lo que me gusta dibujar … llevar siempre un dibujito en la piel … eso tiene que ser un flipe”. De toda la vida ha sido una obsesión, con trece o catorce años comencé a decirle a mi madre que quería hacerme un tatuaje. Entonces ni sabía que los tatuajes se hacían en un estudio, en Murcia no existía ninguno, ni yo sabía que eso era una profesión. Ya con dieciséis años, conseguí hacerme el primero, conocí a un tatuador cuando era todo mucho mas místico, un grupo muy cerrado, un oficio muy difícil de entrar. Fue gracias a mis padres, que se volcaron y pedimos un equipo muy básico, importado del extranjero por que en España no se comercializaba material, no había tutoriales, no existía internet, era todo: «voy a intentar cómo coño se hace esto». Era un oficio artesano, que pasaba de maestro a aprendiz.
PAC – Su carácter efímero y marginal lo han colocado al final de la cola. ¿Crees que es una disciplina artística a la altura de cualquier otra?
JMC – A día de hoy si. Para bien y para mal. Por un lado ha perdido todo el encanto que tenía, por su carácter minoritario, quien lo llevaba lo convertía en una persona diferente, especial y ahora cuando lo veo en un “tronista” me da asco. Antes existía todo un código simbólico, tampoco muy extenso, con Sailor Jerry y poquito mas. Todo tenía un por que. Hoy te llega un chaval y te dice, quiero el “tatu” de The Rock y se queda tan ancho. Le dices: “¿sabes que es un tatuaje de la polinesia?” y te dice “quiero el mismo” sin saber lo que está contando.
PAC – ¿Qué te aporta la pintura que no te aporta el tatuaje y viceversa?
JMC – Si quitamos a la gente… (risas) al final es algo muy parecido. Cambiamos el soporte, y los instrumentos. No hay ninguna diferencia. Si alguien me preguntara que fuiste antes pintor, tatuador, no sabría que contestarle. Empecé a tatuar con diecisiete años y profesionalmente entre en la pintura con veinticuatro. Había que imaginar mucho, por lo que hablábamos de la falta de referencias, hacer muchos bocetos. La única diferencia que encuentro es que en uno estás en soledad y en la otra estás atado a una persona que te impone unos límites, de tiempo, extensión y deseos.
PAC – ¿Cómo ha influido tu formación y experiencia en el terreno de la restauración?
JMC – A nivel técnico por ejemplo ayuda mucho; a ser perseverante y paciente. No es lo mismo crear que “arreglar” y ese fue unos de los motivos por los que lo dejé, me coartaba mucho la creatividad. Lo que desde luego si me ha dejado ha sido la obsesión por la perdurabilidad.

PAC – Tu anterior exposición Inferus Vacuus Est ha supuesto un viraje, mas formal que temático, ¿hacia donde te diriges?
JMC – Me estoy dejando influenciar voluntariamente por la corriente de la baja cultura, el “lowbrow”. No sé exactamente por qué, considero que voy haciendo un camino que me va llevando a sitios. En cada sitio voy descubriendo cosas que me abren otras puertas. Así voy eligiendo. Este imaginario de bichitos, insectos, metamorfosis, lo he llevado a una figuración muy realista y muy técnica en los grafitos, me despertó la curiosidad de cómo lo trabajaban los antiguos, Brueghel, El Bosco… Ví similitudes con artistas actuales que trabajan el surrealismo mas pop y me dije: “quiero probar esto”. Quien se deja atrapar y se convierte en un producto de marketing, desde mi punto de vista es por que ha alcanzado la gloria y el “money”, pero ha palmado. Lo que tengo claro a mis treinta y ocho años es que el trabajo que hago no es para ganar dinero, si fuera así estaría haciendo otras cosas que sé que podrían funcionar, pero me interesa mas sacar lo que tengo dentro, crecer como artista y como persona y si dentro de cinco años me siento flamenco, pues tendré que pintar “me siento flamenco”. No se que va a pasar en un futuro pero si en un momento dado estoy trabajando en algo que imagina llega a un público masivo y me atrapa y me coge una galería y me dice quédate aquí y no te muevas, algo parecido a esto ya ha ocurrido, a mi me da miedo. Yo me aburro enseguida. Fíjate, cuando me pongo fecha para una exposición, mi producción suele rondar los ocho meses, me cuesta horrores mantener la línea sin que haya pequeños saltos y variaciones.
PAC – ¿Qué es para ti El Infierno?
JMC – Para mi lógicamente, no es lo que nos ha enseñado la religión, que está una vez que fallecemos. Es mas bien, algo que estoy descubriendo de unos añitos para acá, que el infierno es lo que llevan algunos hijos de puta dentro. Sobre todo cuando tienen cargos y ansias de poder. No se si por la paternidad o por que me estoy haciendo viejo, pero siempre me había dado igual todo y estoy mas susceptible. Me gustaría que mi pequeña viviera en un mundo mejor. Me estoy dando cuenta que mucha de la gente que se pone un traje, para mi cuando era mas joven era sinónimo de gente respetable, ahora cuando veo determinados cargos políticos con maletines, siento rechazo…
PAC – En el año 2017 has expuesto en la galería RBV Arts de Roma, ¿Cómo ha sido y qué te ha aportado esa experiencia internacional?
JMC – Había estado en el extranjero con colectivas pero si, es mi primera individual fuera. Ha sido increíble. Yo estuve becado el año académico 2006-07 en Roma, ciudad elegida por mi. Una vez se acabó el año, estuve una larga temporada sin volver (salvo una pequeña exposición en el museo del papel en Fabriano en 2015) pero se me quedó una espinita en Roma, es una ciudad en la que me encantaría vivir, por que no pude hacer contacto con ninguna galería aunque lo intenté. Así que hice un mailing a galerías nivel internacional y curiosamente la única galería que me respondió fue una de Roma. Una señal. Lo que yo buscaba, de ciento y pico emails que mandé. Me dijeron que les interesaba mi trabajo y si tenía pensado ir por Roma. Nos intercambiamos dos o tres correos, y en el último le dije: “no tenía previsto ese viaje pero si es necesario, voy”. A ese email ya no recibí respuesta. Pasaron los meses y a los seis o siete meses entro en esa cuenta de correo, que había creado solo para este propósito, y veo un correo de hacia casi cuatro semanas que me decía que se había quedado la conversación a medias por que estaba madurando como incluirme en una exposición. Se les había ocurrido hacer una exposición que se llamara “Madrid-Palermo” con varios artistas españoles y otros de la isla y trabajar ese vínculo. Hice esa colectiva y funcionó tan bien el trabajo que me dijeron: «haremos algo contigo» y a los pocos meses me ofrecieron la individual.
Esta experiencia ha supuesto poder vivir experiencias, tanto positivas como negativas, que te enriquecen, abrir tu trabajo a otro público que es básico si tu intención es vivir de esto.

PAC – Parece que estamos asistiendo de algún modo a un renacer de la pintura. ¿Se vuelve a valorar está disciplina?
JMC – Los momentos económicos de abundancia, han coincidido con esa etapa en la que un tipo de arte conceptual tenía mas salida. Un coleccionista, me refiero mas bien a instituciones, cuando el tema económico va bien, muchas entidades, sociedades o bancos compran arte y ese tipo de arte encajaba muy bien con ese tipo de comprador. Ahora que la situación es distinta y estas entidades no compran hay que volver a pensar en el coleccionista de a pie. El público general no quiere un vídeo que requiere además una instalación compleja. Si alguien se va a gastar veinte mil euros quiere un objeto. Vamos a retomar algo que ha funcionado durante cientos de años. Ahora es difícil vender una instalación de neones a una persona que tiene un piso de 100 metros. A mi me han llegado a decir que mi trabajo es obsoleto. A día de hoy tan obsoleto puede ser o no mi trabajo como una performance.
PAC – A mediados de año presentaste Inferus Vacuus Est en la Ermita de San Roque en Fuente Álamo, ahora nos traes Hic Daemonia Sunt, como se ha gestado esta última y que tienen en común?
JMC – Esta exposición ha sido bastante fácil de gestar, la verdad. En la Ermita de Fuente Álamo se presentaron 14 obras con las que no quedé saciado en cuanto a la temática y desarrollo. Por lo tanto necesitaba una segunda parte de esa exposición que la completase. Incluso el titulo es la segunda parte de la frase extraída del libro La tempestad de William Shakespeare «El infierno está vacío y los demonios están aquí». Así que la exposición de la Ermita fue «El infierno está vacío» y esta exposición de Casas Consistoriales de Mazarrón se titula «Los demonios están aquí», ambas traducidas al latín.
PAC – En Hic Daemonia Sunt te has lanzado de lleno a trabajar con le tercera dimensión y nuevos materiales, cual ha sido tu motivación y que resultados has obtenido?
JMC – Efectivamente, si o si, Hic Daemonia Sunt tenia que desarrollarse y siempre hay factores o círculos que ayudan a que se cierren ciclos.
Coincidiendo con el final de Inferus Vacuus Est, conozco a Eduardo Velayos, un escultor con todos los conocimientos sobre escultura y materiales relacionados con el cine y los efectos especiales, algo que siempre me había fascinado pero que no veía al alcance de mi mano por desconocimiento de muchísimas cosas. Así que le comenté lo que quería hacer y el me fue guiando en los tipos de materiales a comprar y como manejarlos y ya está, a modelar y disfrutar.
Por lo tanto es una nueva via de trabajo que he descubierto y que no pienso dejar aquí en esta exposición, el modelado desde la carrera no lo había vuelto a tocar pero hasta que no he sustituido el barro por la monster clay no encontraba el momento de volver ya que los efectos que quería conseguir solo se consiguen con estos.
Créditos de las imágenes: Álvaro Gómez-Meana | Tomás Iniesta