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Filipa Eyzaguirre

Written by: Crítica de arte

Filipa Eyzaguirre: la pintura catártica del arquetipo

‘‘Pero ese estrato [llamado inconsciente personal] descansa sobre otro más profundo que no se origina en la experiencia y la adquisición personal, sino que es innato: lo llamado inconsciente colectivo […] [E]ste inconsciente no es de naturaleza individual sino universal, […]. Constituye un fundamento anímico de naturaleza suprapersonal existente en todo hombre’’.

Fragmento de Arquetipos e inconsciente colectivo de Carl Gustav Jung. Obra completa de Carl Gustav Jung, 1970 (Las investigaciones de Arquetipos e inconsciente colectivo fueron gestadas originalmente en los años 1934-1954).

Las aportaciones singulares del psiquiatra y psicólogo Carl Gustav Jung al estudio de la psique no pueden pasarse por alto. A pesar de que sus teorías son tanto defendidas como criticadas, sí es cierto que nos encontramos comulgando con algo en particular: la noción de inconsciente colectivo. Como bien explicó Jung al inicio de este texto, el inconsciente colectivo es inherente a la mente humana y está presente antes de lo propiamente experiencial. Basta, por tanto, con existir para tener acceso a este registro comunitario que toda la especie humana posee conjuntamente.

Cuerpos. 2022. Óleo sobre papel craft. Cortesía de la artista.

La pintura de Filipa Eyzaguirre Valenzuela (Santiago de Chile, 1987) es un ejercicio en torno al inconsciente colectivo y también a la cuestión pictórica. Debe tenerse en cuenta que Eyzaguirre, formada en arte —a nivel académico y asimismo familiar por su madre, que es artista—, cuando crea toma la decisión de alejarse de la historia de esta disciplina. Dicho de otro modo, se aparta de la tradición. Y asimismo, de cualquier tendencia artística coetánea.

Como consecuencia, hay un gran interés en Eyzaguirre por rescatar lo intrínseco de la realidad y también de la pintura —técnica y soporte—. Entonces, ¿por qué se expone la relación entre la plástica de nuestra protagonista con las teorías del inconsciente de Jung?

En primer lugar, la razón fundamental es que Eyzaguirre, cuando crea, lo hace desde una versión depurada de sí misma. Aunque el arte es subjetivo, lógicamente, ella suprime lo superficial y lo accesorio. En cierto sentido, en su quehacer pictórico deja atrás lo que Jung denominó complejos de carga afectiva que son propios de la vida anímica. Esto significa que sus vivencias, sus sentimientos —en definitiva, la parte más personal de la artista— a pesar de no ser olvidados, pasan a refinarse para que pierdan su carácter individual en pro de lo colectivo.

Ave confusa (Entre aves y hombres). 2023. Óleo sobre lino. 160 cm x 220 cm. Cortesía de la artista.

En el acto de pintar, Eyzaguirre combina el sentipensar, la inspiración y la meditación profunda. Lo suyo no es un arte rápido ni espontáneo, pues la parte gestada en la psique es muy importante. Al crear, libera su interior también, pero de manera filtrada. Sus piezas no aluden a hechos vitales de manera manifiesta, quedando hermetizados en el propio proceso creativo. Eyzaguirre tiene la capacidad de extraer, como se dijo, lo apariencial y secundario —en este caso, su propio yo que existe desde que nació— y regresar a los conceptos esenciales de la mente que posteriormente quedan proyectados en la obra definitiva.

¿Cuáles son los conceptos esenciales de la mente? La tesis defendida por Jung deriva en que la psique conserva una serie, un número reducido de imágenes primordiales que denomina arquetipos. Estos arquetipos se manifiestan en toda la humanidad, independientemente de la época y de la geografía. Permanecen en el cerebro de las personas antes de que tomen conciencia de sí mismas; se heredan, se anclan en nuestros genes. Los arquetipos subyacen en el yo de Eyzaguirre; resultaría absurdo negarlo. Al pintar desde una posición reflexiva, alcanza los arquetipos que subyacen en su mente cargada de experiencia vital.

Mural Movimientos aves y hombres (Entre aves y hombres). 2023. Óleo sobre lino. 210 cm x 580 cm. Cortesía de la artista.

Los arquetipos siempre son imágenes y por eso Eyzaguirre recurre a la figuración como modo más preciso de exhibirlos. Sin embargo, su estilo pictórico da lugar al velado de las formas, por lo que nunca se muestran representaciones claras y sencillas de ver y comprender. Cuando se estudia una pintura de nuestra artista chilena, resulta vacío llevar a cabo el análisis desde la pura descripción iconográfica. Tampoco serviría de mucho destacar que su plástica está a medio camino entre la abstracción y la figuración, a pesar de que esta cuestión es veraz dado el valor que concede a los valores formales por encima de los representacionales —y también porque le llaman la atención las dualidades, como se verá a continuación, aquí, figuración y abstracción—. Este hecho da lugar a que destaquen las líneas, los colores, la pincelada…, en resumen, la técnica, velando los elementos figurativos. En otras ocasiones, restando importancia la figuración en sus obras o eliminándola directamente. Además, para ella es trascendental mostrar cómo se ha ido construyendo la composición pictórica, marcando un registro temporal mediante las veladuras. Conceden un aire de misterio al asunto representado si es que está presente, el cual se desvanece ante nuestra mirada, se fragmenta, pero especialmente manifiestan la tarea pictórica de preservar el tiempo gracias al trazo y el pigmento. Las capas de pintura atestiguan el proceso plástico desde su comienzo hasta su fin, mostrando el desarrollo real de la obra.

Sus motivos pictóricos, cuando los hay, se dejan ver difusos, sesgados; son líneas que se quiebran o se emborronan. Esforzando la vista es posible encontrar humanos, aves y otros animales mezclados o por separado, e incluso, una suerte de quimeras; pero debe tenerse presente que a veces son ilusiones ópticas producto de nuestra tendencia a recrear realidades visuales con la mente y sus trucos ilusionistas. No obstante, estos seres, todavía encubiertos, están ahí encarnando plásticamente a los arquetipos. Son en parte inaccesibles, pero edifican nuestro consciente. La pintura de Eyzaguirre está cargada de referencias, como se dijo, a asuntos universales, no explícitos y subyacentes en nuestro yo a lo largo de la historia y del presente: la vida y la muerte, lo femenino y lo masculino, lo animal y lo humano, la actividad y la pasividad, la sexualidad y la abstención… son algunos de los temas globales. Son dualismos, cultivados por la artista, con los que primitivamente organizamos la existencia mediante dos opuestos, sin que operen todavía los matices.

Mural entre aves y hombres. 2023. Óleo sobre lino. 140 cm x 200 cm. Cortesía de la artista.

A la par, estas cuestiones interesan a Eyzaguirre, pero de nuevo, al destilar las emociones y sentimientos propios, omite lo personal para garantizar una pintura de significado colectivo y que, por tanto, no se enmaraña en especificidades. El público puede interpretar, desde su perspectiva, lo que está viendo a través de las imágenes primordiales de la pintora chilena. Figuración de cierto hermetismo que jamás mimetiza la realidad, puesto que el ilusionismo debe ser abandonado a ojos de Eyzaguirre. Los símbolos absolutos permanecen en el espacio-tiempo allá donde esté el Homo sapiens; son pedazos estilizados de realidad interpretada siempre de un mismo modo; esquemas ópticos para el entendimiento —que evolucionan y cambian—, válidos en lo sempiterno como base para alcanzar significados más complejos. Evolucionan y cambian, pero su estructura esencial se mantiene.

Eyzaguirre canaliza el poder del inconsciente colectivo y libera sus contenidos en el acto de pintar. Es una verdadera catarsis, de sí misma y de todas las personas que lograr apreciar su obra. Su arte pasa a ser atemporal en cuanto a las nociones de inconsciente colectivo y los arquetipos. Si rehúsa la figuración para hacer relucir la abstracción, debería suceder algo similar porque la psicología del color junguiana funciona pareja respecto a los arquetipos, pero es verdad que su faceta más abstracta es el resultado de una praxis gestual en la que no prima el simbolismo, ni siquiera el cromático.

Actualmente, nuestra protagonista está volcada en la experimentación a través del gesto. No hay narración, ni referencias a la existencia que sean concretas. La psique domina vigorosamente las manos para crear una mixtura de pinceladas y brochazos de gran elocuencia, reduciendo no solo su inconsciente personal, sino también el colectivo. Eyzaguirre retorna a una etapa más arcaica aún de la expresión artística en la que la forma, incluso antes que el color, resulta sustancial, tenga un significado intrínseco o no. Sobre este punto, se retrotrae a la configuración arquetípica y es capaz de visibilizar un hecho a priori sencillo, pero complejo en el fondo: el arte en sus inicios, sin seguir normas; surgido por la indagación. Recuerda a las teorías del médico Sigmund Freud, quien creyó que la sexualidad era el núcleo de la personalidad, más concretamente de la humanidad en general. La cultura, el arte, serían frutos de la pulsión sexual anulada, de su poderío canalizado para crear en lugar de para satisfacer los impulsos sexuales. Y su primer paso: tomar los instrumentos para pintar y empezar a crear, otra vez, gestando una catarsis del ser.

Etiquetas: Last modified: 23 enero, 2024