En esta nueva entrega de Detector de Artistas nos acercamos al trabajo de la artista G. Nivaria. Hablamos con ella sobre su manera de entender el arte, los pasos que ha ido dando en su trayectoria artística, los conceptos que marcan su trabajo y, además, nos desvela uno de sus próximos proyectos. No dejes de leer.
«No concibo la figura del artista como alguien estancado que repite una y mil veces lo mismo»
G. Nivaria

¿Cómo fueron tus inicios cómo artista?
Pues viéndolo ahora en perspectiva, diría que fueron innecesariamente complicados. Creo que ser artista, en mi caso, fue algo que podía haberse dado de manera muy natural pero que yo misma me dediqué a frenar. Siempre he tenido tres pasiones, el contacto con la naturaleza, pensar y crear cosas con la mente sabiendo que soy capaz de hacerlas realidad. Pasar el tiempo observando el tipo de vida que lleva un caracol podía haber desembocado en una carrera de biología, pero al final se acabó materializando en preferir vivir en un pueblo con poca gente y muchos bichos. En cuanto a pensar, reconozco que alguna vez me imaginé cómo sería vivir siendo uno de esos antiguos filósofos que se dedicaban a descifrar el mundo, pero supongo que la falta de referentes contemporáneos hizo que no lo viera cómo una opción. La clave estaba en mi tercera pasión, aunque reconozco que me costó asumirlo.
Si lo pienso ahora, siempre tuve la suerte de que mis padres, en su tiempo libre, daban rienda suelta a su lado creativo así que nunca le pusieron frenos al mío. Esto, sumado a que me encantaba leer, le dio mucho combustible a mi incansable imaginación. De pequeña hacía muchas cosas: miniaturas de plastilina, obras de teatro escolares, diseñar y coser prendas de ropa… Alguna vez pensé en ser escritora, pero en esa época tenía mi hipersensibilidad descontrolada y me impedía conseguir el valor necesario para escribir y aceptar ser juzgada por ello. También pensé en ser actriz y no me avergüenza decir que es algo que de vez en cuando me vuelve a la mente. Tengo un exceso de empatía que normalmente es una maldición pero que me otorga el superpoder de conseguir meterme en la piel de casi cualquier persona. El problema en este caso era que, en ese momento, lo veía imposible viviendo en Canarias. Con lo que más dudas tuve fue con el diseño de moda. Mi madre me había enseñado a coser y a mi padre hubo un momento en que le pareció una buena opción, pero yo veía inviable acceder a la formación necesaria, así que lo descarté. Si que es verdad que esa parte del proceso de desmontar las prendas para poder entenderlas y ser capaz de crear unas nuevas, es algo que, en cierta forma, he extrapolado a mi trabajo actual.

La opción adecuada para mí era dedicarme al arte, pero se ve que no conseguí llegar a esa conclusión muy rápido. El clásico mito del artista cómo un genio de la técnica, que tantos futuros ha aplastado antes si quiera de que pudieran ser imaginados, también aplastó el mío; al menos durante un tiempo. Probé muchas cosas antes de tener el valor suficiente de enfrentarme al miedo de no estar a la altura. Cuando decidí estudiar Bellas Artes lo hice con muy pocas expectativas de poder superar las asignaturas más básicas. El dibujo me aterraba y ver que mi nivel era, sin duda alguna, el más bajo de toda la facultad, también.
Me gustaba tocar los materiales y ponerlos a prueba a ver que eran capaces de hacer. Era consciente de que nunca iba a alcanzar un virtuosismo técnico así que decidí aprovechar mi punto fuerte, ese que tantos malos ratos me había hecho pasar durante toda mi etapa educativa, mi intelecto. Mientras me adaptaba, como tantas otras veces, a hacer lo que el sistema educativo me pedía, tal y cómo me lo pedía, iba entendiendo de forma paralela, que el arte es una actividad puramente intelectual. La pieza terminada es una manera de probar las teorías que se han desarrollado previamente y hacerlas así accesibles a los demás. Yo dejé de hacer obras y empecé a hacer arte cuando entendí esta idea.

Háblanos sobre tu trayectoria
La dividiría en cinco etapas. En mis inicios, cuando estaba estudiando Bellas Artes en la Universidad de La Laguna, me obsesionaba el paso del tiempo. Creo que fue una época en la que sentía que estaba viviendo muchas cosas, muy rápido, y que no era capaz de poder realmente participar de forma consciente en ellas. Hice mucha obra tratando de reflejar ese intento de parar para tomar el control y la imposibilidad real de hacerlo. Utilizaba la fotografía cómo medio para construir composiciones abstractas, que se convertían en relatos sobre mi noción del tiempo.
Mi siguiente etapa fue de apertura y comenzó durante el año que estuve estudiando en la Accademia di Belle Arti di Carrara. Por primera vez sentía la necesidad de mirar fuera de mí y de comenzar a hablar acerca de las cuestiones políticas y sociales que sucedían a mi alrededor. La recuerdo cómo una etapa oscura a nivel emocional, liderada por el desencanto, pero muy prolífica a nivel artístico. En este caso, me apropié del culto objetual inherente a nuestra civilización, para representar situaciones del día a día. Fue una fase llena de piezas escultóricas con materiales contradictorios o de proporciones desmesuradas, en la que también me valí de la instalación cómo medio para establecer un relato fácilmente inteligible. Frente a la complejidad social y política, yo opté por crear un arte accesible, que pudiera ser interpretado por cualquiera, en un momento en el que, como sociedad, creía que necesitábamos entender que estaba sucediendo.
La tercera etapa fue larga y compleja. Por motivos económicos, el arte estuvo presente a ratos en mi vida. Al principio, estuve trabajando en una fundición artística en Tenerife, Esculturas Bronzo, en la que aprendí mucho sobre el arte desde una perspectiva técnica. Después estuve un año en la EASD Castelló, haciendo un máster de grabado y serigrafía, y a partir de ahí me mudé a Madrid donde trabajé de muchas cosas diferentes. En esta época, la falta de tiempo, de silencio y las limitaciones lógicas de vivir en un piso de una ciudad, hicieron que estuviera un tiempo sin hacer nada artístico, hasta que descubrí el mundo del diseño de superficies. Entonces comencé a diseñar patrones con un rotulador negro, un folio y Photoshop. Fue una época de nostalgia, en la que sólo dibujaba motivos animales o vegetales, que era aquello que más echaba de menos.

Mi siguiente etapa se caracterizó por una necesidad de liberar el espacio. Me mudé a un pueblo de Catalunya y comencé poco a poco a salir del folio y a pensar en grande. Tenía que reencontrarme a mí misma ya que me sentía una nómada incomprendida en cada lugar en el que había estado. Así que comencé a realizar obras que hablaban sobre la importancia de la identidad cultural. Gracias a una ayuda del Instituto Canario de Desarrollo Cultural del Gobierno de Canarias, destinada a proyectos de creación artística, pude desarrollar una serie de cuadros titulada “Construyendo el ornamento contemporáneo de Canarias”. A partir de ahí, desarrollé la idea de trabajar con elementos culturales y comencé a aplicarla otros lugares en forma de murales.
En la actualidad estoy cursando el doctorado en Arte: Producción e Investigación de la Universitat Politècnica de València, me acabo de mudar de nuevo y además de seguir desarrollando las ideas de la etapa anterior, he retomado el uso de las tres dimensiones del espacio físico. Me encuentro en un momento experimental, en el que estoy tratando de encontrar la manera de que mis obras reflejen los cambios que estamos viviendo y que avancen a la par.

¿Qué temáticas están presentes en tu trabajo?
En mi trabajo de los últimos años, diría que la principal temática es la identidad cultural, abordada desde muchos aspectos. Vivimos una época en la que cultura predominante, en cada momento y lugar, aniquila silenciosamente los matices culturales del resto. Evidentemente esto no es algo nuevo, pero como emigrante que salió de las Islas Canarias hace años y que he estado viviendo en diferentes sitios desde entonces, creo que es un error renunciar a nuestra identidad. Por supuesto que los tiempos van cambiando y la cultura se va adaptando, pero siempre ha habido una parte que se seguía transmitiendo generación tras generación y que mantenía viva la idiosincrasia de los pueblos. Salir de tu lugar de origen te hace pasar por un periodo de descontextualización bastante complejo puesto que no existe ningún tipo de anclaje que te una a esa nueva vida. Lo que contrarresta esto, es el proceso de conocimiento de la cultura de acogida y un enriquecedor intercambio de saberes. El arraigo comienza a crearse gracias a ese proceso. Al margen de esto, todos sabemos que la dificultad de adaptación es diferente en función de tu acento, tu color de piel o el dinero que tengas. Aun así, creo que en un momento en el que todo se politiza es bueno recordar que lo que pervive a cada civilización es su cultura. Ya sea en forma de textos, de pinturas o de arquitectura, nosotros tenemos la difícil labor de contar nuestra propia historia. Mi manera de abordar esta temática depende del objetivo previsto. Puede ser desde un punto de vista genérico, con el uso de formas básicas que reflejen cuestiones de índole global, o desde un punto de vista local, buscando inspiración en las formas presentes en elementos culturales de la zona. Una vez que encuentro estas formas, las descompongo para realizar un estudio basado en la aplicación de cambios en el negativo y positivo de las mismas. Este estudio suele dar lugar a un amplio archivo visual del que selecciono una pequeña muestra, con la que construyo la pieza. La idea es ofrecer una visión contemporánea de la idiosincrasia del lugar, construida con la representación de los matices personales de cada uno de sus habitantes.
Otra de las cuestiones que me preocupa, es la búsqueda de una estética ecológica. El exceso de ruido visual imposibilita el pensamiento, y con ello nuestra evolución. Los artistas, nos guste o no, somos creadores de una gran parte de este ruido. Mi forma de enfrentarme a este problema es buscar un equilibrio entre mi estilo y el respeto a la salud de los demás. Esto es algo que es muy importante sobre todo a la hora de hacer un mural. No es lo mismo pintar en medio de una ciudad que en mitad de la naturaleza. Hay veces, que hay que buscar una estética lo más silenciosa posible, adaptándose a los colores del entorno, y otras en donde elevar el nivel de ruido, puede ayudar a disminuir los efectos causados por la escasez de estímulos. Por lo general, me gusta usar una paleta de color reducida formada por contrastes, eliminar todo simbolismo más allá de la propia sensación de familiaridad que pueda transmitir la imagen, y utilizar formas simples, o patrones, permitan una lectura rápida de la misma.

Medidas: Variables Fotografía: G. Nivaria. Cortesía de la artista.
A parte de estos temas, actualmente estoy comenzando a desarrollar dos nuevas líneas de trabajo. La primera consiste en llevar al límite la idea de hacer el arte, y con ello la cultura, accesible a todos los públicos. Con esto no me refiero a coger objetos cotidianos y transformarlos en obras, ni a utilizar imágenes reconocibles de la cultura visual. Me refiero a hacer populares esos elementos que, cómo dije anteriormente, forman parte de nuestro patrimonio. Hay encontrar la manera de que esto sea apetecible para personas de cualquier edad y nivel cultural. El arte, en muchas ocasiones, ha tratado de hacerse más accesible, pero a la vista está que aún no lo ha logrado, al menos no sin estar ligado de una u otra forma a una campaña publicitaria. Yo soy de ese grupo de artistas que cree que la manera de hacerlo es a través del juego y la interacción. Los recuerdos los crean las experiencias, ¿por qué no aprovecharlas para mantener vivo nuestro patrimonio? El arte actual juega con la ventaja de poder ser instagrameable. Sólo falta conseguir que todo el mundo pueda tener una pequeña parte pagando lo mismo que costaría un libro.
La otra línea de trabajo es muy reciente y aún estoy desarrollando el manifiesto sobre el cual se sustentarán las obras y haciendo algunas pruebas. Estoy tratando de abordar lo que considero que es mi siguiente etapa, la creación del arte prosumista. Tal y cómo predijo Alvin Toffler, el prosumismo se ha disparado y ahora abarca todas las áreas. Pero ¿cómo lograr, dentro de las artes plásticas, que el consumidor sea a su vez productor de la obra? La respuesta lógica sería sustituyéndonos, cómo ha pasado en otros sectores. Ahora mismo me encuentro inmersa en encontrar la manera de mantener mi figura cómo artista, pero tratando de ser una herramienta, a partir de la cual, el prosumidor pueda producir sus propias obras. Esto no es tan sencillo como darle libertad a la gente para intervenir una pieza. Esto, significa no tener ninguna expectativa a cerca del resultado final, y por lo tanto de su discurso. Tal vez, convertir mi propio relato cómo artista en el de una creadora de materia prima. Es complicado porque hay que tener muchos factores en cuenta. De momento, esta idea que comenzó cómo una utopía, está dando sus pequeños frutos en el taller. Aunque aún no quiero desvelar nada.

¿De tu trabajo qué pieza destacarías?
Siempre la última y sólo hasta el momento en el que comienzo a hacer una nueva. Me preocuparía mucho el hecho de poder destacar alguno de mis trabajos anteriores. Para mí, el arte es un proceso de evolución continua y lo último que hago siempre tiene que superar, de una u otra manera, a lo anterior. Cómo artistas somos el resultado de los que estuvieron antes que nosotros y de nuestra propia evolución. No concibo la figura del artista cómo alguien estancado que repite una y mil veces lo mismo. Creo que es nuestro deber seguir avanzando ligados a nuestra época y tratar de mostrarla, no retratándola cómo un documentalista, sino intentando llegar al mismo punto de evolución al que están llegando los demás sectores. Nuestro aporte tiene que servir para algo más que para ser mostrado a un pequeño grupo de gente. Tenemos que buscar la manera de romper con lo establecido, tal y cómo se ha hecho siempre, para poder avanzar y plantar una semilla que puedan germinar los que vengan después. Por supuesto no creo en las utopías, sé que es algo en lo que la mayoría fracasaremos, pero no voy a dejar de intentarlo mientras exista una posibilidad de conseguirlo. Mi lucha cómo artista es lograrlo sin renunciar a las artes plásticas.
Estamos en una revolución digital sin precedentes. Se está abriendo un campo enorme de posibilidades para todos los que llevan tiempo trabajando dentro de los espacios relacionados con el arte digital, pero ¿qué ocurre con nosotros? ¿De verdad ha llegado la hora de renunciar a darle forma a la materia? Yo creo que no, creo que tiene que haber una manera de que sigamos existiendo y evolucionando. No basta con dar un versión estética y descafeinada que hable sobre los gustos de la sociedad actual, sino que tenemos que reflejar los cambios que estamos sufriendo cómo individuos debido a todos estos avances. Mi mente ya está buscando el camino, ahora sólo falta que mis manos sean capaces de materializarlo.

¿Qué es el arte para ti?
En términos generales diría que cualquier cosa a la que el artista le ponga la etiqueta de arte. Creo que, si de algo hemos pecado, es de dejar en manos ajenas la decisión sobre lo que es, o no es, arte. Incluso la palabra artista es algo que mucha gente usa con pudor. En su lugar utilizan palabras que definen el medio de expresión: pintor, escultor, muralista… pero ¿qué ocurre con aquellos que utilizamos uno u otro medio en función del relato? Pues que somos artistas, no existe otra palabra para definirnos, por lo tanto, lo que hacemos es arte. Nadie cuestiona que el resultado de un escritor pueda ser un libro o el de un compositor una letra. Podemos opinar libremente sobre si nos parece bueno o malo, pero no dudamos del elemento resultante. Pues en el caso del arte para mí es lo mismo, si un artista hace algo, el resultado es arte.
Tengo la sensación de que en algún momento fuimos cobardes al no responsabilizarnos de nuestras creaciones, y preferimos dejar que otros agentes del sector tomaran las decisiones. Esto, evidentemente, benefició a la economía del mercado del arte y a unos pocos artistas con suerte; pero hoy en día, siento que estamos recuperando las riendas de nuestra profesión. Somos perfectamente capaces de validar nuestras obras cuando estas están a la altura de las expectativas y de aplicar la autocrítica cuando no lo están. Es probable que la mayoría de nosotros jamás consiga vivir del arte, algunos nos conformamos con sobrevivir, pero realmente entrar en el mercado no depende de la calidad de la obra. El arte es subjetivo y como tal tienes que caerle en gracia a la persona adecuada. Lo único que podemos hacer es aumentar nuestras posibilidades de ser vistos; trabajando, estableciendo relaciones y aprendiendo a vendernos. Todo lo demás, está en manos de la suerte.

¿Puedes adelantarnos algo de tus próximos proyectos?
De momento no puedo avanzar mucho de lo que tengo previsto, pero diré que este año estoy siendo muy selectiva con los proyectos en los que voy a participar. Cómo expliqué anteriormente, estoy desarrollando nuevas líneas de trabajo que necesitan tiempo, discreción y trabajo de taller. Aún así, cómo no tengo la suerte de tener un mecenas, tengo que buscar un buen equilibrio. Estoy abierta a propuestas y encargos nuevos. Lo único que me he autoimpuesto como norma para esta etapa, es participar sólo en proyectos que me parezcan interesantes, en los que pueda desarrollar mi visión y con los que consiga aportar una experiencia enriquecedora a las personas que entren en contacto con mi obra.
Hay una cosa que puedo desvelar ya, es una exposición individual en La Tintorería, en Vic, Catalunya. El espacio está gestionado por David Oliva y Elisenda Planas de SP25 Arquitectura y me han dado libertad total para intervenir la sala, por lo que me apetece mucho ver cómo la obra cobra vida y cómo la gente de la zona interactúa con ella. La inauguración será el 21 de junio y se podrá visitar hasta el 2 de septiembre. Toda persona que quiera divertirse, acercarse al patrimonio cultural de Vic y pasar un día diferente, está más que invitada. Yo estaré por allí el día de la inauguración encantada de charlar un rato. Y para aquellos que no puedan venir, pero estén interesados en saber más a cerca de mi obra, pueden seguirme o escribirme a través de Instagram, donde me pueden encontrar como @g.nivaria.