En el siglo XIX, el gran pintor Paul Delaroche, proclamó a los cuatro vientos “hoy ha muerto la pintura”. Este acta de defunción no suponía en absoluto una declaración feliz, pero ante el nacimiento de la fotografía y su definitiva capacidad mimética, el maestro no pudo pronunciar otras palabras. No han sido pocos los que desde entonces han anunciado el final, y sus diversas argumentaciones han llegado hasta la época contemporánea. Qué duda cabe que Arthur C. Danto ha sido el principal vocero de esa muerte anunciada, fundamentando que el arte, y en concreto la pintura, había alcanzado su máximo desarrollo como disciplina progresiva, esto es, no existía futuro para ella. Desde 1984, año en el que se publicó El fin del arte, hasta hoy día, seguimos preguntándonos cómo en la era de la multiplicidad, reproducción y consumo de la imagen masiva, sobrevive la pintura.
Quizá la nueva exposición de Helí García (Granada, 1983) en el Espacio Lavadero resuelva humilde y parcialmente esta duda. Tacto es una selección de veinte trabajos pictóricos de pequeño y mediano formato en los que la relación o el vinculo entre el ser humano y su entorno se convierte en protagonista. De esta manera, la mayoría de escenas que el artista representa pertenecen a la cotidianidad: el trabajo, la vida familiar, el ocio, e incluso el arte, reforzando aquella idea sobre el existencia del ser humano que en 1949 expuso el filósofo austríaco-israelí Martin Buber: “La vida humana posee un sentido absoluto propio porque trasciende de hecho su propia condicionalidad, porque considera al hombre con quien se enfrenta. Con quien puede entrar en una relación de ser a ser”. Para ello, el artista centra el foco de atención no en el rostro humano o en el objeto en sí, sino en el momento de conexión entre ambos. Comienza entonces el juego de sensaciones: la frialdad de una cabeza escultórica se contrapone al calor de las manos de quien la manipula, el terso rostro de un niño es humedecido por la saliva de la lengua de un perro, la suavidad de un pañuelo de seda girando alrededor de una muñeca… La variedad de texturas que el artista representa y combina en sus obras produce en algunas ocasiones escenas sumamente surrealistas, es el caso de la chica haitiana rodeada de ositos de peluche que en sus manos porta un trozo de sandía, el cual va a devorar. Lo mismo ocurre con la joven sirvienta que parece querer ocultar uno de sus estropicios, la cabeza rota de un enanito de jardín bajo las piezas de parqué del salón. Un pequeño bosque de margaritas emana debajo de la tarima de madera. La antítesis de lo natural y lo industrial se traduce en la oposición de las texturas propias de esos mundos: la flexibilidad de lo orgánico frente a la rigidez de lo artificial, por ejemplo.
Como podrán adivinar, ese contacto entre lo humano y lo material o lo animal es tan solo una excusa para generar escenas sinestésicas, es decir, imágenes pictóricas que no solo hablan de la importancia de lo háptico para el ser humano, sino que son capaces de transmitir al espectador la sensación de lo que se está representando. De esta manera, Helí consigue trasladarnos a un espacio sensorial que va más allá del mero plano pictórico. Podríamos decir que el artista dota a su obra de tres niveles intelectivos: en el primero describe la tesis del contacto humano con el medio; el segundo parte del concepto primario pero se materializa en la sensibilidad del espectador, y por último pero no menos importante, está su técnica pictórica, la cual refrenda los dos ámbitos anteriormente descritos. Quizá se encuentre en este último punto la razón de ser de la pintura y la clave de su supervivencia en el tiempo. La técnica pictórica de Helí García es sumamente atractiva, de pinceladas gruesas y poco cuidadosas, una puesta de pintura que, sin duda, nos hace acercarnos al lienzo, nos atrae. Este lenguaje tan personal pide ser experimentado por el espectador, quien casi siente la necesidad de tocar la superficie pictórica y revisarla a menos de dos palmos. Una vez más podemos describir la pintura de Helí García como “háptica”, porque llama al sentido del tacto.
Cabría preguntarse entonces, si la diversidad de lenguajes pictóricos que están desarrollando actualmente numerosos artistas en todo el mundo entronca con los objetivos de una tradición artística que según Arhtur C. Danto ya había llegado al final de su progresión, o si cada uno de esos lenguajes supone un camino de experimentación infinita que se desliga de las metas del pasado y se proyecta hacia el futuro. Sin duda, la pintura de Helí García se encuentra en ese territorio vital e independiente, dotando a la práctica pictórica de una profundidad intelectiva excepcional.
Artista: Helí García
Fechas: Hasta el 22 de abril de 2018
Lugar: Espacio Lavadero (Granada)