Transgredir el espacio físico y simbólico se ha convertido para la artista Isabel Flores (Hornachos, 1989) en una operatoria constante dentro de su práctica creativa. Las nociones desde las cuales lo interviene, ya sea en el terreno institucional, privado o urbano, toman como premisa establecer nuevas relaciones e intermediaciones entre este y el espectador, entre quien lo transita, lo vivencia o lo habita. Entender, de igual modo, el vocabulario artístico de Isabel, nos lleva a comprender los modos en los que asume la pintura, y su manera de concebirla como algo más, como un proceso que fluye y se transforma, desde su capacidad expansiva. Dando continuidad a esta línea de trabajo nace el proyecto Entre un espacio y otro, en él, desde una mirada interdisciplinar, la autora propone un universo pictórico, instalativo, interactivo y de contemplación, como parte de un ejercicio teórico y creativo, donde la obra de arte trasciende la sala expositiva, a la vez que la contiene.
Heredera de la línea de diferentes artistas que previamente cuestionaron la riqueza cultural y visual del ornamento dentro del lenguaje del arte contemporáneo, y defendiendo la necesidad de romper las fronteras y oposiciones jerárquicas entre artes menores y bellas artes; Isabel Flores elige lo ornamental como motivo a deconstruir en su obra. El interés que en dicho elemento encuentra la creadora, se palpa, por una parte, en su propio patrimonio cultural y, por la otra, en la diversidad de usos y significados que, en un sentido histórico, ha tenido el ornamento, desde una dimensión antropológica, utilitaria y más adelante en un ejercicio de apropiación por el arte contemporáneo. Y es que “la compleja relación entre ornamento, arte y abstracción…se extiende a tiempos y culturas diversos, e incumbe tanto al pensamiento sobre las raíces antropológicas de tales actividades, como al sentido y las diversas funciones sociales del ornamento y del arte (o de las artes)”1 (Enguita, 2017). Tal interés se potencia en la complejidad de contradicciones que el trabajo con este concepto propicia. Contradicciones que se localizan en las fronteras entre arte y artesanía, ornamento y abstracción, decoración y diseño, o popular y culto, por solo citar algunas de ellas, y que Isabel, en la conjunción de las obras que aquí presenta, explora.
Para esta exposición, Flores parte de un ejercicio de apropiación, recuperación y reconstrucción de determinados patrones y ornamentos, extraídos de lugares comunes y objetos cotidianos que se encuentran anclados en la memoria personal y colectiva del patrimonio tangible e intangible de la artista y su entorno. En cada una de sus obras, transforma dichos motivos y los entiende como formas que se repiten de manera indefinida sobre la variedad de soportes que utiliza: la cerámica, el textil, la forja y la pintura mural, medios que se interseccionan y dialogan entre sí mismos. Tales formas se expanden en un proceso de transferencia de un medio a otro y los soportes tradicionales del ornamento se someten a una sucesión de préstamos donde itineran, comparten, adoptan diferentes morfologías que modifican y cuestionan el lugar destinado o definido históricamente para este elemento. Asimismo, la artista asume el ornamento como un “espacio” transformador, un lugar de relaciones, de diálogo y confluencias entre diferentes materiales entendidos como opuestos, pero que en su obra se desjerarquizan y entablan un diálogo. O como bien plantea la autora “el ornamento favorece una relación entre entres: entre la abstracción y la figuración; entre el cuerpo y la superficie; entre el interior y el exterior; entre lo público y lo privado; entre lo femenino y lo masculino; entre un espacio y otros”2 (Flores, 2023).
A partir de esta praxis y de las obras derivadas de un ejercicio que se sustenta en la manualidad, el oficio, la idea y la abstracción, el ornamento se convierte en una herramienta que encuentra, en el medio pictórico y su expansión hacia lo arquitectónico, su soporte y ámbito para ser concebido. De ahí que, tomando en cuenta estas relaciones, la muestra la integran una instalación textil, una selección de piezas en forja y cerámica, y una pintura mural realizada in situ, que se proyectan unas en otras en una constante transformación de sí mismas y del entorno. Y es que Flores se apodera del espacio arquitectónico de la sala, y tal como procedieran aquellas primeras integrantes de la Bauhaus, utiliza la abstracción del ornamento como código para dominar el entorno, para transitar constantemente entre un «situs» y otro, para borrar los límites entre interior y exterior, público y doméstico, lugar o no lugar. Es de esta manera que, con su poética, genera un vocabulario híbrido que se subleva, que a modo de contracultura invade el espacio “sacro” destinado a la obra de arte entendida como el gesto más elevado de un creador de imágenes.
Entre un espacio y otro, por tanto, invita a ser leída como una experiencia estética donde dialogan diversos componentes de nuestra cultura y diferentes maneras de asumir la pintura, que, desde el ornamento, Isabel Flores traduce, reproduce y transmuta. Con su obra, la artista cuestiona las nociones tradicionales del ornamento y se regodea en la capacidad azarosa que otorga el oficio para generar, desde el espacio intervenido, una mirada extensa y elocuente sobre la abstracción en relación con las formas.
Comisariado: Ana Gabriela Ballate Benavides & Yadira de Armas Rodríguez
Fechas: Hasta el 1 de noviembre de 2023
Lugar: Sala Vaquero Poblador (Sede El Hospital, Badajoz)
1 ENGUITA, Nuria. “¿Ornamento = Delito?” En ENGUITA, N. y TODOLÍ, V. (com.) ¿Ornamento = Delito? Valencia: Bombas Gens Centre d’Art, 2017, p. 9.
2 FLORES, I. Entre un espacio y otro. Cuaderno de campo-libro de artista. 2023
