Aunque no lo dice, para mí las Diosas de Juan Sanmiguel, me conmueven y aplatanan al verlas tristes. Son gordas majestuosas que no te miran y si lo hicieran, sus caras de pena nos invitarían a llorar. Nos regalan nostalgia, detienen el tiempo y aunque sean orondas, nos piden un abrazo, una mirada e incluso un consuelo. Ellas no han hecho nada malo, pero se desinflan tal vez porque no se acuerdan de sus vidas pasadas o porque no la tuvieron.
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Mientras sus Diosas se deshacen, las de Botero muestran fuerza y eternidad, pero no les importa, de hecho huyen de la fuerza.
Para las de Sanmiguel no les importa ser eternas porque la flacidez de la historia les acompaña. No hay conflicto, sólo un tipo de hermosura. La hermosura de las Diosas carnales.
Sus voluptuosas formas y sus curvas inhóspitas nos aportan un calor humano que ninguna piedra puede aportar pero que Juan consigue pellizcándoles chispas de vida. Sus Diosas son más cálidas que muchos humanos. Si pudieran moverse nos darían aquel calor de la abuela gorda y maravillosa que nos cogía en brazos mientras llorábamos por habernos caído.
Según Juan: “En mi interés por las técnicas ancestrales de manipulación del bronce tuve la oportunidad de conocer los procesos neolíticos de fundición que en el África occidental continúan utilizándose hoy en día. Así, realizando moldes con estiercol y colando el bronce como los antiguos, fui testigo de como mi propio trabajo evolucionaba. Las anatomías se fueron transformando en ídolos, deidades de otros tiempos. Las formas se simplificaban para dejar paso a una simbología mágica, auspiciadora, antigua y contemporánea al mismo tiempo. Así fueron surgiendo totems, guerreros, ídolos…pero faltaba el origen, el comienzo de todo, la gran madre, la mujer, la Diosa fértil y protectora que estaba en todas las piezas y que aún no había sabido encontrar.»
Beatriz Ahijón Lana apuntó de Juan Sanmiguel: “Plasma la influencia africana en su obra a traves de los volúmenes y las distorsiones en la figura humana. Como si de un nuevo arte primitivo se tratara, la pormenorización descriptiva de la anatomía, la deformación e hipérbole constante de sus partes no es ajena a cierto sentido mágico, auspiciador, que dota sus esculturas de encanto y trascendentalismo. Pero más allá de ser obras hieráticas, las figuras de Sanmiguel se actualizan, se vivifican en actitudes y posturas cercanas en lo que supone un ejercicio por desentrañar la espacialidad vital del ser humano en todas sus facetas” .
Recuerdan las dentelladas de los cañones que el viento y agua han forjado a través de siglos. El viento las ha calmado y moldeado. Ese viento es la magia de Juan trabajando el bronce como los antiguos neolíticos. Para él, Diosas, es un punto de inflexión en su trabajo ya que junta anatomía humana y técnicas escultóricas. Para Juan la técnica del bronce y sus técnicas de fundición son una inspiración de la forma.
Etiquetas: Juan Sanmiguel Last modified: 18 enero, 2013
Me encata este artículo. Y genial Juan Sanmiguel.
Me quedo con la frase «No hay conflicto, sólo un tipo de hermosura» por lo que me hacen sentir las esculturas.
Un saludo.
Ana.
La espesura en el espacio te conmueve, eso me atrae.