Hana Jaeger es una artista israelí afincada en Madrid desde el año 2020. Sus obras nos cuentan historias breves y sencillas, veraces y sinceras; despojadas de lenguajes floridos y palabras superfluas, se centran en la cotidianidad de las personas anónimas. Los invisibles. Aquellos a los que nadie presta atención y que están en los márgenes. Empleando una pincelada libre -sin miedo a manchar, si es necesario-, Hana nos devuelve ciertas emociones universales que nos reconducen hacia unos interrogantes que están más cerca de nosotros de lo que podríamos imaginar.
La exposición, comisariada por Andrea Perissinotto con la colaboración de Berta Delgado, es la primera individual de Jaeger en España, tras años de exposiciones en Israel y en el extranjero.
El título de la muestra «Me llamo Ana, encantada» es un manifiesto de esa espera forzada a la que la artista se tuvo que someter, tan solo unos meses después de haberse mudado a España, debido a la pandemia de COVID 19. Un acontecimiento que sufrimos todos, aunque, por supuesto, en diferentes medidas; esa batalla interior que tuvimos que combatir aliándonos con una esperanza ciega, la resiliencia y la tragedia propia y ajena (la segunda, para los que finalmente nos quedamos, es la que más hiere y marcó un antes y un después en nuestras vidas), se trasladaron a los lienzos y las cajas intervenidas con técnica mixta, pintura y collage, que Hana Jaeger presenta por primera vez al público en su también primera exposición individual en Madrid. Al mismo tiempo, con esas palabras nos está dando la bienvenida al Centro Sefarad Israel, diciéndonos: «¡por fin me podéis conocer (y yo a vosotros)!» y también hace un guiño al país que es ahora su hogar, a su gente, a su idioma y españoliza su nombre -al quitarle la h-, convirtiendo Hana en Ana.
En sus obras, además, abarca una amplia variedad de temas y situaciones cotidianas en las cuales los verdaderos protagonistas son individuos invisibles, es decir, aquellos que no aparecen normalmente en las noticias, en los periódicos, los trabajadores -en cierta manera- olvidados, pero imprescindibles: barrenderos, enfermeros, médicos, policías y luego muchos, muchos transeúntes que, al fin y al cabo, podríamos ser nosotros mismos. Bajo este prisma, Hana/Ana (de aquí en adelante la llamaremos con su nombre de adopción) nos otorga una dignidad universal poniendo cara a un olvido injusto y lo hace difuminando, tras poderosas pinceladas, los rasgos de los personajes que retrata para enfocarse en sus actos, en la importancia del momento y en el valor intrínseco de su propia presencia, como queriendo lanzar un mensaje de concienciación que afirme: «yo, al estar aquí, te sirvo». «Te sirvo», en el sentido literal de prestar un servicio a otras personas, sea este el hecho de limpiar, de llevar comida a domicilio, cortar el pelo o subir un paciente a una ambulancia, tan solo por poner unos ejemplos.
Donde más fuerza adquiere este mensaje es cuando trabaja con cajas de cartón que encuentra en la calle. Aquí la clave para que nos apoderemos del gesto, de la intención y de la poética que reviste este soporte para ella, se basa en el hecho de que sus intervenciones no están realizadas encima de una superficie cualquiera, sino que las propias cajas son parte integrante de la obra. Porque esos contenedores, de los que nos deshacemos nada más entramos en posesión de su contenido, podrían ser una metáfora de aquellos que ella misma define como “los transparentes”, ya que sin embalajes la mayoría de los enseres que recibimos o compramos no llegaría íntegro a su destino, de la misma manera, sin aquellos profesionales que prestan servicios esenciales para nuestro día a día, no tendríamos unas calles limpias y recogidas, no llegaríamos a tiempo a nuestro destino en transporte público o incluso no llegaríamos a tiempo a nuestra propia pervivencia, si no hubiese médicos atendiéndonos en caso de necesidad.
Existe en la obra de Ana Jaeger una circularidad que nos remite a un tiempo protegido, unos granos de arena sin descender, unas burbujas sin explotar, unas lágrimas retenidas y una curiosidad que al florecer nos está susurrando que, si queremos, no estamos solos. Pero, para que haya alguien dispuesto a recibirnos, tenemos que ser nosotros los primeros en ofrecernos. Ana nos devuelve ciertas emociones universales que nos reconducen hacia unos interrogantes que están más cerca de nosotros de lo que podríamos imaginar y nos ofrece la oportunidad de pararnos a pensar en quienes verdaderamente queremos ser, antes de que ya no haya vuelta atrás y el tiempo nos separe nuevamente sin que podamos decidir hasta cuándo.
Texto de Andrea Perissinotto
Fechas: Hasta el 5 de marzo de 2023
Lugar: Sala de exposiciones del Centro Sefarad-Israel, Madrid