Lisandra Ramírez nació en La Habana de 1986. Su infancia transcurrió entre el final de la bonanza e influencia soviética, la caída del sistema socialista, la ruptura de la utopía cubana y la consecuente crisis socio-económica del llamado “periodo especial”. Ramírez creció en la barriada del Cerro, rodeada de los restos de baldosas coloniales, de columnatas neoclásicas y eclécticas, y de ornamentos de aristocracias lejanas.
En este espacio de remanencias e historias en proceso de desaparición, su imaginario infantil de animados, juguetes y libros soviéticos, se amplió paulatinamente. El mundo se “despolarizaba” y, en Cuba, aparecían otras imágenes provenientes, entre otros, del universo estadounidense y japonés. Este acervo, unido a la arquitectura, el mobiliario y los decorados del pasado colonial y republicano del Cerro que la circundaba, impactó decididamente en la memoria visual de la artista.
Desde el inicio de su obra, Ramírez ha afirmado que ella es una recolectora de imágenes y objetos. En su práctica artística, el objeto infantil —en la mayoría de los casos recreado—, así como los restos de antiguas porcelanas, cuberterías y otros elementos, tensionan la narrativa entre la realidad y el mundo onírico. Esto le permite dialogar sobre temas disímiles como la relación entre lo artesanal y lo tecnológico, el pasado y el presente, la sobre-explosión actual de imágenes e información, el espacio público y el privado, las relaciones de poder, la moda, la emigración… Su obra emerge a través del asidero de la Memoria de su cultura material y visual.
En las piezas de la serie “El instante que nos une”, unas maletas de plexiglás transparente contienen microcosmos —cápsulas de recuerdos. Entre ellos encontramos soldaditos de plomo sobre hilos de soga o sobre un antiguo fragmento de suelo, aún con el dibujo medio visible de la baldosa; una vista en planta, a modo de mapa de guerra con un avioncito, un cohete y soldaditos de juguetes; un espejo, sobre el que hay vajillas intervenidas con resina, pequeños animales de goma y cubiertos de plata, donde resalta un cuchillo en el que se lee la pregunta, Eternally together?
En otras producciones, la artista recrea el modelo de un juguete, como el caballito de cuatro ruedas o el gato japonés. Los reescala, tanto pequeños como grandes, y los reproduce en múltiples materiales como bronce o fibra de vidrio. Luego, los interviene con telas, espejos y plásticos, creando un mundo en extremo singular.
Aunque son independientes, las obras de la artista son coherentes como conjunto, de ahí que Ramírez cada vez se interese más por intervenir los espacios a mayor escala. Bajo esta dinámica, en su exposición personal Memories que tiene lugar en Pan American Arts Project de abril a junio de 2022, la artista interviene los muros de la galería con papeles tapices diseñados por ella, creando un background donde dispone luego sus esculturas, dibujos, fotografías y objetos. Con este ambiente, nos hace testigos de una escena, que más que citar una época o una memoria específica, nos abre las puertas de un viaje, nos transporta de un espacio geográfico a otro, de la infancia a la adultez, del estallido de imágenes que nos rodean a un espacio de calma, de belleza. Memories es la invitación de la artista a su poema visual.
Fechas: Hasta el 2 de junio de 2022
Lugar: Pan American Arts Projects, Miami