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OB CONTEMPORARY

Escrito por: Exposiciones Galerías de arte Madrid Taller

OB Studio, el espacio donde exposición, estudios de artista y galería cohabitan en Carabanchel

Nos adentramos en OB Studio, situado en pleno centro del creciente barrio artístico de Carabanchel (Calle Matilde Hernández 36, 2o izquierda). Al entrar, los co-directores Yudinela Ortega y Julio Beltrán nos reciben en su primera exposición colectiva “Un gato en un almacén extraño”, visitable hasta el 7 de septiembre. “Venimos pensando en OB Contemporary desde hace casi dos años, que es como el paraguas que recoge todas las líneas de trabajo, como OB Studios… pero la idea viene de proponer un formato, una manera de trabajar que no es muy usual aquí en Madrid, ¿no?”, comienza explicando Julio Beltrán.

Yudinela Ortega y Julio Beltrán – codirectores de OB Contemporary. © OB Contemporary

“No es que estemos rompiendo una barrera, pero queremos contribuir a esa rotura de espacios alternativos que también pueden aportar y darse visibilidad en el mundo del arte contemporáneo. Y sí, nos interesaba mucho establecer una retroalimentación entre ese espacio de creación y ese espacio de exposición. Además, los artistas estarán acompañados de una cartera de servicios de asesoramiento personalizado según sus necesidades, que es donde nosotros ponemos nuestro valor de expertise… Se trata de ir más allá de alquilar… en realidad, la palabra ‘habitar’ es con la que mejor nos identificamos, porque es lo que dice Yudinela, a nosotros lo que nos interesa es crear un nuevo concepto de equipo y familia con los artistas de los estudios; un ambiente compartido, multidisciplinar, colaborativo y donde se puedan crear muchas sinergias…. además de la línea de galería que lanzaremos en septiembre, cuando los estudios ya estén en funcionamiento”, detalla Beltrán.

Estudio 1 con obra de Ana María Poveda. © OB Contemporary

Yudinela aclara que los artistas que vayan a estar ‘habitando’ los estudios no necesariamente estarán representados por la galería y viceversa: “son dos mundos que conviven en el mismo ecosistema, pero no tienen nada que ver. Partimos de una base de equipo y familia, porque vamos a convivir prácticamente todos los días con los artistas. Entonces tiene que crearse un ambiente cómodo de trabajo bajo las mismas inquietudes y objetivos. Tiene que haber cierto feeling y confianza entre unos y otros. Por eso, no definimos la búsqueda de los artistas según trayectoria o estilos concretos… simplemente tenemos que vernos capaces de aportar algo a esa carrera artística, como establecer una conexión con instituciones, buscar becas y convocatorias, crear una cartera de clientes, es decir, todo el trabajo que un artista no se puede permitir lamentablemente por la precariedad del sector. Mismamente, el hecho de que nos digan continuamente ‘oh, ¡qué valientes sois!’ dice mucho del entramado en el que nos estamos moviendo. A veces, esa felicitación tiene un doble sentido, como agridulce, porque no debería ser un acto titánico emprender en algo en lo que tú eres un profesional, porque ya lo has demostrado trabajando para otras personas”, especifica la codirectora.

Estudio 2 con obras de Paula Lavanderos. © OB Contemporary

El equipo de OB comenta que, para su primera exposición “Un gato en un almacén extraño” decidió contar con artistas invitados con los que ya había cierto lazo de confianza y, por supuesto, un profundo interés en sus procesos creativos: “hay muchísimas obras aquí que han sido la primera obra de una serie que después el artista ha seguido trabajando durante años o hay otras obras que son como el culmen o el fin de una serie, entonces, cada una de las obras tanto en el espacio de exposición como en los estudios tienen como esa suerte de remanente procesual. Se trata de hacer ese llamamiento a los artistas para traer o apropiarse del espacio con obras que, desde el punto de vista conceptual, formen parte de proyectos de investigación. Por otro lado, también funciona como ese ensayo o prueba piloto de lo que luego va a suceder en este espacio. De hecho, ahora estamos empezando la fase de contacto con los artistas y también nos vamos adaptando según lo que van necesitando. Por ejemplo: los estudios compartidos, porque muchos artistas prefieren compartir gastos o entrar en una dinámica en la que poder convivir con mundos artísticos diferentes.

Un gato en un almacén extraño _ Obra de Mirjam Kroker y René Francisco. © OB Contemporary

Yudinela comenta que “Un gato en un almacén extraño” proviene de la introducción del libro Cartas a Theo de Vincent Van Gogh, firmado por Fayad Jamís, donde el autor enfatiza en cómo es tan irónico que un pintor que vendió su primera pieza después de muerto, sea ahora tan popular a nivel de mercado y de público general. “Aquello nos hizo pensar que debíamos huir de cualquier imagen estéticamente forzada. El gato nos gusta, porque es una demostración de carácter y de personalidad. Aquí las cosas van a la mesa, queremos suerte para todos. El gato de la fortuna o Maneki-neko es una figura muy importante de la cultura popular japonesa y tiene como muchas simbologías… si alza la pata izquierda es para invitar a la gente a pasar o para dar suerte, si es la derecha, está más enfocada en lo monetario. En el cartel, el gato levanta la pata izquierda para indicar que hay un espacio nuevo en Carabanchel. El barrio nos ha recibido y la verdad es que ha sido estupendo. También se nota que hay un ambiente muy multicultural, que es la propia esencia del sector artístico… sin duda, ahora es nuestro momento para invitar a pasar al barrio y a todos los profesionales del sector artístico”, concluyen Julio y Yudinela.

Un gato en un almacén extraño _ Obra de Cristina Ortega e Isidro López-Aparicio. © OB Contemporary

Un gato en un almacén extraño

En la sala central dedicada a la exhibición de obras, nos encontramos una pieza escultórica de Isidro López-Aparicio (Santisteban del Puerto, 1963): “la génesis de su desarrollo artístico, unido íntimamente con su compromiso humano, su activismo social y medioambiental, analiza los conflictos (en este caso, las flechas rojas enfrentadas) y la posibilidad de propiciar una nueva visión (quizás, la ‘ventana blanca’) que ayude a activar procesos de transformación”. Según OB Studio, las obras entre pintura e instalación de Ana María Poveda (Colombia, 1993), ubicadas en el Estudio 1, también presentan un marco sensible en pos de contemplar un cielo nuevo. 

Así, en la tela Luz (2019) de Cristina Ortega (Gran Canaria, 1999) aparecen fotogramas de personas paseando o bañándose en la playa, captando “una conexión entre el diseño del espacio transitable y el desgaste de los cuerpos humanos, donde entiendo ambos deterioros como consecuencias de los actuales sistemas de consumo”, declara la joven artista, al explicar cómo explora el potencial de los tejidos como garantes del descanso y confort. Y es, precisamente, en ese desgaste donde se desencadena la desaparición definitiva de los mismos cuerpos mediante la obra de Paula Lavanderos (Chile, 1978).

Estudio 3 con obra de Daniel Barrio. © OB Contemporary

Para ella, sus piezas consisten en objetos llenos de huellas, físicas y espirituales, que evocan memorias humanas, como un gesto de resistencia al paso del tiempo. Del mismo modo, Daniel Barrio (Cienfuegos, Cuba, 1988) emplea la apariencia de restos arqueológicos para criticar la desinformación y la posverdad tan extendidas actualmente por los medios de comunicación. A tales efectos, emplea la técnica del fresco clásico y referencias desde la sociedad actual al mundo grecorromano, como en su bosquejo de La Fragua de Vulcano (1630) de Diego Velázquez.

De tal forma, la rueda del pensamiento continúa girando en la obra de Mirjam Kroker (Alemania, 1982): Planetary artworld document-drawings (2019), un mural conformado por 72 folios: “Aquí, lo que se contempla no es un punto en el tiempo ni un lugar en el mapa, sino la misma realidad de la existencia, un susurro perpetuo que resuena más allá de los confines de nuestra comprensión”, comenta la artista. “El público tiene la oportunidad de tomarse su tiempo, relajarse e, incluso perderse en lo que yo llamaría dibujos documentales de un Atlas sin mapa”. En el centro del espacio expositivo, aparece la obra y frase sintética de su statement: “THE FUTURE IS MIGRANT / the future is migrant”. Continuando con la búsqueda de discursos fragmentados, René Francisco Rodríguez (Holguín, Cuba, 1960) fluye entre unos universos y otros, a través de composiciones cartográficas, laberintos geométricos e “islas flotantes” donde la identidad no es lo importante. De hecho, este artista aprendió de los escritores Jorge Luis Borges y Fernando Pessoa que el autor es quien menos importa, que lo más trascendente son las obras como puede apreciarse en su lienzo donde versa: “ABAJO René Francisco”, bien como una forma de bajar el arte a la tierra y/o, porque literalmente, su estudio se encuentra cerca de allí.

Etiquetas: , , Última modificación: 11 septiembre, 2024