Desde la última década del SXX paralelamente al desarrollo y a la utilización extensiva de las redes sociales, asistimos al desvanecimiento de los límites existentes entre el territorio de lo privado y el ámbito de lo publico. Facebook, Instagram o Youtube, actúan como agentes que dejan al descubierto al ser humano, constituyen un sistema en el que la intimidad, incluyendo la sexualidad, es exhibida y comercializada. En este marco, la pornografía ha dejado de formar parte de aquellas manifestaciones que antaño “perturbaban el orden social y quebrantaban la buena moral”1 y ha pasado a dictaminar sobre cómo, cuándo, quién y con quién se debe practicar sexo; a perpetuar de algún modo siniestro la obligación del individuo de adecuarse a la norma. Ha perdido su carácter transgresor.
Por otro lado, si realizamos un análisis histórico, la mujer ha sido excluida de la producción de material pornográfico, situada intensivamente como objeto y no como sujeto de la pornografía, relegada a ser el destino de la mirada masculina pero nunca el ojo. Rurru Mipanochia (Almendra Castillo – 1989 Mexico D.F.) alcanza con su trabajo una transgresión múltiple: es una mujer, generadora de imágenes sexuales explícitas, que además cuestionan los cánones de belleza occidentales, las practicas normativas y que proponen una nueva lectura de los cuerpos desde la alteridad.
Escuchamos en el título de la exposición, en su negación, un eco de cuestionamiento del propio suceso pornográfico. ¿Qué se considera pornografía y qué no? Con un profundo conocimiento del panteón mesoamericano y de los usos y costumbres ancestrales, mediante la recuperación del tratamiento simbólico del color, apremia a la necesidad de repensar los “géneros” y urge al cuestionamiento de los roles. Tanto a nivel semántico como en el plano espacial pictórico, la artista se auto-dispone en el centro de la representación donde actúa como sacerdotisa, como mediadora entre los dioses y los hombres, cargada de una sensualidad propia del shunga japonés, rodeada de flores o de maíz, trabajando con fluidos corporales, ejecuta una unión mística con la naturaleza y con los dioses. Transexuada, participada por ambos géneros, alcanza la transverberación.
Si los géneros normativos, siguiendo la tesis de Teresa de Lauretis2, son un producto de las tecnologías culturales, debe ser desde estas mismas tecnologías el lugar desde el que proponer nuevos modelos de comportamiento y discursos que modifiquen y pluralicen las estructuras políticas y de poder.
Los cuerpos mestizos, sacralizados, mutilados, logran trascender la matriz binómica hombre/mujer y traspasan el umbral que cuestiona la ordenación del sistema. Han dinamitado el concepto de belleza desde los márgenes y abolido la tiranía de la anatomía cautiva, esclavizada por alcanzar la norma, por encajar. El trabajo de Rurru Mipanochía nos desafía a repensar el cuerpo, a reorientar la mirada mediante la exploración de lo propio, de lo individual y a su vez, a través de lo ajeno, a reivindicar las identidades.
- Lynn Hunt (The Invention of Pornography: Obscenity and the Origins of Modernity, 1500-1800, New York, Zone, 1996
- Teresa de Lauretis. “La tecnología del genero” en Technologies of Gender. Essays on Theory, Film and Fiction, London, Macmillan Press, 1989.
Artista: Rurru Mipanochia
Fechas: Hasta el 4 de junio de 2016
Lugar: Galería Swinton & Grant, Madrid
[…] Artículo […]