Cuando estudiaba Historia del Arte me sorprendía la escasa cantidad de mujeres artistas que estudiábamos en la materia. No importaba si era arte antiguo, medieval o contemporáneo, solía darse la feliz coincidencia de que la presencia de mujeres era inexistente en cualquier período histórico. En este texto me gustaría tratar esta cuestión en mayor profundidad. Sin embargo, antes de comenzar a reflexionar sobre las lagunas que el grado de Historia del Arte pueda tener, pienso también en el resto de la educación, y me asusta darme cuenta que si en una especialidad apenas hay mujeres artistas, ¿qué ocurrirá en la enseñanza anterior? ¿Qué pasa con bachillerato y educación secundaria? La situación es aún peor, hasta el punto de que directamente no sólo no hay mujeres artistas sino que en muchos casos ni se estudia arte, ni a las mujeres en materias como historia, ciencias o literatura. Sigamos por donde íbamos: cuando estaba aún formándome en la universidad me sorprendía que nombres como Sofonisba Anguissola, Élisabeth Vigée-Lebrun, Ana Mendieta o Marina Abramovic no me sonaran de nada, y sólo por citar a algunas. Aún no sabía qué era eso que llaman “techo de cristal”.
Años después, ya trabajando en el mundo del arte, me encontré un documental de 2010, “Women Art Revolution”, que desde el principio revelaba un dato a tener en cuenta: a las puertas de varios museos se preguntaba a las personas que pasaban por allí el nombre de tres artistas mujeres, y nadie podía completar las tres. Algo estaba pasando si no era posible que en pleno siglo XXI, cuando las comunicaciones son instantáneas, cuando podemos acceder a la web de cualquier artista o museo en cuestión de segundos sin importar su país, no supiéramos decir el nombre de tres artistas mujeres.
Ya en 1971 Linda Nochlin, teórica del arte y profesora americana, se cuestionaba en Art News lo mismo que me preguntaba yo en 2010 mientras estudiaba: “¿por qué no ha habido grandes mujeres artistas?” El texto es uno de los fundacionales de la crítica de arte feminista, y supone un hito sobre el que volver, al parecer aún hoy, dada su vigencia. En él, Nochlin desarrolla cuestiones que hoy pueden parecernos obvias pero que realmente habría que pensar con atención: no existe una Paula Picasso ni una Rembrandt mujer porque los impedimentos que estas han sufrido para formarse como artistas no tienen parangón con las facilidades que han tenido sus homólogos varones. Desde algo tan básico como el acceso a la formación artística, vedada a ellas hasta finales del XIX, a otros criterios sociales asociados al hecho de ser mujer, esto es, una artista podía pintar como un aprendizaje más de cara al disfrute privado durante la soltería, pero sólo como un accesorio más que acabaría con el casamiento, tras el cual debería dedicarse a la maternidad y otros menesteres que se le presuponían.
En algunas ocasiones se daban circunstancias puntuales que permitían el acceso a la formación artística a mujeres, como ocurrió con Artemisia Gentileschi, que aprendió en el taller de su padre, y en cuyas obras vemos una frecuente presencia de heroínas bíblicas en una actitud de fuerza y valor, como Susana, Judith o Esther. En una de sus obras más conocidas, “Susana y los viejos” de 1610, el gesto de la protagonista denota rechazo, casi asco, y nos remite a un triste acontecimiento biográfico de la propia artista, que fue violada por su maestro de perspectiva, al que su padre había contratado para que la enseñase.
Sin ánimo de detenerme en cada uno de los casos de mujeres artistas que podemos encontrar, que darían para toda una enciclopedia, sí que me gustaría señalar que el ejemplo de Gentileschi nos sirve para ilustrar las condiciones a las que se enfrentaba una mujer si quería dedicarse a la creación artística.
Una de las figuras clave en el pensamiento feminista en el arte en España es Estrella de Diego, que dice a propósito de Nochlin: “la fuerza de la historia del arte feminista proviene de la subversión del paradigma implícito en la pregunta de Nochlin, que acabaría por dinamitar el aparato sobre el cual se sustentaba la historia del arte clásica, organizada, como el resto del conocimiento en Occidente, en torno a un sujeto masculino, blanco, de clase media, heterosexual”.
Y bien, ahora os estaréis preguntando si esto tiene alguna relación con el presente. En mi opinión sí, y es que la presencia de mujeres artistas aún es escasa. Ha habido importantes intentos que hay que tener en cuenta, como la exposición “Genealogías feministas en el arte español: 1960-2010” en el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC) entre junio de 2012 y febrero de 2013, comisariada por Patricia Mayayo y Juan Vicente Aliaga. Sin embargo, los datos referidos al período entre 2006 y 2011 nos hablan, por ejemplo, de queel porcentaje de obra femenina en el MACBA es de un 18,4%, y se reduce drásticamente hasta un 8,4% en el caso de artistas españolas mujeres; por su parte, el Museo Reina Sofía tiene sólo un 12,7% de obra femenina y apenas un 3,7% de artistas españolas. Y cada año se gradúan más del 70% de alumnas de Bellas Artes en las facultades españolas (datos tomados del “Estudio de mujeres y hombres en las artes visuales” de la asociación Mujeres en las Artes Visuales de 2012).
Los datos nos sirven para ilustrar una realidad, y es que la presencia de mujeres aún es escasa. En mi opinión no se trata de una cuestión abiertamente antifeminista sino de una realidad mucho más compleja; tiene que ver con eso que comúnmente llamamos patriarcado y que asimila determinados roles según un sexo (que no un género). Y el patriarcado es una construcción social, y como tal afecta a los modos en que nos formamos como individuos. Está presente desde que nacemos en los roles que asumimos, en el lenguaje que usamos, en las imágenes que nos ilustran, en las actitudes que tomamos, y es, por tanto, algo inmaterial y muchas veces inconsciente. Por eso no se trata de una discriminación como tal exclusiva de unos pocos sino que es algo que todos hemos aprendido y que de alguna manera reproducimos. Y el mundo del arte, que de por sí es una disciplina humana y social, reproduce este modelo. Por eso es importante conocer cómo funciona una forma de pensamiento para buscar en ella las grietas posibles que nos hagan transformarla, como sugería Foucault. Tal vez sea esta nuestra única salida posible.
Quizá podamos ahora responderle a Linda Nochlin y decirle que las mujeres artistas están, todos conocemos a alguna, pero sus circunstancias nunca serán iguales a las de un artista hombre, como casi ninguna otra cosa en su vida. Personalmente, en mi trabajo como crítica y comisaria siempre he tenido esta condiciónmuy presente cuando realizaba cualquier proyecto. Muchas veces se asume que es la calidad lo que se valora, y que muchas artistas mujeres no tienen tanta como otros tantos hombres, pero ¿realmente esto es cierto? ¿No cambian los criterios de calidad? Esto me trae a la mente el caso de Louise Bourgeois, hoy una de las artistas más importantes del siglo XX. Su trabajo era conocido en los círculos artísticos de Nueva York pero apenas se valoraba lo que hacía, especialmente sus piezas con materiales como tejidos e hilo, de clara temática autobiográfica. Reivindicada por la crítica de arte feminista, no fue hasta 1981 cuando el MOMA le dedica la retrospectiva que la ensalza como artista única de su generación. Bourgeois tenía 70 años y pasaba de ser una desconocida y apenas valorada artista, a ser hoy una figura clave del arte contemporáneo.
Lo que intento exponer en estas líneas es más bien un rápido esbozo de lo amplio de la cuestión y la necesidad de pensar sobre ello. No se trata de que el feminismo sea exclusivo de las mujeres (y que por cierto genera un rechazo instantáneo poco comparable a otros términos cuando una se define como tal) sino que el gran logro del pensamiento feminista, y especialmente en el arte, que es un mundo de imágenes, es la capacidad para cuestionar lo que vemos, lo que pueda parecer inocente pero que está imbricado de unas condiciones sociales determinadas y del que nadie vive ausente, ni siquiera los artistas.
Y es que lo importante en cualquier ensayo es formular bien las preguntas, no tanto dar una respuesta. Yo misma mientras escribo estas palabras caería en mi propia trampa si estuviera intentando imponer un modelo único a seguir. Lo que pretendo es más bien generar preguntas, hacer que quien lea se cuestione, vea, preste atención, y en el siguiente concurso, exposición o premio se fije a ver quién ha ganado, qué nombres aparecen y comprobar que el feminismo sigue vigente hoy, y no sólo en el mundo del arte.
*Créditos fotografía: Sylvia Peceño. El feminismo apesta. Instalación audiovisual. Pontevedra, 2014
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Semiramis González (Gijón, 1988) está licenciada en Historia del Arte. Ha cursado el Máster en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual en el Museo Reina Sofía y se ha especializado en teoría feminista aplicada a la Historia del Arte con su trabajo sobre Cabello/Carceller y la teoría queer en España. Ha coordinado el blog de la exposición «Variation, lo obsesivo como forma de paisaje», comisariada por Tania Pardo sobre la colección Fundación ARCO en el Centro de Arte de Alcobendas. Como comisaria ha trabajado en distintos proyectos como «Encuentros inesperados», con la galería Gema Llamazares de Gijón en Just Madrid y “Geometría expandida” de la artista Liliana Zapata con la misma galería en ArteSantander; también comisaría la convocatoria y exposición de artistas emergentes «La New Fair» en La New Gallery. Con su blog “Semíramis en Babilonia” ha participado en el proyecto ARCO Bloggers y en LABlog, blog de LABoral Centro de Arte, del que también es coordinadora. En torno a las redes sociales y el arte ha participado en distintas mesas, como recientemente en forosur_Cáceres.
Etiquetas: ABSOLUT, Semíramis González Last modified: 2 noviembre, 2014
Aunque estoy de acuerdo en la mayoría del artículo, los roles a los que hace referencia Semiramis, no siempre nos han perjudicado. En la conversación que tuvo Soledad Lorenzo el pasado viernes en la Fundación Juan March, puso de manifiesto que cuando ella empezó a visitar galerías en Barcelona con su padre, la mayoría de las galerías estaban ocupadas por mujeres. Puesto que con esto no se podía vivir y el rol de entonces era que el hombre era el que tenía que traer dinero a casa, propició que algunas mujeres de su generación se dedicaran a vender arte y a apoyar a los artistas. Y, lo que empezó como algo «por amor al arte», hizo que galeristas de la talla de Soledad Lorenzo, Helga de Alvear y Juana de Aizpuru llegaran a ser lo que son hoy.
Estimada Semiramis González, recién estoy trabajando en una obra visual y escrita que va ganando peso, o ligereza según se mire, y valor, conforme voy re encontrándome con mucho del material artístico y biográfico acumulado a lo largo de al menos 25 años. Está siendo apasionante vivir cómo a través de mi mirada y conciencia actual, «lo mismo» o previo emerge con luz y raíz propia. Es difícil explicarlo sólo con palabras y estos nuevos trabajos no están de momento reflejados en mi página web. ¿Existe la posibilidad de poder mantener un correo personal, a través por ejemplo de una dirección de correo-e, para poder enviar más adelante imágenes y «bocetos» de esta obra «emergente» de mi actual proceso y continuidad?
Enhorabuena por este artículo, me ha ayudado mucho leerlo, GRACIAS !
«En mi opinión no se trata de una cuestión abiertamente antifeminista sino de una realidad mucho más compleja; tiene que ver con eso que comúnmente llamamos patriarcado»
Esta frase es un sinsentido.El feminismo esta en contra de patriarcado, asi que la «realidad compleja» derivada de patrarcado es antifeminista en ella misma.
yo no creo que las mujeres sean tan buenas en el arte, y pueden aventarme piedras si quieren, eso no cambia ni la realidad, ni mi interpretación de ella.
Hola, Arcieres. Evidentemente cada un@ es libre de opinar, pero creo que el eje de este artículo no trata sobre si las mujeres son o no buenas en el arte: como en cualquier ámbito, hay mujeres artistas buenas y otras no tanto. Considero que lo que Semíramis apunta es EL POR QUÉ habiendo existido mujeres artistas en la historia la calidad de sus obras HA QUEDADO DEMOSTRADA EN NUMEROSAS INVESTIGACIONES Y PUBLICACIONES DE HISTORIADORES, tanto hombres como mujeres, continúan sin recibir el reconocimiento que merecen.
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Bueno Arcieres, a lo mejor con mentalidades como las tuyas sean las causantes de que desde 1960 tengamos que haber reinvindicado nuestros derechos.
Lo que tú estás diciendo/ pensando, o lo que simplemente has escrito, dice lo siguiente o me hace entender lo siguiente:
Que por él simple hecho de ser mujer no puedo ser tan buena en el arte como un hombre.
Y a lo q yo te respondo:
Sinceramente, por nacer hombre, mujer, asiático, afroamericana, brasileño, estadounidense, negro, blanco etc.. No significa que eres mejor o peor en algo que otros, y si crees q aun así las mujeres por el hecho de nacer mujeres somos peores en el arte, ( o en cualquier cosa) deberías hacerte científic@ y explicar al mundo que tu manera de pensar es la correcta, aunque eso signifique más discriminacion y más mierda hacia el sexo femenino😊
Pero no me eches piedras, porque gente como tú no puede cambiar la realidad.
¿O si que puedes?