El escultor Juan Luis Moraza presenta “trabajo absoluto”, su primera exposición individual en la Galería Espacio Mínimo. En la que podemos ver la evolución de sus trabajos anteriores, como implejidades (2010), software (2011) o república (2014), que evocaban una encrucijada donde el cuerpo, el sujeto, sus herramientas, sus relaciones y sus organizaciones, entremezclaban sus funciones, perdiendo su identidad y fundiendo sus experiencias.
Además encontramos cuatro obras complementarias: la primera titulada LA FIESTA COMO OFICIO. La fiesta universal del trabajo en un campo expandido, supone una indiscernibilidad espacial, temporal, funcional, psíquica, entre el trabajo y el descanso, entre el goce y la angustia, entre lo que no está prohibido y lo que es obligatorio. En esa pira, la vida entera se consume y es consumida. (Instalación). La segunda CALENDARIO DE FIESTAS LABORABLES. La fiesta del trabajo se extiende a los 366 días del año, y cada día incluye un aforismo sobre el trabajo absoluto. (Calendario de taco y despliegue de sus 366 hojas). En tercer lugar encontramos EROSIS (oficios de goce). Lo que nos falta es lo que nos vincula, y lo que somos es lo que falta. El estar siendo es simultáneamente apertura y fricción, eros y erosión. (Figuras antropométricas desgastadas. Yeso). Por último encontramos NOFONDOS. La lógica del signo exige un cierto contraste entre figura y fondo; cuando la escritura satura la imagen, eliminando el fondo, sólo un borrado puede funcionar como escritura. (Pizarras negras blanqueadas por tiza).
En tanto recibe el privilegio de una dedicación no alienada, trabajar es un placer para un artista. La natural laboriosidad de la vida se intensifica allí donde excede la necesidad en el deseo. La elaboración, el esfuerzo, la dedicación, la tensión, la concentración, la planificación, la intensidad, la dificultad, el sacrificio, forman parte de una manera de ser que es la consecuencia del hacer. Pero si el arte convierte al trabajo en su protagonista, no se referirá únicamente a su propia labor, sino a aquello que atraviesa las profesiones, las ocupaciones e incluso las vivencias. Sinónimo de esfuerzo, en el trabajo se ofician las esperanzas y los repudios; es lo que se evita cuando atenaza y lo que se busca desesperadamente cuando de él se carece; es lo que nos constituye y destruye.
La productividad destituye la excelencia del trabajo. Hoy se ha implantado una noción de “trabajo absoluto”, aplicada indistintamente a cualquier aspecto de nuestra existencia: trabajamos las emociones, trabajamos nuestro cuerpo, nuestras relaciones, nuestras formas de descanso, trabajamos nuestra imagen y nuestro futuro. No es la natural laboriosidad de lo real, sino la capitalización instrumental y acelerada de la experiencia; y para cada área de esta trabajosa vida, existen expertos, escuelas y empresas que contribuyen a perfeccionar y aumentar nuestra laboriosidad. Cada vez más estamos obligados a ser productivos hasta en el descanso, y competimos en un mercado total en el que la experiencia es ya plenamente cotizable. Vamos admitiendo una progresiva extensión del tiempo y del espacio del trabajo, deslocalizado y sin horarios; pero el tiempo del proceso se sustituye por instantaneidad del resultado; y hemos aprendido a convertir nuestro ocio en un sacrificio sin remuneración. Si no contribuye a un incremento de riqueza, vivir es considerado una forma de pereza. Del poder aprendemos a delegar el trabajo; y en el consumo, nos adiestramos en la redistribución de la riqueza a sus poseedores, como si fuésemos apenas un afanado eslabón perdido entre el dinero que cobramos y el dinero que gastamos. Pero en realidad, la laboriosidad, la nobleza del esfuerzo, la dedicación, el goce y el cuidado, el amor al trabajo bien hecho, sostienen la vida social mucho más que cualquier ley. La economía financiera disuelve el trabajo, lo que no significa que la humanidad deje de trabajar, sino que el trabajo persiste omnipresente sin ninguna de sus ventajas.
Artista: Juan Luis Moraza
Fechas: Del 16 de enero al 5 de marzo de 2016
Lugar: Galería Espacio Mínimo, Madrid