La bienal de Liverpool es la única bienal de arte contemporáneo de Gran Bretaña y, hasta el 26 de Octubre, se puede disfrutar de su octava edición. El título elegido por los comisarios invitados, Mai Abu ElDahab y Anthony Huberman, es A needle Walks into a Haystack, lema bajo el que se incluyen las distintas exposiciones que conforman este festival sumergiéndonos en un recorrido por los objetos, imágenes, hábitos y hábitats que conviven con nosotros y que definen nuestro actual estilo de vida.
Las muestras se encuentran dispersas en diferentes edificios a lo largo de la ciudad, en la que, además, con motivo de la bienal se ha creado un impresionante circuito cultural extraoficial igualmente interesante.
The Old Blind School es un edificio abierto ex profeso para la ocasión. Fue una antigua escuela de niños ciegos, luego una oficina de desempleo, y ahora lleva años abandonado y descomponiéndose de una forma excepcionalmente bella. Las salas no han sido rehabilitadas así que las obras se encuentran colgadas y colocadas en medio de paredes desconchadas y chimeneas semiderruidas. En ocasiones, los desgarros de pintura, papel y ladrillo eran tan armónicos que parecían formar parte de alguna intervención artística, pero no. Este era el edificio que más obras albergaba y entre ellas se encontraban proyectos especialmente interesantes como Strategic-Level Spiritual Warfare, las puertas que Michael Stevenson sacó de la facultad de matemáticas para hacer una instalación construida en torno a una anécdota en la que un profesor creía responsable al diablo del balanceo de las puertas, el artista propone al espectador un juego en el que a través de mandos de consolas deben controlar los movimientos de las puertas convirtiéndole así en el propio demonio. Destacable eran también la instalación del colectivo Strautcherepin, la obra de Norma Jeane bajo el significativo título de All artists are liars, o el impactante montaje de Rana Hamadeh, Can You Pull in an Actor With a Fishhook or Tie Down His Tongue With a Rope?, en el que la joven libanesa recreaba a decibelios imposibles el Ashura, un rito chiita en el que la gente sale a la calle a predicar la matanza de su líder espiritual.
El recorrido continúa en Fact, un moderno edificio en el centro de la ciudad donde se encuentra una exposición de Sharon Lockhart reflexionando a través de sus cintas y fotografías sobre la infancia, la pobreza y la política en torno a la historia particular de un grupo de niños polacos. Muy en contraste con esta exhibición está el siguiente pabellón, situado en el edificio de The Bluecoat, donde se encuentra una colección de pequeños dibujos y pinturas de James McNeill Whistler, el pintor inglés del siglo XIX conocido como el impulsor de la concepción del espacio expositivo como una parte fundamental de la exposición, las paredes y hasta el traje de los trabajadores de las
salas del museo debían ir acorde a lo que dentro se exhibía.
En la sede local de la Tate Gallery, el arquitecto francés ultravanguardista Claude Parent ha construido «La colina del arte«, una reinterpretación de lo que hizo para el pabellón francés de la bienal de Venecia de 1970, un espacio lleno de rampas, pendientes y escaso de paredes que pretende romper radicalmente con el esquema de espacio expositivo tradicional, espacio en el que han colocado cuadros de artistas tan dispares como Picabia, Lichtenstein, O Naum Gabo.
El circuito se cierra en St. Andrews Gardens, una residencia universitaria alejada del centro de la ciudad donde se encuentra una de las joyas de esta bienal: la recopilación de todos los pogramas que Jef Cornelis realizó para la televisión belga en los que, durante años, hizo magníficas entrevistas y reportajes sobre arte, artistas y sociología, haciendo uno de los intentos más intensos a la hora de acercar estos temas al gran público.
Como comentaba al principio, además de las exposiciones integradas en la bienal como tal, encontramos por toda la ciudad una serie de commissions igualmente interesantes. Para completar la falta de pintura que puede recriminarse a la bienal, en la Walker Art Gallery se podía disfrutar de los cuadros finalistas del famoso premio John Moores Painting, donde sin duda se encuentran los nombres de los jóvenes artistas británicos que en poco tiempo comenzaremos a ver en el mercado. A diez minutos de Liverpool en tren, en la playa de Crosby, encontramos Another Place, la instalación donde Anthony Gormley ha incrustado en la arena unos pequeños hombres de hierro fundido a lo largo de la costa creando una mágica atmósfera. A la salida de la Tate, en Albert Dock, el artista conocido por sus juegos ópticos, Carlos Cruz Díaz, ha camuflado un antiguo barco conservado por el Merseyside Maritime Museum que afortunadamente quedará de forma permanente amarrado en el lugar convirtiéndose seguro en uno de los nuevos puntos de referencia de la ciudad.
Para terminar, es obligada la visita a la Open Eye Gallery, donde una colectiva de tres fotógrafos, entre los que se encuentra la española Cristina de Middel, además de Hans Haacke y Ugo Mulas, nos presenta una visión alternativa sobre las ferias y bienales de arte mucho más crítica, mostrando imágenes de la segunda Documenta de Kassel y la Bienal de Venecia de 1968 conocida como “La bienal de la policía” debido a las revueltas organizadas por los propios artistas, contrarios a la política de exposiciones que por aquel entonces empezaba a llevarse a cabo.
Etiquetas: Bienal de Liverpool Last modified: 29 septiembre, 2014