Dijo que tuvo tres vidas: en la primera fue fotógrafa, en la segunda cineasta y en la tercera artista visual. También fue pionera de la Nouvelle Vague y de la cine feminista, y en 2017 se convirtió en la primera mujer en recibir un Óscar honorífico. Agnès Varda llegó con sus películas experimentales y sus videoinstalaciones a los grandes festivales de cine y a los más importantes eventos artísticos internacionales, como la Bienal de Venecia. El pasado domingo 26 de mayo, repasamos su trayectoria en el hilo semanal de Woman Art House.

Agnès Varda nació en Bruselas en 1928. De madre francesa y padre griego, procedente de una familia de refugiados, era la tercera de cinco hermanos. La llamaron Arlette, pero a los dieciocho años cambió su nombre legalmente por Agnès. Estudió Historia del Arte en la Ecole du Louvre y con frecuencia hace referencia en sus películas a la pintura y a sus visitas a museos. Las tres vidas de Agnès Varda no se desarrollaron como etapas que se cierran, sino como facetas que se fueron entrecruzando y enriqueciendo.
Su trayectoria profesional como fotógrafa empezó en el Teatro Nacional Popular y el Festival de Avignon. Durante estos primeros años, además, fotografiará muchas veces a sus vecinos, entre los que se encontraba Alexander Calder, e improvisará exposiciones en el patio de su casa, un lugar que será epicentro creativo de muchas de sus películas. En el año 1957 viajó a China y en 1962 a Cuba para hacer reportajes fotográficos sobre ambos países. Con las fotografías tomadas en este segundo viaje, que fueron expuestas en el Centro Pompidou de París en 2016, realizó al año siguiente el documental Salutes cubanos.

Su primera película, Pointe Courte, la rodó en 1954 cuando aún no había visto más de diez películas ni sabía cómo se montaban. En esta tarea contó, por cierto, con la colaboración de Alain Resnais. En Pointe Courte empiezan a verse algunas de las características que serán habituales en sus películas: la realidad y la ficción se funden superponiendo una historia real, la de los vecinos del barrio costero de la ciudad de Sete, con una historia de una pareja interpretada por dos actores. Esta película, junto Cleo de 5 a 7 (1962) serán fundamentales en la definición de la Nouvelle Vague. En películas posteriores irá introduciendo su propia subjetividad como autora a través de la voz en off o de su presencia física dentro del plano. Las cuestiones de género serán muy habituales, tanto de una manera explícita, como transversal, abordando temas como la familia, los roles de género o la autoestima (La felicidad, 1965) o la maternidad, el derecho al aborto y las relaciones de pareja (Una canta, la otra no, 1976). Agnès Varda fue, también, defensora de la conciliación familiar. En 1958 nació su hija mayor, Rosalie, a quien crió sola hasta que en 1962 se casó con Jacques Demy, con quien tuvo a segundo hijo, Matthieu, en 1972. En 1976 rodó el documental Daguerrotipos, en el que retrató la vida cotidiana de sus vecinos y vecinas de la rue Daguerre. Fue con su cámara todo lo lejos que le permitía grabar un cable de ochenta metros conectado a su propia casa, algo que describió como un “cordón umbilical” que la mantenía unida a la crianza de su hijo pequeño.

Todas sus reivindicaciones y su posicionamiento con respecto a la situación de la mujer aparecerá claramente reflejado en 1975, declarado “Año de la mujer por la ONU”. La televisión francesa pidió a varios cineastas la realización de un cortometraje que respondiera a la pregunta ¿Qué significa ser mujer? En Rèponse de femmes, Agnès Varda dio voz a varias mujeres que explicaban cómo vivían situaciones de opresión o vulnerabilidad. Varda entendía el feminismo como una lucha colectiva que tenía que desarrollarse desde el optimismo.
Lo cotidiano, e incluso lo marginal, serán temáticas que también son frecuentes en sus películas. Entendía su cine como una escuela de modestia al servicio de las personas a las que filma. En 1985 recibió el León de Oro del Festival de Venecia por Sin techo ni ley, una historia desoladora de principio a fin en la que Varda retrata la manera en la que la sociedad trata a las personas extranjeras y sin hogar.

En el ámbito del documental, Las espigadoras y yo (2000) trata sobre “el modesto gesto de agacharse para recoger”. La directora recorre diversas regiones de Francia grabando a personas que recogen lo que otros desechan para vivir, ayudar, coleccionar o crear. Su viaje le lleva también por diversos museos franceses que exponen en sus salas pinturas de espigadoras, como el famoso cuadro de Millet o el de Jules Breton. Durante el recorrido, Varda se presenta a sí misma como recolectora de imágenes y de patatas en forma de corazón y aprovechará para reflexionar sobre las posibilidades de las cámaras digitales, que le permiten filmar una de sus manos mientras agarra la cámara con la otra, y su propia vejez.
Durante sus últimos años, también reflexionó sobre su propia vida y su manera de hacer y entender el cine en Las playas de Agnès (2008) y Varda by Agnès, con la que se despidió del cine en febrero de 2019 en el Festival de Berlón para centrarse en sus instalaciones artísticas. Un mes después, Agnès Varda murió pero su trayectoria artística había empezado muchos años atrás.
En 1949 realizó el que llamó su “primer autorretrato oficial”: recortó un autorretrato fotográfico en pequeños fragmentos que luego pegó sobre un cartón a modo de mosaico. En 2009, en la obra Broken Portrait volvió a autorretratarse a partir de fragmentos.

En 2003 participó en la Bienal de Venecia con la videoinstalación Patatutopia. Es habitual que sus instalaciones artísticos guarden una estrecha relación sus películas. Las patatas aparecerán otros trabajos y exposiciones. Más recientemente, utilizando el material de sus propias películas, creó obras como Cabaña de cine, relacionada esta vez con la felicidad.
En España, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo acogió en 2012 la muestra Las dos orillas de Agnès Varda. Esta exposición exploraba los límites de la imagen fija y en movimiento, la realidad y la ficción y sus películas y videoinstalaciones. En colaboración con el festival de cine de Sevilla, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo mostró algunas de sus películas, fotografías e instalaciones como Las viudas de Noirmoutier (2005) en la que presenta los testimonios de catorce viudas de pescadores en torno a imagen central con el sonido del mar, a modo de político o retablo audiovisual.
Además de en la Bienal de Venecia, Agnès Varda también presentó sus trabajos artísticos en la Bienal de Arte Contemporáneo de Lyon y colaboró con frecuencia con la galería Nathalie Obadia, con la que participó en ferias como Art Basel Miami Beach.

El próximo domingo nos acercaremos a Elsa von Freytag-Loringhoven, la Baronesa Dadá de la mano de Emma Trinidad. Podéis leer el hilo a través de la cuenta de la autora (@Em_Trinidad) o siguiendo el hashtag #womanarthouse ¡Os esperamos!
Etiquetas: Agnés Varda, WOMAN ART HOUSE Last modified: 14 septiembre, 2023