Esta semana en Woman Art House las líneas están dedicadas a la artista Belkis Ayón. Desde nuestro espacio reivindicamos el legado de esta gran creadora cuya obra se convierte en paradigma del arte cubano e internacional.

“Te creímos piedra de filo eterno,
Desafío de leyendas inconquistadas
Y nos abandonamos al relámpago de tu risa,
A la gravedad de tu imagen.”
Hilda María Rodríguez (septiembre, 1999)[1]
Volver sobre la obra de Belkis Ayón Manso (23/01/1967–11/11/1999) es intentar develar nuevas claves, viajar por el arte de la espiritualidad, reconectar con cada uno de los códigos de sus piezas. A día de hoy su vida y obra siguen siendo un enigma. Del grabado al dibujo, de la creación visual a la curaduría, y con una importante labor académica, desplegó su talento sin llegar a pretender la trascendencia que más tarde tendría. La artista nos ha legado una producción colmada de signos: mestizaje, sincretismo, tradición, imagen femenina y religión, se hibridan en un potente discurso visual.
Su formación académica en Cuba inicia desde muy temprana edad hasta que ingresa en la Escuela Elemental de Artes Plásticas “20 de octubre”. Posteriormente estudiaría en la Academia de San Alejandro, y luego en el Instituto Superior de Arte (ISA) donde se especializa, finalmente, en grabado. Fue la colografía el medio ideal en el cual desarrolló la parte más importante de su carrera: un tipo de impresión en relieve realizada a partir de la incorporación de texturas que se adhieren a una matriz de cartón, para luego ser entintada. Si bien la artista incorporaría otras técnicas dentro de su producción, como la serigrafía, la calcografía y la litografía, la colografía fue su espacio de creación por excelencia.
Sin embargo, Belkis Ayón no solo se impuso dentro del escenario artístico cubano por la importancia que otorgó al grabado sino que, a nivel discursivo, su obra se planteó como un espacio de desacralización y reivindicaciones que tuvo en la religión Abakuá el sustento de su poética. Convirtió en tema central de sus obras los mitos, ritos y personajes de la sociedad secreta Abakuá; un culto asentado y sincretizado en Cuba – originario de África -, pero prohibido para las mujeres.
Belkis Ayón violentó las normas, aprehendió el universo abakuá en sus piezas y deconstruyó cada una de sus narraciones quedando plasmadas en una simbología a la que dio vida propia, desde su acercamiento intelectual e investigativo a obras literarias que abordaban el universo religioso afrocubano como “El monte” de Lydia Cabrera y “Los ñáñigos” de Enrique Sosa.
Ante la ausencia de una iconografía figurativa en esta sociedad, y más allá de las narraciones devenidas de la tradición oral que han quedado plasmadas en la literatura, Ayón construyó una visualidad y una simbología muy particular.

Durante sus estudios en San Alejandro fue perfilando la estética y el discurso de sus piezas posteriores, en una primera fase investigativa que le condujo a la búsqueda y representación de los personajes que componían la narración abakuá. Apostando por una paleta cromática, se adentró en la construcción de un repertorio visual y de caracterización de los diversos roles que formaban parte del antiguo imaginario africano.
Dentro de su universo iconográfico encontramos determinados atributos que nos remiten directamente a la simbología abakuá: el pez (Tanze), el gallo, la serpiente y el bastón de mando. Personajes, animales sagrados y elementos que remedan esa fuerza mágico-religiosa, el misterio, el mito.

Precisamente el mito fundacional de esta religión se convirtió en uno de sus ejes esenciales de investigación y creación: la fábula de Sikán, mujer que fuera condenada a muerte por develar el secreto, ese que poseía el pez que otorgaba el poder a la tribu que lo tuviese, sería el punto de partida para reflexiones más profundas. “La leyenda de Sikán es un tema con el que he trabajado desde que estaba en la Escuela de Arte, y lo que siempre me ha interesado ha sido la condición de víctima de la figura femenina”, así lo declaraba la artista.
Belkis Ayón reivindica la imagen de este personaje, la (re)construye visualmente y le otorga un carácter sagrado a su imagen. Subvierte las normas de los ñáñigos – integrantes de una sociedad exclusivamente para hombres – que prohíbe su representación visual para dignificar la imagen de una mujer sacrificada, y estigmatizada por la religión.

Cubierta con un traje de escamas, acechada por una mano por detrás de su cuerpo, con sus brazos atados a unas cadenas, así la representa Ayón en “La sentencia” (1993), siendo enjuiciada e impávida ante dos serpientes que se le aproximan. Ella estampa el miedo, el dolor, la incertidumbre, no solo de este personaje sino también el suyo propio. El marcado carácter autorreferencial de su obra queda develado en la representación de Sikán, cuya piel se convierte en su piel, y cuya mirada pareciera contener la de la artista. “Me veo como Sikán en tanto observadora, intermediaria y reveladora: a partir de mis estudios y mis experiencias, invento su imaginería ya que no soy creyente. Pero Sikán es una transgresora y como tal la veo a mí misma.”

Desde una postura antropológica en su obra, pone en cuestionamiento el rol de la figura femenina tanto así como la marginalidad, la censura, el miedo, temas que constituían para ella un espacio de búsqueda de libertad en medio del contexto convulso que experimentaba en Cuba hacia los años noventa. La ambigüedad, como parte del discurso poético de Ayón, estará presente como una constante, y la atmósfera que logra en sus piezas nos mueven todo el tiempo en esa sensación de incertidumbre. Una espiritualidad continua que evoca desde el contraste visual de los negros, blancos y grises, de sus rostros sin boca, con una mirada penetrante y sumamente expresiva.
“La Cena” (1991)[2] es una de las piezas paradigmáticas de Belkis Ayón que demuestra su exquisito dominio técnico, su experimentación con las dimensiones y el sincretismo que estará presente como sustento de su poética. En la pieza Sikán (una mujer) sustituye el sitio que en la tradición cristiana ocupa un hombre, Jesucristo, en “La Última Cena”. El personaje de Sikán forma parte ahora de un espacio ceremonial abakuá donde es ella quien adquiere el protagonismo. Desde la sobriedad de su paleta introduce un grupo de figuras andróginas, a través de las cuales dirige su mirada hacia cuestionamientos acerca de las relaciones de poder y de género, desde la apropiación y las referencias a la historia del arte.

Con el paso de los años la obra de Belkis Ayón fue complejizando su discurso visual. No dejó de experimentar con los recursos que tenía a mano y encontró en el grabado su medio de expresión por excelencia. En 1995 realiza en Alemania una exposición en la Iglesia Católica de Santa Bárbara y sustituyó las representaciones del Vía Crucis tradicional para colocar en su sitio 14 piezas de su autoría realizadas entre 1993 y 1995. Síntesis de ese interés de la artista por trascender la representación, llevar sus piezas y ese universo – que había sido marginalizado – a un plano simbólico superior. De esta manera otorgó a sus obras un segundo nombre haciendo alusión a pasajes bíblicos.
Durante su última etapa de trabajo, Belkis Ayón apostó por una nueva morfología en sus piezas, luego de haber expandido sus colografías a una escala y dimensiones muy particulares. Sus obras tardías eran resueltas en una matriz circular, en tanto redujo las dimensiones y el aérea de impresión, como sucede en “Déjame salir”. Y es que en ese círculo se encontraba ella, su fuerza, sus manos, luchando por escapar de ese caos interno que le acechaba. La artista y su obra terminan por fundirse, tal y como sucediera en vida.

«(…) A pesar de que mi obra trata de un tema tan específico como las creencias, ritos y mitos de la Sociedad Secreta Abakuá no significa que sea dedicada únicamente a este sector de la población que profesa y practica esta fe. Me interesa sobre todo el cuestionamiento de lo humano, ese sentimiento fugaz, lo espiritual.»
Ayón planteó una revalorización de la herencia afrocubana dentro de la cultura desde el rescate simbólico y visual de la sociedad abakuá. Tomando como punto de partida una postura cuestionadora hacia sus fundamentos, la insertó en el escenario del arte, a través de trascendentales piezas. Desde una cosmovisión muy interna, volcó sus emociones y su mundo más personal, a través de un imaginario que si bien se arraiga en las narraciones abakuá, ostenta una universalidad en la mirada y en la sensibilidad con que la artista lo expone.
En pleno esplendor de su carrera artística, Belkis Ayón pone fin a su vida dejando, como legado, una obra magistral desde la cual se sigue reconstruyendo la memoria, la religiosidad y la cultura cubana. Ha sido gracias al trabajo de salvaguarda, restauración y conservación realizado por la familia, el Estate Belkis Ayón y el Estudio Figueroa-Vives que la creación de esta destacada artista ha logrado exhibirse en los museos y centros de arte contemporáneos más renombrados a nivel internacional. Relevantes colecciones atesoran a día de hoy su obra: Museo Nacional de Bellas Artes (Cuba), el Museo de Arte Latinoamericano de California (Estados Unidos), el Van Reekum Museum (Holanda), el Museo de Arte Moderno (New York), el Ludwing Forum Fur Internationale Kunst (Alemania), por solo citar algunos.
El presente año, el Museo Reina Sofía ha confirmado que acogerá en sus salas la primera gran retrospectiva en Europa de Belkis Ayón comisariada por la curadora cubana Cristina Vives; una muestra que abarcará la trayectoria de la artista y se convertirá en una excelente oportunidad para conocer de cerca su obra.
Para terminar este breve recorrido por su obra, les invito a adentrarse en su vida y producción artística a través de la web y a escuchar, en su propia voz, la siguiente entrevista que nos acerca a ella de manera muy personal, pinchando aquí.
[1] Poema dedicado a Belkis Ayón por la artista y curadora de arte contemporáneo Hilda María Rodríguez. Disponible en http://www.ayonbelkis.cult.cu/es/siempre-vuelvo-colografias-de-belkis-ayon/
[2] “La Cena fue vista por primera vez en público en 1988 en la galería Servando Cabrera de Playa. La concebí para imprimir a color pero ya impresa y exhibida no estuve satisfecha con los resultados. Me dediqué entonces a prepararla para mi tesis de grado y en 1991 la modifiqué y la llevé a blanco y negro.” Entrevista a Belkis Ayón por Jaime Sarusky, 4 de febrero de 1999. Disponible en http://www.ayonbelkis.cult.cu/es/hablar-de-los-mitos-del-arte/
Etiquetas: Belkis Ayón, WOMAN ART HOUSE Last modified: 13 septiembre, 2023