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Written by: Woman Art House

Woman Art House: Isabel Villar

«… Ni mi pintura ni yo somos tan ingenuas como parece a simple vista…» [1]
Isabel Villar

La artista de la semana en Woman Art House ha sido, esta vez, Isabel Villar (Salamanca, 1934). Una creadora que abrazó la libertad e hizo que esta trascendiera su obra. Si te has perdido el hilo puedes leerlo en el siguiente enlace.

Isabel Villar. Foto Berta Baz

Isabel Villar (Salamanca, 1934) ha sabido rehuir de los calificativos para otorgarle a su obra el carácter que realmente la ha definido: la autenticidad. A lo largo de su carrera ha hecho gala de su valía artística con esa libertad que, desde su espacio de creación, ha sabido defender.

Podríamos afirmar que ha sido una artista contracorriente en todo sentido. Consagrada en la pintura y relevante asimismo como artista gráfica, María Isabel Villar Ortiz de Urbina dejó a un lado las normas para construir una obra consecuente consigo misma, aun en medio del contexto en que se estaba formando. 

Su inclinación por el arte fue manifiesta desde temprana edad, dando inicio a su formación académica en la Escuela de Bellas Artes de San Eloy en Salamanca en el año 1948, y centrándose en lo que para ella sería su verdadera vocación: la pintura. Su estancia le deparó premios y reconocimientos, destacando su valía en la pintura y el dibujo; un camino que la condujo luego a Madrid donde seguiría sus estudios en la Escuela de San Fernando hacia el año 1952. Allí coincidiría con otras pintoras cercanas a su generación como Isabel Quintanilla y Amalia Avia, en una época donde las mujeres eran minoría en los estudios de arte.

A pesar de esto último, Villar no tuvo inconvenientes para compartir escenario con algunos de sus colegas del momento. Todo lo contrario, pasó a formar parte de varios grupos creativos como “La Cepa”, “Koiné” y “Tormes” – durante y después de su etapa académica – dentro de los cuales llegó a figurar incluso como la única mujer. Estos constituyeron para ella no solo espacios de intercambio, sino que también le dieron la posibilidad de exponer su obra en diferentes escenarios dentro y fuera de Salamanca.

En 1958 realizaría su primera exposición personal dando inicio a un importante periplo expositivo que, hasta el día de hoy, le llevaría a mostrar su obra en diversos contextos. En 1959 obtuvo el Premio Sésamo de Pintura con su obra “Maternidad”, una pieza exponente de la línea expresionista latente en la obra de aquellos primeros años y deudora de la academia. Para la artista esta fue una etapa de búsquedas y definiciones que la hizo transitar por el paisaje y el retrato, dejando entrever cierto trasfondo social. En ellas la figura femenina iría adquiriendo cada vez mayor protagonismo.

El lenguaje visual y conceptual de Isabel Villar se fue depurando con el paso del tiempo. Luego de un impasse en su carrera, -pero sin dejar de crear-, a finales de los sesenta retoma su producción artística luego de dedicar unos años a la maternidad y a apoyar, por decisión la carrera de su esposo el también artista Eduardo Sanz. Su regreso estuvo marcado por la exposición personal que realizara en la Galería Sen en Madrid en 1971, la cual tuvo un gran impacto para ella en tanto fue el detonante de su ulterior visibilidad.

“Siempre quise pintar algo que fuera muy mío y, además, que se viera enseguida que era mío y que no tuviera que ver con la moda. (…) Así que, en pleno furor del abstracto, busqué este mundo más ingenuista.”[2]

Mujeres en el jardín, (1969)  Óleo sobre táblex, 91,5 x 134,5 cm

A nivel temático y formal, Isabel Villar encaminó su línea de trabajo hacia una fórmula cada vez más personal, alejándose de la corriente informalista que por esos años tomaba auge en España. Apostó por la figuración, por una iconografía precisa, por el lirismo en la representación de parajes fabulosos, irreales, por una naturaleza desplegada en una dimensión que supera la propia realidad. Afloró su mundo interior recreado en el simbolismo de entornos oníricos, personajes, animales y motivos que, con una depurada y exquisita técnica, terminan por trasladarnos a otro entorno.

El abordaje de temas como la memoria, la relación de los seres humanos con la naturaleza, la familia, o el transcurso del tiempo son algunas de las constantes que terminaban por conectar cada una de sus piezas.

Isabel Villar. Retrato de bodas (1976) Acrílico sobre lienzo, 81 x 100 cm

Sus obras de apariencia “ingenua” pero para nada desprovistas de un trasfondo irónico intencional, le valieron algunas críticas no muy positivas, al ser catalogadas como naif. No obstante, Isabel Villar siempre dejó clara su postura. Le interesaba crear una obra alejada del canon académico donde quedara plasmada su huella y además, fuera reconocible, a todos, la mano de la mujer artista que estaba detrás de ella. Su excelente dominio técnico, su formación académica y sus profundos conocimientos de la historia del arte a la cual no ha dejado de hacer guiños en su trabajo,  impugnaban esos calificativos.

En sus piezas la pintora indaga sobre cuestiones como la raza, el género, el sistema patriarcal y religioso. En ellas subyace una crítica a la sociedad en su sentido más amplio.

Isabel Villar. Señor muy romántico (1979), Acrílico sobre lienzo, 100 x 81 cm

“(…) en mi época las mujeres que pintaban firmaban con la inicial y el apellido, para disimular que eran mujeres (…) Se escondían. Incluso yo firmé varias cosas I. Villar. En un momento me dije, nada de eso, yo soy Isabel Villar, soy una mujer y punto. Y hasta ahora.”[3]

Isabel Villar ha aportado una mirada muy particular de lo femenino a través de su pintura extendida, asimismo, a la escultura. Ha construido una noción de la feminidad apelando a la libertad del cuerpo y el alma. Sus escenas nos muestran a mujeres que disfrutan de la emancipación de su ser, que descubren cada rasgo de su cuerpo sin pudor, solas o acompañadas en complicidad con la naturaleza.

Isabel Villar. Rayo de sol (1973) Acrílico sobre tabla, 89 x 116 cm

La artista trascendió la simple representación del desnudo para volcar en la mujer la búsqueda de las libertades personales. Reivindicó su papel como creadora desde una postura frontal y directa, y apostó por la autonomía creativa también en la representación de sus personajes.

El universo visual de Isabel Villar se fue hilvanando a través de lo poético, en la representación de escenas inverosímiles donde el ser humano y el entorno que le rodea conviven en eterna armonía. Una fabulación de la vida que discurre entre bosques, llanuras, playas y jardines con un cromatismo intenso y divertido que nos cautiva. Un exotismo de la realidad recreada y puesta antes los ojos del espectador para ser observada en detalle.

Isabel Villar. El jardín, (1971) Escultura

Hay en las piezas de esta creadora una voluntad de búsqueda de lo esencial, una devoción hacia el origen y la simplicidad. Sus pinturas, cuasi retablos en la frontalidad que ostentan, son capaces de despertar todo tipo de sensaciones y emociones, de descolocarnos ante la realidad.

Importantes colecciones de arte atesoran la obra de Isabel Villar como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), el Domus Artium 2002 (Salamanca), el Museo del Vaticano en Roma (Italia), la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, el Museo Olímpico de Lausanne (Suiza), el Graphische Sammlung-Albertina en Viena (Austria), el Museo Gustavo Maeztu Estella-Lizarra (Navarra), la Fundación Camilo José Cela (Galicia), la Fundación La Caixa (Barcelona), la Colección TEA Tenerife Espacio de las Artes (Tenerife) y otros.

Diversos han sido los escenarios expositivos en los cuales se ha reivindicado la obra de esta gran artista. En el año 2012 formó parte de la muestra “Genealogías feministas en el arte español: 1960-2010” en el MUSAC – comisariada por Juan Vicente Aliaga y Patricia Mayayo – que planteaba un recorrido por la historia reciente del arte español desde una perspectiva feminista. Unos años más tarde, la galería de arte Fernández-Braso realizaría una de las exhibiciones retrospectivas más significativas de su carrera: “Isabel Villar, Pinturas, 1970-2017” comisariada por Alberto Anaut.

Isabel Villar. Seis muchachas en el río (2017) Acrílico sobre lienzo, 116 x 162 cm

Actualmente su obra “Seis muchachas en el río, 2017” forma parte de la muestra “Colección XX: Historia del arte” que tiene lugar en el CA2M de Madrid -hasta el 28 de febrero- comisariada por Tania Pardo y Manuel Segade. El cuadro, recién incorporado a la colección, se une a otras propuestas desde las cuales se busca visibilizar y reivindicar el papel de las mujeres artistas dentro de las colecciones de arte.

La vocación de Isabel Villar por la pintura y el arte se ha mantenido intacta a día de hoy, y continúa a sus más de ochenta años creando en sus predios de la ciudad de Madrid. Para conocer un poco más la obra de esta gran creadora les invito a leer la siguiente entrevista.

Una nueva creadora llegará la próxima semana en #WomanArtHouse. Síguenos en nuestras redes. ¡Gracias por leernos!


[1] José Carlos Brasas Egido, “Isabel Villar. Trayectoria biográfica y artística”, en Isabel Villar, Caja Salamanca y Soria, Salamanca, 1997, p. 56

[2] y [3] Miguel Angel del Arco, “Isabel Villar. Pintora” (30/11/-1), Revista Contexto, en https://ctxt.es/es/20180808/Culturas/20333/Miguel-Angel-del-Arco-isabel-villar-pintura-arte-machismo.htm

Etiquetas: , Last modified: 13 septiembre, 2023