¿Se pueden borrar las fronteras entre la pintura, la escultura y la arquitectura? La artista alemana Katharina Grosse, a quien dedicamos el último hilo de #WomanArtHouse trata de hacerlo y sin duda lo consigue en sus imponentes instalaciones inmersivas. En sus trabajos podemos encontrar influencias tanto de los grandes frescos de la historia del arte como del expresionismo abstracto o del graffiti.

“La pintura puede aterrizar en cualquier lugar: en un huevo, en el hueco de un brazo, a lo largo de la plataforma del tren, en la nieve, en el hielo o en la playa”, dice.
Katharina Grosse nace en Alemania en 1961 y estudiará en las academias de arte de Dusseldorf y Münster. Durante estos años de formación, la artista se confiesa admiradora de Gerhard Richter. Sus primeros trabajos, realizados a lo largo de la década de los ochenta, son pinturas monocromas que destacan por una sencillez que ha sido calificada como “radical”. Poco tiempo después, a partir de la siguiente década, empieza a trabajar la pintura contraponiendo colores de densidades y temperaturas diferentes a través de pinceladas muy marcadas. También en torno a estos años empiezan a fecharse sus primeras intervenciones murales.

En 1998 se produce un punto de inflexión en su trayectoria. En ese año, realiza una intervención en la Kunsthalle Bern (Suiza) en la que emplea por primera vez el aerógrafo para pulverizar la pintura acrílica por las paredes y parte del techo de la galería. Emplear este método le permitirá alejar el acto artístico de su propia mano, y, al mismo tiempo, pintar a la velocidad con la que miran sus ojos, que para ella son su principal herramienta.

Desde 2004, a partir de su exposición en el Contemporary Arts Museum de Houston, las pinturas inmersivas de Grosse empiezan a incluir materiales encontrados como telas, ropa, piedra, tierra, muebles, globos, edificios o árboles junto con otros elementos u “objetos” creados por ella misma como sus propios cuadros o estructuras fabricadas ex profeso con espuma de poliuretano. Al aplicar el color sobre todos estos elementos, con frecuencia se genera en el espectador una sensación de irrealidad en la que se mezclan toques festivos con cierta desolación o apariencia de catástrofe.

Las obras de Katharina Grosse no solo ocupan el espacio y llegan a actuar incluso como grandes esculturas, sino que también tienen mucho de performativo tanto por lo que implica el proceso de creación como por lo que espera de su recepción por parte de los espectadores. Sin embargo, si tuviera que etiquetarse, lo haría como pintora. Define su trabajo, de hecho, como una actualización de la pintura y se enmarca dentro del concepto de pintura expandida.
La forma en la que la artista alemana aplica la pintura ignora los límites y las jerarquías de las estructuras y las superficies adicionales que éstas proporcionan crean perspectivas cambiantes gracias a la implicación y el movimiento del espectador. Precisamente, sería el recorrido de la mirada de los espectadores por las diferentes superficies, descubriendo las diferentes capas de color, lo que alejaría la obra de Grosse del concepto de escultura y lo acercaría al de pintura.

Katharina Grosse reivindica el “potencial anárquico” del color en relación con el mundo construido o materializado. El color será lo que elimina de hecho las fronteras marcadas entre arquitectura, pintura y escultura en sus obras. Según la artista alemana, a lo largo de la historia del arte y especialmente en sus tratados teóricos, el color no ha recibido la importancia que merece porque siempre suele verse como el elemento inestable y femenino de la obra de arte mientras que el dibujo o la línea se consideran los elementos estables, masculinos e intelectuales.
En sus proyectos site specific, Katharina Grosse suele trabajar durante diez días con dedicación plena. A gran escala, la pintura de esta artista se expande por todo el espacio disponible con el objetivo de crear movimiento. El proceso de trabajo de Katharina Grosse empieza con la ayuda de sus asistentes y los modelos a escala, aunque siempre toma decisiones in situ durante el proceso de ejecución de la obra, cuando ve que surgen posibilidades que no había previsto por factores como la luz, la arquitectura, el paisaje, o los posibles movimientos de los espectadores.

La escala es importante en el trabajo de Katharina Grosse. La artista alemana juega con las posibles relaciones que se establecen entre la obra, el espacio y el espectador, entre los que crea relaciones de dependencia. Para ella, «una pintura es simplemente una pantalla entre el productor y el espectador donde ambos pueden mirar los procesos de pensamiento que residen en esa pantalla desde diferentes ángulos y puntos en el tiempo.» En la exposición Wunderblock celebrada en el Nasher Sculpture Center de Dallas (Texas, EEUU), por ejemplo, era imposible que el espectador pudiera encontrar los límites entre la obra y el propio espacio expositivo.
La producción de Katharina Grosse incluye también obras de pequeño y medio formato realizadas sobre lienzo o papel en las que suele sobrecargar la pintura.

La obra de Katharina Grosse forma parte de relevantes colecciones internacionales entre las que destacan el MoMa o el Centro Pompidou de París. Además, ha mostrado su trabajo en numerosos museos, eventos de arte público y ferias de arte internacionales. Entre ellas me gustaría destacar las exposiciones que realizó en el Palacio de Serralves en Oporto (2007) o el Palais de Tokyo de París (2005). En España actualmente podemos ver su obra Faux Rocks (2006) en el Museo Helga de Alvear de Cáceres.
Etiquetas: Katharina Grosse, WOMAN ART HOUSE Last modified: 13 septiembre, 2023