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Escrito por: Woman Art House

Woman Art House: María Blanchard

María Blanchard, la mujer más relevante del cubismo, disfrutó de respeto y admiración en vida. Tras su muerte cayó en el olvido y aún hoy sigue siendo una desconocida.

María Blanchard

Después de la publicación de su primera biografía, que escribió su amiga Isabel Riviere, llegaron otras que, partiendo de ese texto inicial, fueron construyendo un relato casi novelado sin bases documentales. Afortunadamente, publicaciones recientes realizadas, entre otros autores, por María José Salazar han servido para arrojar algo de luz en torno a una artista fundamental en la pintura de vanguardia.

Probablemente María Blanchard padeció cifoescoliosis, una enfermedad congénita que provoca una curvatura anormal de la columna vertebral, a pesar de que es frecuente leer que su estado de salud fue consecuencia de una caída que su madre sufrió durante los últimos meses de embarazo. Esta cuestión debería no tener especial interés a la hora de abordar el trabajo de Blanchard, de no ser porque se ha utilizado para interpretar su obra de manera sesgada. Cuenta la Condesa de Campo Alange en su biografía sobre Blanchard, publicada en 1944, que la artista, como mujer, estaba “borrada de la vida”: no valía para los hombres, para el matrimonio ni la maternidad. La pintura habría sido, según estas y otras interpretaciones, un refugio en el que la artista canalizaría sus deseos frustrados de amor y maternidad.

María Blanchard. La española

María Blanchard, nacida en Santander en 1881, llegó a Madrid en 1903 siendo todavía María Gutiérrez, para formarse como pintora con Emilio Sala, Fernando Álvarez de Sotomayor y Manuel Benito. Este último fue quien la animó para continuar sus estudios en París. Gracias a una ayuda económica del Ayuntamiento y la Diputación de Santander, María Blanchard viaja a la capital francesa a finales de 1908 para formarse en la Academia Vitti, donde impartía clases de pintura el artista Hermenegildo Anglada Camarasa, y más tarde con María Vasilieff y Van Dongen. A través de estos tres artistas, conocería el expresionismo, el cubismo y el fauvismo. Durante esta primera estancia en París entabla estrecha amistad con Diego Rivera, a quien había conocido en Madrid, y también con Angelina Beloff, Juan Gris y Jacques Lipchitz.

María Blanchard – La comulgante, 1914 – 1920

Cuando su situación económica empeora y el contexto político y social de París empieza a enrarecerse, María Blanchard regresa a Madrid en 1914. Un año después participará en la Exposición de Pintores Íntegros organizada por Ramón Gómez de la Serna. De este primer periodo de su trayectoria se conserva solo una parte de su producción. En muchas ocasiones, además, no firmaba sus obras y, cuando lo hacía, se presentaba como María Gutiérrez, M. Gutiérrez o M.G. En torno a estos años será cuando pinta La española, una obra en la que parecen confluir las enseñanzas de sus diferentes maestros, incluidos los más academicistas, y utilizará el color de una manera que se ha calificado como “cruel”.

A pesar de que su familia la presiona para que busque una estabilidad económica, la artista renuncia a una plaza como profesora de dibujo en Salamanca y regresa de nuevo a París, esta vez ya como María Blanchard, adoptando el apellido su madre.

María Blanchard – Mujer con abanico, 1916

Instalada de nuevo en París, ahora definitivamente, compartirá estudio e inquietudes artísticas con Rivera, Lipchitz y Gris y empezará su etapa cubista, considerada la más destacada de su trayectoria. A pesar de que con frecuencia Blanchard nos ha sido presentada como deudora de sus compañeros masculinos la realidad es que supo desarrollar un lenguaje y personalidad propios.

En torno a 1916 realiza obras como Mujer con guitarra o Mujer con abanico. De esta última habría realizado otra versión, algo que será habitual a lo largo de su trayectoria.

María Blanchard – Mujer con guitarra, 1916

Las naturalezas muertas son, en opinión de María José Salazar la parte más destacada de su producción, donde habría sido capaz de desarrollar plenamente su personalidad. En parte de estos trabajos se encuentran evidentes paralelismos con otras obras de Juan Gris que se explican por la influencia mutua que ambos artistas ejercieron entre sí. Esto provocó que algunas obras de Blanchard fueran atribuidas errónea pero conscientemente a Gris para que alcanzaran mayores precios en el mercado.

Lo más interesante de los bodegones de María Blanchard será la sobriedad con la que los aborda utilizando de manera frecuente una gama cromática reducida que se vincula con la tradición de naturalezas muertas de la pintura española encarnada por Sánchez Cotán o Zurbarán, entre otros.

La aportación al cubismo de María Blanchard no se reducirá exclusivamente a la práctica, como a veces se ha dicho. Según el testimonio de la pintora sueca Tora Vega Holmstron, amiga de la artista, Blanchard habría desarrollado una labor teórica aunque estos escritos no habrían llegado hasta nosotros.

María Blanchard. Naturaleza Muerta

En torno al año 1919, se produce un cambio en la producción de María Blanchard, que iniciará en este momento una etapa de madurez con vuelta a la figuración que se ha querido llamar neocubista, neofigurativa o realismo mágico. En el año 1921 presentará en el Salón de los Independientes de París la inquietante obra La comulgante, con la que alcanza un gran éxito entre la crítica, los marchantes y los coleccionistas.

Las maternidades que pinta durante estos años han querido verse como una expresión de sus deseos frustrados de ser madre. Para María José Salazar, sin embargo, estas pinturas reflejarían la difícil relación de la artista con su madre, que siempre se habría mostrado distante y a la que siempre guardaría rencor. A esta etapa pertenecería también la obra Mujer con cofia (La bouleonnaise), recientemente adquirida por el Museo del Prado en una polémica operación que habría vuelto a cuestionar los límites de este museo con el Reina Sofía.

María Blanchard. Colección Abanca Museo del Greco

A partir de 1927, coincidiendo con la muerte de Juan Gris y el refugio de la artista en la religión, su obra se volverá más melancólica expresando la soledad de la artista a través del uso del color.

Tras la muerte de Blanchard en 1932, su familia decidió retirar su obra del mercado, algo que sin duda contribuyó al olvido de la artista. En el año 2012 fue reivindicada en el Museo Reina Sofía con una exposición comisariada por María José Salazar.

Etiquetas: , Última modificación: 13 septiembre, 2023