El género, la identidad y la luz son los ejes sobre los que se articula el trabajo de Maribel Domènech (Valencia, 1951). A lo largo de su trayectoria ha ido experimentado con distintos materiales, técnicas y formatos, pasando de los metales a los materiales textiles, de la escultura a la instalación, y expandiendo sus obras hasta cobrar luz propia.

Su trabajo comienza fuertemente marcado por su tesis La silla y su representación en la escultura del Siglo XX (1984), que la sitúa de lleno en una investigación sobre los fundamentos de la escultura en sintonía con el protagonismo que esta disciplina había adquirido en la España de los ochenta. Un camino abierto por algunos artistas como Susana Navarro o Cristina Iglesias, en el que cabían desde influencias del arte objetual hasta las revisiones postminimal.

Inserta en este debate, Domènech empieza a hacer sus primeras obras escultóricas, pero articuladas en torno a sus intereses personales: de un lado, introduce una reivindicación de lo doméstico en clave de género a través de metáforas con el mobiliario, aludiendo a la casa y a los espacios privados, y volviendo la mirada sobre ámbitos y tareas a los que las mujeres han sido tradicionalmente relegadas. Así, sus primeros trabajos escultóricos toman como objeto principal la silla, como en Casa, mesa, silla (1986). La propia artista ha relacionado este juego de entre el objeto representado y la alusión a la feminidad como una crítica a algunas obras de arte pop, y concretamente a la obra Allen Jones, Silla, de 1969. Además, en ocasiones, las sillas de Domènech se agrupan en torno a mesas, creando espacios de convivencia familiar donde se encuentran (o desencuentran) todos los integrantes de la casa, como en La comida (1986) o en Comer en soledad (1987). En este mismo sentido, irá incluyendo otros elementos metafóricos en sus esculturas, como los armarios, en referencia al significado privado que tiene la casa, como en Cofre (1986) o en Armario para cualquier cosa (1987).

De otro lado, irá incluyendo poco a poco con luces de neón, especialmente en azul y amarillo, en referencia a los colores de los ritmos diurnos y nocturnos, jugando a contraponer la materialidad del objeto (del tubo de neón) con la inmaterialidad (la luz), y que la artista relaciona con la rutina en su barrio, el Cabanyal, elemento que irá también ganado protagonismo en su obra. Así va creando obras como Mirada a un interior (1988), Lugar donde habitar (1988), Azul nocturno, y Vida diurna y nocturna (1989).

Pero es partir de los años 90 cuando sus intereses se afianzan en su trabajo. Un impulso clave en este sentido fue la formación del Laboratorio de Luz en la Universidad Politécnica de Valencia en 1990, al que Domènech se vinculará desde el primer momento, y que hará definitivamente de la luz un elemento clave en su obra. Así, sus neones se vuelven ahora cajas de luz a las que incorpora radiografías personales, convirtiéndolas en estructuras que hablan de vivencias íntimas y de las transformaciones del cuerpo como experiencia artística. Sus esculturas ganan en volumen, en profundidad y en nivel de introspección, que ya no se limita al autoanálisis sino que nos invita a participar de él: “es una invitación a cerrar los ojos y verse a sí mismo y preguntarnos acerca de nuestra existencia, de nuestra experiencia”. Crea así A partir de mi, a partir de aquí (1991), Columna de la vida (1993), o Ni celeste, ni eterno (1993).
A mediados de los 90 cuando encuentra la técnica y los materiales que terminarán de hacer de su trabajo lo que es. La energía de una segunda piel (1993) es su su primer vestido y será un punto de inflexión. Es un chaleco hecho de PVC, estructurado con tubos de neón de luz negra, pensado para proteger la vulnerabilidad de la figura del sujeto que, una vez con el chaleco puesto, aparece en en su negativo: no es su figura, sino la ausencia de su figura. El plástico transparente deja ver la vulnerabilidad del cuerpo humano mientras que la luz negra la protege al difuminarla.

Tan solo un año después introduce el propio acto de tejer en una de sus obras por primera vez, Acción continua (1993 – wip), tomando el proceso creativo de tejer con una gran carga narrativa y simbólica, asociado a la feminidad, a la artesanía y a la tradición. Desde entonces, Domènech no ha dejado de tejer: la obra es una pieza de 100 metros de cable de PVC tejidos según el tiempo vivido en una metáfora en la que las agujas son el presente y la madeja, el futuro. La pieza comenzó con 42 metros tejidos a los que cada año se añade un metro más. El resultado es un vídeo que recoge esa acción anual simbólica de “tejer un metro de existencia”.
Soy consciente de que desde nuestro nacimiento hasta la muerte debemos resistir siempre, oponer resistencia: a la enfermedad, al dolor, al desamor, a la injusticia, al trauma, al fracaso, a la angustia, al llanto, al envejecimiento… sigo tejiendo.

Todos estos elementos convergen desde mediados de los años noventa, dando como resultado una práctica escultórica que desborda los límites de la escultura al reclamar el papel activo del espectador, y que a la vez es un trabajo textil a base de materiales no necesariamente textiles pero sí domésticos, como cables o hilos telefónicos que le sirven para abordar temas como la soledad y la necesidad de comunicación. Así comienza a tejer fundas corporales, refugios, que toman forma de vestidos hechos de cables por los que transcurren sonidos. El primer trabajo de este tipo fue Monólogo interior (1997), un vestido con capucha, casi como el de un monje, tejido con cable telefónico por el que discurre la voz de la artista hasta unos altavoces situados en las mangas. La pieza hace referencia a la (in)comunicación del sujeto consigo mismo y con los otros, y aún cerca de los altavoces solo es audible un hilo inconexo de emociones y argumentos, una especie de intromisión en el pensamiento de la artista.
En contraposición al carácter intimista de Monólogo interior, la artista trabaja en el proyecto “Trilogía de la vida”, compuesto por de tres vestidos que se extienden por el suelo alcanzando grandes dimensiones, tomando el espacio disponible como símbolo de empoderamiento. Como una habitación llena de luz (1998)es la segunda pieza de la trilogía, en una clara alusión a la obra de Virginia Woolf y en color blanco como referencia de las casas los patios valencianos. A la vez, en relación con los vestidos, Domènech comienza a investigar sobre la representación textil de la identidad de género, buscando el punto neutro y explorando otras posibilidades de representación. Obras como Géminis (1997), Deseos y ataduras (1997), Dependencia (1997) o Siete palabras acerca de la sexualidad (1998) parten de estos supuestos.

Con todos estos elementos de su lenguaje definidos, a partir de los dos mil, el trabajo de Domènech se inserta de lleno en el campo de las preocupaciones políticas y ecológicas. Comenzó de un lado a reflexionar sobre la feminidad y las violencias que atraviesan a las mujeres y de otro, adquiere un gran peso en su trabajo el compromiso social que la artista asume en la Plataforma Salvem el Cabanyal (http://cabanyal.com/) (1998-2019) para luchar contra la gentrificación especulativa, poniendo el foco en el patrimonio histórico, la identidad y la memoria del barrio.
Su trabajo sobre la lucha en Cabanyal refleja la defensa del barrio a lo largo de los 21 años de lucha y parte de lo que significó para la artista, que desde el comienzo asumió el cargo de portavoz de la organización. Palabras como incerteza, resistencia, coragem, rage, effort se materializan en su obra La casa y la voluntad de resistir (2015) en relación con esa conciencia emocional, política, personal y colectiva, junto a una frágil casa tejida con hilo de pescar. Esta línea de trabajo sobre su barrio marinero y costero le llevó reflexionar sobre la crisis humanitaria del Mediterráneo, agudizada en 2015, en torno a la que elaboró las obras, Amarrarse a cualquier cosa, Guardar el equilibrio, Flotar a pesar de todo y Mantenerse a flote. Pequeñas piezas textiles, que hacen referencia a chalecos salvavidas, cosidas en hilo de pescar.

Por su parte, Domènech intenta denunciar y traducir la violencia machista que sufren las mujeres víctimas de violencia doméstica a través de varias obras. En la instalación Entre amor y pánico (2009) las dos emociones a las que alude el título se materializan, tejidas con cable eléctrico de leds rojos que inundan todo de una luz palpitante y tensa. Su proclama se extiende en obras como Seguimos de luto y con rabia (2019), en homenaje a las acciones que Suzanne Lacy y Leslie Lebowitz performaron enIn Mourning and Rage (1977); y en Cuando el enemigo está en casa (2019), una pequeña casita inconcusa en memoria de los niños y niñas víctimas de la violencia machista. En una de sus últimas obras, los ritmos del y los del feminismo se encuentran. En movimiento constante (2017- 2020) es una instalación audiovisual que aúna el movimiento marino ante el movimiento de las mareas feministas en las multitudinarias manifestaciones del 8 de marzo en los últimos años.
En los últimos años el trabajo de Domènech se ha volcado más hacia los trabajos colaborativos. Así, en 2009 viajó al Sahara a tejer melosa con las mujeres como parte del programa ARTIfariti, y en 2015, junto a Silvia Molinero Domingo, impulsó el proyecto colaborativo #CraftCabanyal para bordar las 17 páginas que conformaban la orden ministerial que salvaguardaba el patrimonio del barrio Cabanyal. También ha realizado fotografías de las vecinas que la han acompañado en la resistencia, dignificando sus figuras. La más representativas es la de las hermanas Martí como heroínas del Canbayal preparadas para una cacerolada en la puerta de su casa. La fotografía fue producida en una caja de luz y mostrada en el vitral del MuVIM (Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad) durante la exposición “Dones valentes” en marzo de 2018.

Toda su trayectoria se ha recogido en la exposición “Acciones cotidianas 1986 – 2020” (mayo – septiembre 2020), comisariada por Rocío de la Villa en el CCCC (Centre del Carme Cultura Contemporània), que ha supuesto la primera gran retrospectiva de Domènech y ha evidenciado como se conectan todos sus intereses.
Referencias bibliográficas:
- Domènech, M. y De la Villa, R. (2020). Maribel Domènech: Acciones cotidianas (1986- 2020). Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana. (https://www.dropbox.com/s/hzvxije4l7ddzda/catalago%20acciones.pdf?dl=0)
- Marzo, José Luis y Mayayo, Patricia (2015): “Entre la euforia y la crisis”, en Arte en España (1939 – 2015): ideas prácticas, políticas. Ediciones Cátedra, Madrid