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Written by: Woman Art House

Woman Art House: Tarsila do Amaral

Latinoamérica ha sido cuna de importantes creadores. Ahí han surgido escritores de la talla de Gabriel García Márquez o Alejo Carpentier, músicos como Vicente Fernández o cineastas como Guillermo del Toro o Alejandro González Iñárritu. Pero también grandes nombres femeninos que no podemos olvidar como Gabriela Mistral, Mercedes Sosa, Violeta Parra o Chavela Vargas.

En el mundo de las artes visuales, debemos recordar también a esas mujeres que han dejado huella a lo largo de la historia. ¿Un ejemplo? La pintora Tarsila do Amaral, artista clave dentro del movimiento modernista brasileño.

Tarsila do Amaral

Ella ha sido la elegida para convertirse en una de las protagonistas del proyecto #womanarthouse. Si no pudiste disfrutar del hilo que publicamos en Twitter el 5 de abril de 2020, no te preocupes: te dejamos aquí el enlace de lo que sucedió en la red social, además de resumir todo lo que salió a la luz en este mismo artículo. ¡Disfruta!

Pintora y viajera, audaz y cosmopolita, Tarsila do Amaral nació en 1886 en el seno de una familia adinerada del Estado de São Paulo. Su abuelo paterno, conocido como “O Milionário”, era de hecho un hacendado y rico empresario.

Desde muy joven sintió interés por el mundo del arte y su privilegiada posición (unido al apoyo de sus padres) le permitió estudiar y viajar por Europa, pasando por ciudades como Barcelona o París. De hecho, fue en la urbe francesa donde vivió de forma intermitente en los años 20, atraída por lo que ahí se estaba cocinando. En la capital francesa supo moverse y descubrió las nuevas formas y tendencias artísticas que inundaban la ciudad.

Allí estudió en la famosa escuela internacional Académie Julian y en el taller de Émile Renard, teniendo además contacto con pensadores y creadores locales de la talla de Fernand Léger, Albert Gleizes, Brancusi, Cocteau o Satie. También en esos tiempos pudo relacionarse con vanguardistas brasileños como Anita Malfatti, Vicente de Rego Monteiro, Di Cavalcanti, Sérgio Milliet o Paulo Prado.

Tarsila do Amaral – La negra

Gracias a sus viajes y a todos estos contactos, Tarsila tuvo la suerte de disfrutar de dos culturas tan diversas entonces como la brasileña y la europea. Fue capaz de beber de las vanguardias europeas (principalmente del cubismo, movimiento con el que convivió) sin olvidarse de sus raíces y origines, sin olvidar las imágenes primitivas brasileñas. Fue capaz de hacer una relectura de todo lo que veía para crear un estilo propio, con vivos colores, elegancia e intensa personalidad.

¿Cuándo fue su primera gran exposición individual? En 1926 la artista celebró por primera vez una muestra individual en París, en la que se pudo disfrutar de su original estilo. ¿Una de las piezas estrellas presentadas? La Negra, obraque se convirtió pronto en una de sus pinturas más emblemáticas. Creado en 1923, el cuadro muestra a una mujer de rasgos afrodescendientes cuya figura parece salir de un fondo geométrico que recuerda, en cierta manera, a las obras creadas por Mondrian. Se crea así un contraste inesperado e “impensable en la creación europea de esos años”, tal como escribió Estrella de Diego en El País, ya que en Europa “la abstracción y la figuración era compartimentos estancos” y casi enemigos. Tarsila fue capaz, sin embargo, de romper con todas las fronteras.

Pero su obra más reconocida a nivel internacional no es esa, es otra realizada años más tarde. Se trata de Abaporú, una pieza creado por la artista en 1926 considerada hoy en día un icono del arte brasileño del siglo XX. Tal es su importancia que actualmente es el lienzo brasileño más valorado en el mercado internacional, con un valor en 40 millones de dólares, y pertenece al Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba).

Tarsila do Amaral – Abaporuì

¿Qué se puede ver en la obra?  La web HA! la describe con todo detalle:
“El tamaño del cuerpo, enorme, en contraposición a la minúscula cabeza, expresa el trabajo físico en detrimento del mental, esa naturaleza bruta que domina más el mundo que las ideas. Su mano y pie derechos están en contacto con la tierra, al igual que el cactus y simbolizan un mismo origen, como si estuviesen hechos de la misma materia. Un sol, que parece una fruta abierta a la mitad y que podría ser una flor del propio cactus, remite junto a los otros elementos, cielo, cactus y tierra, a los colores de Brasil.”

¿Y el título? La palabra Abaporú viene del diccionario tupí-guaraní: aba significa “persona” y poru “que come”. El nombre parece un auténtico presagio: según la periodista Joana Oliveira, la pieza no deja de ser un “gran ejemplo de la asimilación del canibalismo que hizo Amaral al adaptar su formación estética europea a la cultura tradicional de su país de origen”.

Tarsila do Amaral – Obreros

Dos años después de crear esta obra, Tarsila se la regalo al escritor Oswald de Andrade, su marido del momento, como regalo de cumpleaños. Entusiasmado con esa criatura prehumana, ensimismada y con un pie colosal, Oswald habría exclamado: “¡eso parece un antropófago, un hombre de la tierra!.”

Gracias a sus características y a su estilo, la pieza se considerada hoy en día una pintura clave en la inauguración de uno de los movimientos artísticos más importantes en Latinoamérica: la antropofagia.

De hecho la obra, con su imagen sintética y poderosa, influyó en Oswald para redactar junto a Raul Bopp el Manifiesto antropófago, documento fundamental del modernismo brasileño, en el cual propone una asimilación crítica del legado cultural europeo y su reaprovechamiento para la creación de un arte genuinamente nacional.

El texto, publicado en la primera edición de la Revista Antrapofagia, propone la canibalización del arte extranjero para crear, junto a características y elementos de la cultura local, un nuevo tipo de arte. Se animaba a digerir la cultura brasileña y las influencias europeas, sin olvidarse de la identidad indigenista, para crear algo realmente brasileño.

Tarsila do Amaral – Terra

Según la web Masdearte, “estas ideas calaron muy hondo en la sociedad y llegaron a convertirse en toda una imagen de la construcción cultural brasileña; una construcción basada en la lucha por liberarse de la independencia intelectual de Europa que venían arrastrando desde la época de la conquista.” Y Tarsila y Oswald pusieron los pilares o soportes para ello.

Pero la carrera de esta artista brasileña no acabo ahí. En la década de los 30 pasó a desarrollar una pintura más conectada con temas sociales, creando piezas tales como las telas Obreros y Segunda Clase. Y a lo largo de los años 40, retomó su gigantismo onírico –aunque de factura gestual y colores suaves- en lienzos raros, como Lenhador em repouso (1940), Terra (1943) o Primavera (Duas figuras) (1946).

Tarsila no dejo de pintar y exponer hasta su muerte en São Paulo, el 17 de enero de 1973. Tal fue su importancia que el MoMA inauguró una exposición de su obra en 2018, siendo la primera mujer nacida en América Latina en mostrar sus obras en la institución neoyorkina y el octavo artista latinoamericáno (después de nombres como Diego Rivera o Roberto Matta).

¿Te ha gustado? Puedes conocer más sobre ella aquí:

* El artículo “Tarsila do Amaral, la brasileña que reinventó el arte moderno.«
* El texto “Tarsila do Amaral. Una explosión de color y formas
* O la web de la Fundación Juan March.

Y recuerda: debes estar muy atento cada domingo en Twitter al hashtag #womanarthouse para conocer la historia y los secretos de esas mujeres creadoras fundamentales dentro de la historia del arte.

Etiquetas: , Last modified: 13 septiembre, 2023